Las Hermanas Maryknoll firman un acuerdo legal para conservar una parte de su propiedad, preservando sus bosques y humedales.
En el año centenario de su fundación, las Hermanas de Maryknoll le están dejando un regalo ecológico a generaciones futuras. A través de un acuerdo legal, las Hermanas están preservando a perpetuidad 42 acres de bosque y tierras pantanosas de los 67 acres en los que se encuentra su sede central en Ossining, Nueva York.
“Estamos protegiendo estas tierras para que nunca se permita ningún tipo de construcción allí”, dice la Hermana Doreen Longres, quien junto a la Hermana Janet Miller co-dirige la Oficina del Ambiente de las Hermanas de Maryknoll. El 3 de junio se celebra la designación oficial de la propiedad como tierra de preservación ecológica.
Cuidar de la tierra siempre ha sido una prioridad de las Hermanas de Maryknoll. “Hemos visto los efectos devastadores de la explotación de la tierra en los pueblos a los que servimos alrededor del mundo”, dice Longres. Al ministrar a pueblos de tradiciones y culturas antiguas, las Hermanas han adquirido una conciencia profunda de la reverencia que esos pueblos tienen por la creación de Dios y la responsabilidad que todos compartimos por cuidarla. En su asamblea general en el 2002, las Hermanas declararon: “Nos urge vivir de un modo que dé testimonio de la integridad de lo sagrado de toda la creación”. Ellas han reafirmado esa declaración y hacen todo lo posible por ponerla en práctica alrededor del mundo.
En Darién, Panamá, por ejemplo, Hermanas de Maryknoll iniciaron un centro pastoral para enseñar a los agricultores la necesidad de renovar la tierra usando compost y métodos de agricultura orgánica para evitar los químicos que afectan la tierra. También exhortan a los jóvenes a reconocer la dignidad de trabajar la tierra y preservarla para sus futuros hijos.
En un centro pastoral en Panamá, la hermana Jocelyn Fenix (camiseta azul) ayuda a las personas a aprender a renovar su tierra agotada. (Cortesía de las Hermanas Maryknoll)
En Zimbabwe, Hermanas de Maryknoll fundaron el centro llamado Apoyo Agrícola y Educación para Huérfanos, una organización caritativa que asiste a más de 1,200 huérfanos. Varios de sus ex alumnos ahora son voluntarios. El centro ayuda a los niños con educación, salud y nutrición. Una clave de la organización es la agricultura práctica. El programa ofrece semillas, fertilizantes, metodología y motivación para que los niños cultiven vegetales para su propio consumo y para proveer un poco de ingresos para ayudar con los gastos de escuela. En Luzon, Filipinas, otras Hermanas de Maryknoll han creado un santuario ecológico para ofrecerle a las personas un enfoque espiritual sobre el cuidado de la creación.
Mientras tanto, en su sede en Nueva York, las Hermanas han buscado maneras de preservar el medio ambiente. Establecer una oficina especial fue el primer paso. “El objetivo es promover prácticas ambientalistas aquí como lo hacemos en el extranjero”, dice Longres, quien empezó a trabajar en la oficina en el 2003, después de 21 años de servicio en Perú, donde aprendió la reverencia que el pueblo aymara tiene por la tierra. Miller, quien sirvió en Tanzania y Panamá y enseñó agricultura con la Hermana Frances Kobets en Zimbabwe, se unió a Longres en la Oficina del Medioambiente en el 2005.
Al trabajar junto con otras comunidades religiosas, las Hermanas de Maryknoll han establecido su propia ética sobre la tierra. “Estamos llamadas a ver la bondad de la tierra; no como un objeto sino como una entidad que le da morada a varios aspectos de la vida”, dice Longres.
Las Hermanas de Maryknoll se asociaron con Westchester Land Trust, una organización local dedicada a la preservación de espacios abiertos para el presente y para el futuro. El grupo calificó los 42 acres de tierra en los límites de la propiedad de las Hermanas como valiosos para la preservación. Los pantanos son áreas ecológicamente significativas para el almacenamiento de agua para prevenir inundaciones, para proveer una recarga de agua subterránea, y habitat para plantas y animales en riesgo; filtración natural para la purificación del agua, y porque son estéticamente placenteros. Las Hermanas saben que más del 90 por ciento de pantanos de este continente han sido destruidos.
Trabajar en conjunto con el personal de Westchester Land Trust ha sido de mucha ayuda, dice Longres. El grupo monitoreará la integridad de la preservación, lo que Longres considera, “un testimonio del compromiso de las Hermanas de Maryknoll para vivir con mayor responsabilidad y proteger la tierra”.
Imagen destacada: Las Hermanas Janet Miller (izq.) y Doreen Longres, en el santuario natural que las Hermanas de Maryknoll han decidido conservar en perpetuidad. (Lynn Monahan/EE.UU.)