Retorno a Chamelecón

Tiempo de lectura: 7 minutos
Por: Gregg Brekke
Fecha de Publicación: Jun 1, 2021

Legado de sacerdote Maryknoll en un barrio de Honduras, devastado por los huracanes, continúa

Las calles llenas de barro del barrio Chamelecón en San Pedro Sula, Honduras, sirven como un recordatorio visceral de un pueblo olvidado. En enero de 2021, dos meses después que las lluvias de los huracanes Eta e Iota hicieran desbordar las orillas del río Chamelecón, llenando casas y negocios con más de un metro de sedimento, los residentes de este suburbio pobre sobrevivían en la miseria inundada sin servicios básicos y sin el apoyo necesario de la municipalidad.

Más de 100.000 personas viven aglomeradas en espacios estrechos en esta comunidad de baja altitud, donde se estima que 20.000 hogares fueron destruidos o dañados y 40.000 personas fueron desplazadas por las recientes tormentas. Las dificultades y la pobreza no son ajenas a esta comunidad, y tampoco lo es Maryknoll.

De 1999 a 2008, el Padre Thomas Goekler, un misionero Maryknoll de West Haven, Connecticut, sirvió al pueblo de Chamelecón. Durante sus nueve años aquí, el padre Goekler se enfocó en ayudar a las personas a crecer en su fe, recibir la tan necesitada atención médica, avanzar en su educación y aprender valiosas lecciones de vida a través del trabajo y el servicio.

Varios programas iniciados por el padre Goekler en San Pedro Sula, al que él llamaba su “pueblo natal adoptivo, … un pedacito de cielo, y mucho desamor”, han tenido un impacto duradero en la gente de este barrio. Aunque el padre Goekler murió en el 2010 de un ataque al corazón en Guatemala, sus ministerios todavía siguen marcando una diferencia en la comunidad a través del liderazgo de aquellos que él formó y de formas prácticas en apoyo de la salud y la sostenibilidad de las personas que viven aquí.

El Padre Maryknoll Thomas Goekler toma un descanso para beber un café con dos jóvenes locales y un médico visitante, Brandon Stark de Chico, California, en una foto de 2006. (Sean Sprague/Honduras)

El Padre Maryknoll Thomas Goekler toma un descanso para beber un café con dos jóvenes locales y un médico visitante, Brandon Stark de Chico, California, en una foto de 2006. (Sean Sprague/Honduras)

El objetivo principal de estos ministerios era contrarrestar el reclutamiento de pandillas y mejorar el
bienestar de los residentes. A Chamelecón a menudo se le conoce como la “capital de los asesinatos de Honduras”—algunos dicen que lo es de toda Centroamérica—debido a la prevalencia de pandillas rivales. Las pandillas MS-13 (Mara Salvatrucha) y MS-18 (Mara 18) libran una guerra territorial diaria aquí por el control de la distribución de narcóticos, la trata de personas y la extorsión o la amenaza de violencia a cambio de “protección” para las empresas locales.

Según se dice, el padre Goekler era muy valiente ante el desafío de los pandilleros, a menudo los reprendió por sus actos violentos, e incluso los condenó por reclutar y corromper a niños pequeños durante un servicio celebrado para un pandillero fallecido. También es recordado como un mentor compasivo, pero estricto, de los jóvenes en riesgo y un defensor de los pobres que viven en Chamelecón.

Más de 50 jóvenes se abrieron paso en la vida a través del programa Caminando por la Paz del padre Goekler durante su gestión aquí, cuando en el proceso de construcción de viviendas para los residentes adquirieron habilidades para diferentes oficios y entrenamiento en construcción, liderazgo y valiosas lecciones de vida mientras ayudaban a mejorar su comunidad.

Con el beneficio de otro programa llamado Jóvenes en la Calle, muchos jóvenes recibieron consejería y becas para asistir a escuelas locales. Varios terminaron la universidad y ahora enseñan en las escuelas a las que asistieron. Según un graduado del programa, ninguno de los participantes del programa ingresó a una pandilla.

Los residentes mueven un sofá recuperado durante una tormenta torrencial en Chamelecón. Esperan limpiarlo y revenderlo a quienes lo perdieron todo durante los huracanes Eta e Iota. (Gregg Brekke/Honduras)

Los residentes mueven un sofá recuperado durante una tormenta torrencial en Chamelecón. Esperan limpiarlo y revenderlo a quienes lo perdieron todo durante los huracanes Eta e Iota. (Gregg Brekke/Honduras)

Aunque una Casa del Trabajador Católico fundada aquí por el padre Goekler ya no existe, algunos programas auxiliares aún están en funcionamiento, incluidas dos clínicas de salud, una de las cuales brinda servicios de eliminación de tatuajes para ex miembros de pandillas y para aquellos que esperan dejar las pandillas.

“La gente lo quería, y lo seguía”, dice Angelina Enamorado, quien dirige una pequeña clínica y una tienda de abarrotes desde su casa en Chamelecón. Ella expresa una profunda gratitud por el misionero Maryknoll que apoyó su esfuerzo de 32 años para mejorar la comunidad.

“Él realmente ayudó muchísimo”, dice ella sobre el apoyo del misionero a su clínica. “Cuando él decía que era importante tener controles médicos o que los niños estuvieran vacunados, la gente escuchaba”. Ella dice que él también estableció relaciones con organizaciones en Estados Unidos que proporcionaban suministros y medicamentos.

Enamorado ayuda a los residentes con necesidades tales como atención prenatal, medicamentos básicos, chequeos y diagnósticos. Problemas de salud como enfermedades cardíacas, irritaciones de la piel y los pulmones y una gran cantidad de problemas gastrointestinales afectan a los residentes. Estas condiciones se ven agravadas por el agua estancada y el desbordamiento de aguas residuales después de las tormentas. El daño causado por los huracanes en su pequeña farmacia es visible en una habitación lateral llena de instrumentos médicos, como muletas y una silla de ruedas, que necesitan limpieza y restauración.

“Ya estábamos en la pandemia cuando llegaron los huracanes”, dice. “Esa sigue siendo nuestra principal preocupación en este momento. La gente no sabe quién está infectado y tiene miedo”.

Suyapa Bonilla, auxiliar de enfermería, trabaja en la clínica de salud en el barrio Chamelecón. (Gregg Brekke/Honduras)

Suyapa Bonilla, auxiliar de enfermería, trabaja en la clínica de salud en el barrio Chamelecón. (Gregg Brekke/Honduras)

El barrio San José en Chamelecón, a orillas del río, donde vive Enamorado, fue el más afectado por las tormentas del 2020. Transitar s a pie por las calles embarrada implica caminar entre charcos y sobre montículos de escombros, a menudo atravesados por tablas, colchones empapados o restos de muebles rotos.

Aquí Hunter López limpia el barro de la casa de su madre al otro lado de la calle de la casa de Enamorado. Las fuertes lluvias a lo largo de enero lavaron gran parte del lodo previamente eliminado de la calle y lo devolvieron al patio y al área de la cocina de la planta baja de la casa.

“Cualquier trabajo que se haya hecho para limpiar hogares o eliminar desechos se hizo con nuestras propias manos”, dice López. “Esta comunidad será la última en limpiar sus calles (en San Pedro Sula). Está casi olvidada por el gobierno”.

Angelina Enamorado se encuentra en su casa, que también sirve como clínica médica y tienda de abarrotes en el barrio Chamelecón en San Pedro Sula, Honduras. (Gregg Brekke/Honduras)

Angelina Enamorado se encuentra en su casa, que también sirve como clínica médica y tienda de abarrotes en el barrio Chamelecón en San Pedro Sula, Honduras. (Gregg Brekke/Honduras)

Otro legado del padre Goekler es una segunda clínica en el distrito comercial central del barrio operada por Suyapa Bonilla. Ella conoció al sacerdote cuando él llegó por primera vez a Chamelecón en busca de personas que entendieran a la comunidad. Los proveedores de salud ofrecieron un conducto para desarrollar otras relaciones.

La clínica, que recibe hasta 70 personas por semana, cuenta con Bonilla como su auxiliar de enfermería principal. Las consultas de salud, dice, son gratuitas, aunque se pide a las personas que paguen lo que puedan por servicios adicionales. Además de las enfermedades comunes y los controles de bienestar, la clínica distribuye y administra medicamentos antirretrovirales a las personas que viven con el VIH.

Sin embargo, ahora, en 2021, Bonilla dice que la principal preocupación de quienes ella atiende es “solo el virus”. Los casos de COVID-19 se han disparado en el atestado barrio, y aunque ella dice que el uso de mascarillas es común, muchas personas todavía no las usan y el distanciamiento social no se practica totalmente.

“Hemos visto muertes diarias debido al virus”, dice. “Es el momento más difícil que he experimentado como proveedora médica. No podemos ayudar una vez que las personas se enferman demasiado”.

Bonilla y su esposo, José, también operan el programa Adiós Tatuajes desde la clínica, utilizando láser para eliminar los tatuajes de los pandilleros.

En los 30 años que lleva operando Adiós Tatuajes, Bonilla estima que se han quitado la cantidad de 26.000 tatuajes, la mayoría de aquellos que han dejado las pandillas y ya no quieren llevar en sus cuerpos los símbolos de esa participación.

“Muchos jóvenes a los que les quitaron los tatuajes regresan y dicen: ‘Mira, ahora estoy trabajando, gracias a ti’”, dice ella. “Esos momentos son algunos de nuestros momentos más exitosos: cambiar la vida de quienes pertenecen a las pandillas para que puedan conseguir un trabajo y volver a tener relaciones normales con los demás”.

Es este ejercicio de amor por la gente de Chamelecón lo que todavía motiva a Bonilla, a través de las dificultades de la pandemia y los huracanes, e incluso más allá de la pérdida de su amigo el padre Goekler hace más de una década.

“Amarnos unos a otros, a otros seres humanos, como enseña Jesús, es la razón por la que todavía estamos aquí”, dice ella. “A veces es muy difícil amar a alguien, pero mi fe me enseña que esta práctica [médica] es la forma en que puedo mostrar amor a las personas”.

Gregg Brekke, de Bellingham, Washington, es un escritor y fotoperiodista dedicado a contar historias de justicia y fe.

Imagen destacada: La limpieza continúa en Chamelecón, un vecindario en San Pedro Sula, Honduras, luego de que los huracanes Eta e Iota en 2020 causaran inundaciones masivas en comunidades a lo largo del río Chamelecón. (Gregg Brekke/Honduras)

Sobre la autora/or

Gregg Brekke

Gregg Brekke es un fotoperiodista y escritor galardonado, quien se dedica a contar historias de justicia y fe.

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