Mujeres se lavan las manos en una estación de lavado de manos establecida afuera de una iglesia por niños y niñas exploradores haitianos durante la pandemia de coronavirus en Puerto Príncipe, Haití, 15 de marzo de 2020. (Foto del CNS / Andres Martinez Casares, Reuters)
El país acaba de informar sobre sus primeros casos de COVID-19, y muchos haitianos sufrirán por la pandemia
En los últimos días, Haití reportó sus primeros cinco casos oficiales de COVID-19, y ahora estamos avanzando hacia un bloqueo total. Nadie tiene permitido movilizarse (entrar o salir) dentro o fuera de este país a menos que lleven mercancías, y no tenemos suficientes recursos para tratar de combatir este virus.
Un cierre por emergencia, así como el distanciamiento social no serán fáciles de implementar aquí. La mayoría de las personas trabajan en la economía informal, y particularmente en los asentamientos informales de Port-au-Prince, muchas personas viven en barrios estrechos y sin la seguridad de tener acceso al agua.
Nuestra comunidad Maryknoll de tres misioneros laicos, nuestras amigas Geri y Britanny, y las Religiosas de Jesús–María decidimos permanecer aquí en Gros Morne, en el norte de Haití y no regresar a nuestros países.
La forma en que la mayoría de nosotros vimos la situación fue así: o vamos a salir de la crisis del coronavirus aquí y nos convertimos en personas que ofrecen ayuda inmediata, o intentamos regresar a casa y enfrentamos el virus desde allá, sin ninguna garantía de cuándo podríamos regresar a nuestro querido Haití. Para nosotros, la elección no fue demasiado difícil.
Por supuesto, entendemos que la realidad de COVID-19 probablemente afectará a Haití—y a otros países como este—con mayor severidad que a la mayoría del mundo.
En mi propio ministerio, los niños y los maestros de mi escuela no tienen el lujo de tener clases a través de medios electrónicos. El viernes pasado hablamos con los niños y también escuchamos algunas de las preocupaciones de los adultos sobre lo que nos deparará aquí.
Estudiantes en la escuela Jesus-Mary en Gros Morne, Haiti, trabajando en una lección. (Foto cortesía de Abby Belt/Haiti)
Llamamos a los niños para discutir con ellos lo que está sucediendo y por qué debemos cerrar nuestras puertas y enviarlos a casa por un período indeterminado.
En nuestra escuela Jesus-Mary, los niños también recibieron huevos para llevar a casa. Mi mayor temor es cómo terminará su nutrición en el mejor de los casos de que esto termine en dos meses. Al igual que muchos niños en los Estados Unidos y en todo el mundo que están en programas de alimentación escolar, muchos de nuestros estudiantes dependen de la comida que reciben en la escuela para tener una alimentación adecuada.
Las horas de aprendizaje que nuestros estudiantes perderán debido a esto se suma a las muchas semanas que ya perdieron en el otoño pasado, debido a los disturbios y la violencia en todo el país. Ahora se habla de si es que tendrán que repetir todo el año escolar nuevamente. Por supuesto, esto lleva a otra pregunta: ¿se les puede pedir a los padres que paguen por el mismo año escolar por el que ya se sacrificaron?
En la discusión entre los adultos, una de nuestras maestras de preescolar, Madame Carlin, preguntó: “Con el presidente bloqueando todo, ¿cómo va a vivir la gente?” Ella agregó: “No tienen los medios. Ya hemos sufrido mucho. ¿Cómo las personas van a cuidar de sí mismas y de sus hijos?”
Muchas cabezas en la reunión se movían en reproche, ya que todos contemplamos la gravedad de la situación aquí. Otra maestra, Madame Raymonde agregó: “Si usted es el presidente y bloquea todo, está bien, ¿pero después de eso? ¿Qué medios le estás dando a las personas en lugar de su trabajo?”
Con todo cerrado—incluso por el buen motivo de intentar “aplanar la curva” y evitar el peor de los casos—lo que los líderes aquí y en muchos lugares no han abordado realmente es el efecto de un cierre masivo en los medios de vida de las personas.
Un hombre con una máscara protectora camina por una calle durante la pandemia de coronavirus en Port-au-Prince, Haití, 20 de marzo de 2020. (Foto del CNS / Andres Martinez Casares, Reuters)
A diferencia de los Estados Unidos, donde se está trabajando en un plan de ayuda económica de casi $ 2 trillones, Haití no cuenta con esos recursos para brindarle un apoyo similar a su gente.
Madame Elliotte, otra de nuestras maestras, trató de enfocarnos en lo que podemos hacer con una situación que está fuera de nuestras manos. “Sabemos qué jugos ayudan con determinadas partes de la nutrición”, dijo. “Los cítricos y la toronja nos ayudan a darnos vitaminas importantes”.
Ella continuó diciendo: “Tenemos que cuidarnos, mantenernos limpios y cuidarnos los unos a los otros”. A su manera amable, creo que nos estaba recordando que lo que hagamos depende de nosotros y que no podemos confiar en los líderes para arreglar las cosas o tener todas las respuestas. Todos tenemos que unirnos para superar esto.
Zamene, una maestra de segundo grado, preguntó qué va a ser de las personas que tienen que caminar grandes distancias para obtener agua. “¿Van a ser arrestados por tratar de vivir?” Nuevamente, todos sacudimos nuestras cabezas, aunque honestamente no creo que las personas que deben hacer viajes de cuatro horas solo para acarrear agua sean condenadas por eso.
Sin embargo, su comentario recalca un problema grave que enfrentamos aquí y que se está volviendo aún más crítico: el suministro de agua. Es difícil lavarse las manos de manera efectiva para evitar gérmenes y limpiar cuando el agua limpia y accesible (tanto en costo como en ubicación) es escasa y de alta demanda.
Sinceramente, no puedo decirle qué sucederá si, o más bien cuando, esta crisis golpee a nuestra comunidad aquí. Pero nos preocupa. No importa el modo en que lo veamos, el pueblo haitiano perderá mucho en este desastre.
Al estar en misión aquí, somos testigos continuamente de la desigualdad y el desequilibrio que impregna nuestro mundo, y es difícil aceptarlo. Vengo de un lugar de tales oportunidades y privilegios que nunca tuve motivos para apreciarlos completamente hasta llegar aquí.
Abby Belt, una misionera laica de Maryknoll, posa con niños en la escuela Jesus-Mary en Gros Morne, Haití, en una foto sin fecha. (Foto del CNS / cortesía de los Misioneros Laicos Maryknoll)
Ahora ni siquiera puedo ver a mis alumnos todos los días mientras esperamos que esto pase. Al menos durante los disturbios en el otoño, podía verlos y estar allí para ellos. Ahora, como ellos, estoy mirando las semanas que se avecinan y me pregunto qué vendrá con ellas. Ellos me motivaron a seguir adelante durante los pequeños momentos difíciles que pasé aquí, y siguen siendo mis principales razones para seguir adelante en este momento. Espero con ansias el momento para abrazarlos nuevamente y compartir con ellos el amor que existe en mi corazón por cada uno de ellos.
Continuamos monitoreando la situación aquí en Haití, y nos mantenemos activos y esperanzados mientras planeamos nuestra cuarentena.
He visto a este país y a su gente resistir los bloqueos, las protestas, el cierre de escuelas y negocios, y muchas dificultades que muchos en el mundo desconocen, y se que Haití, y las personas lo suficientemente fuertes como para ser haitianos, superarán esto.
Incluso si no podemos saber exactamente cuándo, sí sabemos que habrá un final para esto. Por favor, trate de apoyarnos, ore por nosotros y mantenga la esperanza. No puedo decirles cuáles son las señales de esperanza en esto, pero sí puedo decir que están ahí. ¡Ojalá que las encontremos y dejemos que alimente nuestra capacidad de amabilidad, amor y de ser lo mejor de lo que somos y elegimos ser como humanos!
Este artículo se publicó originalmente en inglés el sitio web de los Misioneros Laicos Maryknoll.