Por Heidi Cerneka, MKLM
Domingo, 24 de julio del 2022
Génesis 18:20-32; Colosenses 2:12-14; Lucas 11:1-13
La Misionera Laica Maryknoll Heidi Cerneka reflexiona sobre el llamado del Evangelio para responder a nuestros vecinos necesitados. (Escrito en 2019)
¿Qué padre entre nosotros le dará a su hijo una víbora cuando le pide un pescado? ¿O darle un alacrán cuando pida un huevo?
Estamos llamados hoy por estas lecturas de las Escrituras, por el Evangelio, por el Obispo Mark Seitz de El Paso y por nuestras propias comunidades a despertarnos en la noche, levantarnos de nuestras cómodas camas y darle a nuestro prójimo el pan que pide.
Estamos llamados a escuchar el golpe en nuestra puerta y responder.
No es una llamada fácil. A veces no sabemos si tenemos suficiente pan para mañana, para nuestro hogar y nuestra familia, pero también el Evangelio nos recuerda que nos acerquemos a Dios y confiemos en que tendremos nuestro pan de cada día. Jesús dice claramente, “Pidan y se les dará, busquen y encontrarán, toquen y se les abrirá”.
Óscar Alberto Martínez Ramírez y su hija Valeria, de 23 meses, tocaron la puerta y pidieron asilo. Ellos fueron devueltos a México en una política estadounidense peligrosa que permite que el gobierno rechace a los solicitantes de asilo y los deje sin hogar y sin un centavo en Juárez, México, durante meses, sino años, esperando actuar sobre su derecho legal de buscar asilo en Estados Unidos.
Cuando el gobierno de Estados Unidos los rechazó y los devolvió a México, probablemente enfrentaron amenazas, violencia, hambre y desesperación. Y así, negados el derecho a pedir asilo en un puerto de entrada legal, cruzaron el Río Bravo para llegar a suelo estadounidense y pedir asilo.
El 24 de junio de 2019, padre e hija se ahogaron en el Río Grande cuando cruzaban de México a Texas cerca de Brownsville. La foto de sus cuerpos en el río se volvió viral.
El obispo Seitz de El Paso está muy consciente de esta realidad y apoya activamente el ministerio con los inmigrantes en su diócesis. Tres días después de las muertes en el río, viajó a Juárez, México, para orar con los migrantes y acompañar a una familia que busca asilo en la frontera. Su acción fue de solidaridad y un llamado a una mayor justicia.
En su declaración de ese día, el obispo Seitz dijo: “En Estados Unidos de hoy, ¿ya no existe regla de oro (“Trata a todos los seres humanos como te gustaría que te trataran”)? ¿Hemos olvidado las lecciones de las Escrituras? ¿Hemos olvidado el mandamiento de amar? ¿Hemos olvidado a Dios? Pero aquí en la frontera, Él llama a la puerta”.
Vivir en El Paso, en la encrucijada de Estados Unidos y México, es doloroso.
Escucho, veo y siento el sufrimiento de las personas que huyen para salvar sus vidas, que huyen para proteger la vida de sus hijos y a las que les cierran la puerta en la cara. Como abogada de inmigración, conozco personas que cuentan historias de tortura, violencia policial, amenazas y extorsión del gobierno, y personas que hablan sobre los peligros de esperar en Juárez para presentar sus casos. Mi corazón se rompe una y otra vez cuando escucho que una autoridad del gobierno decidió que no están en peligro, que no “merecen” asilo, que no son nuestro problema.
Sin embargo, la humanidad es resistente y la gente continúa esperando contra viento y marea. Las acciones solidarias y basadas en la fe por la justicia inspiran a las personas a proteger a Dios entre nosotros poniendo agua en el desierto y albergando a las personas sin hogar. Miles de voluntarios dan tiempo y compasión, muchos otros oran por justicia y amor, y solo Dios sabe cuántos contribuyen con dinero para apoyar a organizaciones que albergan y alimentan a los migrantes y luchan por la justicia.
No nos rendimos. Nuestro trabajo es abrir la puerta, dar la bienvenida al extraño, darle a nuestro hijo un pez y no una serpiente. Creemos en la esperanza y en la justicia.
Dios escucha el clamor de la injusticia y se vuelve hacia Sodoma y Gomorra. Al mismo tiempo, Dios escucha la pregunta de Abraham y está de acuerdo en que 10 personas actuando justamente pueden salvar a los 1000. No significa que podamos quedarnos sentados como parte de los 990 y confiar en que diez personas son dignas de ser salvadas, o que podemos asumir que somos uno de los 10. Pero nos da esperanza de que cuando los gritos del pecado y el mal son abrumadores, esa esperanza no se pierde.
Somos personas de fe. Debemos hacer lo correcto por nuestras hermanas y hermanos, por nuestros vecinos, y no solo proteger nuestros propios hogares. Debemos confiar en el Dios que nos guía. Debemos confiar en que Dios nos dará el pan de cada día, que, si llamamos, Dios estará allí para abrir un camino. Debemos ser las manos de Dios que dan pan, abren la puerta aun cuando sea en medio de la noche y estemos calentitos en nuestras camas, y que busquen justicia para cada uno del pueblo amado de Dios.
La Misionera Laica Maryknoll Heidi Cerneka se desempeñó como abogada voluntaria de inmigración en El Paso, Texas, de 2019 a 2022.
Para leer otras reflexiones bíblicas publicadas por la Oficina de Asuntos Globales de Maryknoll, haga clic aquí.
Imagen destacada: Una mujer en El Paso, Texas, enciende velas durante una vigilia el 5 de julio del 2022 en honor a los 53 migrantes que murieron en un camión de carga en San Antonio el 27 de junio. (Foto CNS/José Luis González, Reuters)