Sacerdote reflexiona sobre una misión de largo tiempo al lado del pueblo de Nepal.
Todo comenzó con un sacerdote en una motocicleta. En la escuela, Joe Thaler, de 11 años, quedó cautivado por una presentación sobre Maryknoll. “Un sacerdote manejando una motocicleta en África lucía bastante atrayente”, recuerda el Padre Maryknoll Joseph Thaler. Fue el punto de partida para una vida de servicio. En Nepal, él recorre miles de millas manejando por caminos traicioneros en una motocicleta Honda XL 185, meticulosamente cuidada por 30 años.
“Sentí el llamado al sacerdocio incluso cuando era más joven, y obtuve mucho refuerzo positivo”, reflexiona el misionero.
La familia del joven Thaler y los sacerdotes de la parroquia lo apoyaron. Otra influencia fue un amigo de la familia, el Padre Robert Greene, un misionero Maryknoll quien había sido tomado como prisionero en China. Después de graduarse de la escuela Covington Catholic High School en Park Hills, Kentucky, Thaler empezó su entrenamiento vocacional en Maryknoll College Seminary en 1967.
El padre Thaler con Sitaram y Reena Tharu, graduados del Programa de Capacitación en Corte y Confección para Personas con Diferentes Capacidades, frente a su hogar en Khairapur, Nepal. Las aprendices de la pareja están detrás, y un niño del vecindario está sentado con el padre. (Gregg Brekke/Nepal)
A mediados de los años 1970s, el trabajo de las misiones de Maryknoll estaba tomando nuevas formas. “La Misiología dentro de la Iglesia estaba cambiando”, dice el padre Thaler. “Por primera vez, la Iglesia estuvo dispuesta a aceptar el hecho de que se puede encontrar la verdad en otras religiones”. Continúa: “Quizás Dios ya estaba presente en otros pueblos y otras culturas antes que llegara una persona misionera”.
En Nepal, entonces conocido como un reino hindú, a los misioneros no se les permitía bautizar ni predicar. Incluso hoy en día está prohibido por ley hacer proselitismo, aunque se permiten las conversiones personales y la práctica de todas las religiones.
“Pero aun así, Maryknoll sintió que aquí era donde Dios nos estaba llamando a estar”, relata el padre Thaler.
Él señala que en 1974, el Papa Pablo VI había convocado a un sínodo para definir la evangelización: “Se enfatizó que el mundo necesita ver testigos de una nueva forma de vida posible para que puedan ser presentados a la Buena Nueva”.
Después de mucho discernimiento personal y de la decisión de la Sociedad Maryknoll de abrir una misión en Nepal, el 17 de octubre de 1977 el padre Thaler abordó un avión para Katmandú.
Él describe haber quedado rendido ante el majestuoso paisaje montañoso desde el avión cuando llegó a Nepal. “Bum, ahí ves el Everest por la ventana y las hermosas montañas del Himalaya”, recuerda el padre Thaler.
“Y fue muy claro. Cuando llegué aquí, sentí que aquí es donde quería estar; fue una sensación realmente buena”, agrega. “Cuando miro al pasado y veo cómo terminé en Nepal, es porque no solo fui llamado al sacerdocio, sino que sentí que este era el llamado que tenía, a la misión”.
El padre Thaler, simplemente conocido como “padre Joe,” y su indomable personal pronto se involucraron en docenas de proyectos comunitarios. Así se haría visible la Buena Nueva en la misión.
Uno de los primeros misioneros en Nepal había trabajado con personas con capacidades diferentes en Japón y sensibilizó a otros miembros del equipo sobre su difícil situación. Los misioneros se dieron cuenta de que en Nepal se evitaba a las personas con discapacidad. Culturalmente, la discapacidad se veía como una maldición, una mancha kármica en la familia, algo que interrumpía el diseño del universo. A menudo, las familias ocultaban a los discapacitados o los obligaban a sobrevivir mendigando.
“Caminábamos por la calle y vimos una mujer vendiendo cigarrillos”, dice el padre Thaler. “Tenía un saco a su lado, y de vez en cuando, ese saco temblaba. Así que le preguntamos: ‘¿Qué hay en el saco?’ Nos dijo que era su hija. Y la razón por la que tenía a su hija en el saco fue porque estaba discapacitada”.
Conmovidos por este y otros ejemplos, los misioneros crearon un centro para personas con discapacidades físicas y mentales. El proyecto proporcionó un espacio para conocer a otras personas como ellas, para crecer en autoestima y adquirir habilidades.
“Fue un trampolín para nuevas ideas”, dice el padre Thaler, reflexionando sobre esos primeros años. La misión se expandió para abarcar a otras personas en riesgo en Nepal: viudas, personas de castas inferiores, estudiantes con pocas oportunidades y jornaleros en fábricas de ladrillos.
El padre Thaler recorre los caminos de Nepal en su motocicleta Honda XL 185, la cual ha cuidado por 30 años. (Cortesía de Joseph Thaler/Nepal)
“La Buena Nueva en el contexto nepalí”, dice el padre Thaler, “se ve en su trabajo de educar para la autosuficiencia, ayudar a liberar a las mujeres de las cárceles, reconstruir hogares y comunidades después del terremoto de 2015, satisfacer las necesidades médicas y de salud mental, salvar a los jóvenes de la trata de personas y brindar alivio a personas afectadas por el COVID”.
Durante la pandemia, la misión Maryknoll proporcionó cilindros de oxígeno, distribuyó equipo de protección personal y trabajó con agencias locales para mitigar el contagio.
Todo esto se logra a través del personal dedicado de Maryknoll Nepal y las asociaciones con otras organizaciones no gubernamentales, cultivadas desde el principio de la misión. Cuando se le preguntó cuántas personas han sido asistidas por la misión Maryknoll en Nepal, el padre Thaler recita cifras de casi una docena de proyectos a largo plazo.
La lista sigue y sigue, con el número llegando a los miles.
El padre Thaler ha manejado por cambios de régimen, desastres naturales y cambios en la cultura nepalí. Lo más importante es que ha desarrollado relaciones profundas. Él comparte su vasta experiencia en administración financiera y organizacional, pero también es parte de la vida de las personas con alegría.
Como representante de los Padres y Hermanos Maryknoll en Nepal, el misionero disfruta visitando proyectos en varias comunidades remotas y aisladas. Debido a las condiciones del terreno y el clima, a veces hacer un viaje de solo cinco millas puede llevar hasta una hora en motocicleta. Al padre Thaler no le importa.
“Compartir comidas y participar en bodas y festivales y todo tipo de actividades culturales es algo común en cada visita a un proyecto”, dice el misionero. “Me extienden invitaciones para visitar el templo, la gompa (monasterio budista) o la mezquita e incluso la cueva para compartir una bendición. Aprendo y escucho las muchas necesidades que van más allá del trabajo del proyecto ‘oficial’, y juntos respondemos a ellas”.
Aunque el alcance de la misión de Maryknoll es amplio, el presente enfoque del compromiso del padre Thaler en cada actividad es con los marginados y los pobres.
El misionero está agradecido de que en Maryknoll, la vocación sacerdotal no se limita al ministerio sacramental en la parroquia, por más importante que sea. En 2021, el misionero celebra 45 años de ministerio ordenado como sacerdote Maryknoll.
“Nuestro llamado es a la misión. Nuestro llamado es a otras personas y a vivir el Evangelio”, dice. “En mi vida me siento muy feliz en el sacerdocio, porque me ha llamado a servir y a estar presente en el mundo en diferentes tipos de situaciones”.
Gregg Brekke es un fotoperiodista y escritor galardonado dedicado a contar historias de justicia y fe.
Imagen destacada: La instructora Gyanu Kumari Chaudhary (extremo izquierdo) con el Padre Maryknoll Joseph Thaler (centro) y estudiantes del Programa de Capacitación en Corte y Confección para Mujeres Desfavorecidas en Baniyabhar, distrito Bardiya, Nepal. (Gregg Brekke/Nepal)