Brenda Noriega, 30, no olvida dos momentos jubilosos de su vida, cuando habló, miró a los ojos y tocó las manos del Papa Francisco. Primero en un almuerzo privado en la Jornada Mundial de la Juventud en Panamá y luego en una audiencia en el Vaticano, después del Sínodo de Obispos sobre los jóvenes.