Hace dos años y medio, Ayala, 32, fue atropellado mientras cruzaba la pista cerca a su casa en la ciudad de Montero por un conductor que se dio a la fuga. El accidente lo dejó con lesiones en su cabeza y ambas piernas. Él no puede caminar, su comunicación es limitada y sufrió algún daño cerebral.
Después que Ayala sufrió el accidente y pasó un tiempo en el hospital, Joe Loney, director de Los Misioneros Laicos Maryknoll en Cochabamba, Bolivia, ayudó para que Ayala fuera transportado a las Misioneras de la Caridad de la Madre Teresa en Cochabamba, donde O’Donoghue sirve desde hace cuatro años. El hogar establecido hace 12 años por las Misioneras de la Caridad en colaboración con la iglesia Santa Vera Cruz está formado por cuatro hermanas. Ellas proveen comida albergue, medicina y cuidan hasta 20 hombres con enfermedades como el VIH/SIDA, tuberculosis, problemas respiratorios o discapacitados, como Ayala.
O’Donoghue, 67, recibió un entrenamiento de tres meses en fisioterapia para aprender a trabajar con pacientes discapacitados. “Los pacientes me preguntan si les puedo ayudar a caminar, porque no se sienten bien en una silla de ruedas todos los días”, dice el misionero. “Ellos se vuelven obesos, que es muy malo para su corazón, y es un poco deprimente estar en silla de ruedas”.
Antes de la pandemia de COVID-19, O’Donoghue podía físicamente tocar y ejercitar las piernas de Ayala, brazos y cabeza, pero ahora ha cambiado su rutina para mantener una distancia social segura. “Le explico a la distancia que ejercicios debe hacer”, dice el misionero. “En este momento Ayala no puede usar las barras paralelas para tratar de caminar a pesar que lo hemos intentado”. Sin embargo, O’Donoghue añade, Ayala ha mostrado algo de progreso. Él es capaz de levantar pesas y sus brazos se están poniendo más fuertes. O’Donoghue también trata de entablar una conversación simple todos los días y lo hacer dibujar para mantener su mente despierta.
Aparte de ayudar a los pacientes con ejercicios en el hogar. Cada mañana, el misionero empieza limpiando el comedor, trapeando el piso, lavando los platos y vaciando la basura.
La mayoría de los residentes, dice O’Donoghue, han sido abandonados y nadie viene a visitarlos. “Las hermanas y yo somos la única familia que ellos tienen y por eso muchos se deprimen”, dice él. “Tratamos de pasar tiempo con ellos, tenemos tiempo de oración y les brindamos esperanza”.
O’Donoghue ve su trabajo como un ministerio de acompañamiento, estando presente en las vidas de estos hombres, escuchándolos y hablando. “Los animo y ayudo con sus tareas y estoy pendiente de ellos”, dice. “Es una especie de uno a uno con los pacientes. De hecho, disfruto trabajar aquí. A pesar que la gente se deprime, nos reímos y nos divertimos mucho”.
Edgar Medina, 33, quien tenía parálisis parcial, era un paciente con el que trabajaba O’Donoghue. “John es una buena persona, amable y generoso. Él no siente por sí mismo, sino por los demás”, dijo Medina, quien dejó el hogar después de cinco años y ahora puede usar un andador. “Creo que Dios lo ha enviado a apoyarnos”.
O’Donoghue conoció a la Madre Teresa, ahora santa, mucho antes de llegar a Cochabamba. Él sirvió seis meses en una de sus casas en Calcuta hace 26 años. “La Madre Teresa era una mujer pequeña, pero con una enorme cantidad de energía”, dice “A sus 80 años, era muy activa. Aunque tenía artritis y un marcapasos, todos los días realizaba reuniones, daba órdenes y organizaba eventos. Ahora, curiosamente, terminé trabajando nuevamente con las hermanas Misioneras de la Caridad en Bolivia”.
O’Donoghue emigró de Irlanda a Estados Unidos cuando tenía 18 años. Tiene una licenciatura en contabilidad de Bentley College en Waltham, Massachusetts, y un posgrado de la Universidad de Cambridge, Inglaterra, en estudios de desarrollo, con enfoque en el desarrollo social, económico y político del sur global. Trabajó en el campo de negocios como contador durante 10 años.
“Pero sentí que necesitaba hacer algo más espiritual”, dice. “Quería profundizar mi espiritualidad y explorar mi fe”. Antes de unirse a los Misioneros Laicos Maryknoll hace 14 años, trabajó con organizaciones sin fines de lucro en India, Sri Lanka, Lesotho, Malawi, Nigeria y Sudán.
Como misionero laico Maryknoll, O’Donoghue sirvió en Timor Oriental, donde administró un programa para fabricar zapatos especializados, triciclos y sillas de ruedas para discapacitados. Luego sirvió en Kenya en la Diócesis de Kitale, trabajando con grupos de mujeres y hombres en proyectos de generación de ingresos.
Ver a personas muy enfermas, en sillas de ruedas o amputadas le hace apreciar más sus propias bendiciones. “Me hace darme cuenta de la suerte que tengo de caminar todos los días y de tener buena salud”, dice. “Realmente me encanta ver a los hombres fuera de las sillas de ruedas, en el andador o al menos con muletas porque vuelven a tener vida”.
Imagen destacada: El misionero laico John O’Donoghue lleva a Francisco Ayala al comedor para almorzar. (John O’Donoghue/Bolivia)