Obispos africanos lamentan impotencia para impedir que jóvenes se vayan a otros países

Tiempo de lectura: 4 minutos
Por: Servicio Católico de Noticias (CNS)
Fecha de Publicación: Ago 17, 2022

Por Ngala Killian Chimtom, Catholic News Service

YAOUNDÉ, Camerún (CNS) — En el estruendo del tráfico de Yaoundé, miles de jóvenes rondan varias oficinas, documentos en mano, en busca de trabajo.

Cuando la frustración se impone, muchos jóvenes ven posibilidades de un futuro más allá de las costas del país. Así fue como Jannet se fue de Camerún hace dos años.

Un reclutador le dijo que tendría un trabajo bien remunerado cuando llegara al próspero Kuwait. Su familia acordó endeudarse con el reclutador para pagar el pasaje aéreo y otros gastos asociados.

Pero la promesa de un buen trabajo se convirtió en una pesadilla en Kuwait. Un miembro de la red de reclutadores confiscó su pasaporte, teléfono móvil y otros documentos personales y la llevó a la casa de una familia adinerada, donde Jannet tenía que trabajar muchas horas con poca comida.

“Me despertaba a las 5:00 a. m. y me acostaba a la 1:00 a. m., a veces sin comer”, ella le dijo a Catholic News Service.

Durante más de dos años, Jannet trabajó como si fuera una esclava para esa familia, durmiendo en el piso de la cocina. Ella dijo que se vio obligada a usar los “baños” reservados para gatos.

“Solía llamar (a los gatos) mis hermanos”, recordó Jannet, porque “eran la única familia que tenía”.

La suya no es una historia aislada. Beatrice Titanji, vicepresidenta del Centro de Trauma para Víctimas de la Trata de Personas de Camerún, dijo que estos mercados de esclavos modernos se pueden encontrar en todos los estados del Golfo.

“De hecho, tienen puestos como los que tendrías en el mercado, y (las personas) se venden y compran para el servicio doméstico”, dijo Titanji.

“Así que los trasladan a sus distintos dueños como se negoció antes, porque hay personas aquí en Camerún que realmente negocian, obtienen dinero, los venden a precios más altos, los venden dependiendo del cariz de la víctima, como sucedió hace 200 años durante la trata de esclavos. Nuestros niños son vendidos y comprados hoy en Medio Oriente”.

La situación ha llamado la atención de los miembros del Simposio de las Conferencias Episcopales de África y Madagascar (SECAM por sus siglas en inglés).

Al reunirse en Accra, Ghana, del 25 de Julio al 1 de agosto, los obispos examinaron las causas de la migración, los riesgos involucrados, particularmente cuando se trata de la migración irregular, y lo que la Iglesia debe hacer para ayudar.

“La migración es un fenómeno social normal que está vinculado a la historia de la humanidad”, dijeron los obispos en un comunicado firmado por el cardenal designado de Wa, Ghana, Richard Kuuia Baawobr, presidente de SECAM.

“Por eso la migración no puede ser considerada ilegal sino irregular”, agregaron. Dijeron que si bien el sufrimiento de los migrantes no está vinculado a la migración como tal, la migración puede implicar sufrimiento: “abuso del estatus social… explotación, ignorancia” y miedo a la pobreza.

“Queremos expresar nuestro dolor al ver a nuestros jóvenes salir de nuestros países, sabiendo que van a sufrir y posiblemente perder la vida, y lamentamos nuestra incapacidad para evitar que se vayan”, dijeron los obispos.

Instaron a los jóvenes que deseen ejercer su derecho a migrar “a hacerlo de una manera que sea aceptable y con pleno conocimiento de los desafíos que les esperan”.

“Animamos a nuestros jóvenes a no perder la esperanza y a aferrarse a Dios a través de una vida de santidad”.

Los líderes de la iglesia también pidieron a los gobiernos que establezcan estructuras y condiciones que desalienten la migración irregular, como buen gobierno, oportunidades de empleo, seguridad multifacética, inclusión política y social, y promoción de la justicia social.

“Instamos a los países de tránsito y de acogida a respetar los derechos y la dignidad humana de los migrantes”, dijeron.

También desafiaron a las comunidades cristianas a “desarrollar una pastoral migratoria activa” que debería implicar acoger a los migrantes, protegerlos, promoverlos e integrarlos en la sociedad.

Un miembro de la tripulación de la organización no gubernamental española Proactiva Open Arms aparece en una foto de archivo consolando a un migrante africano rescatado en el mar Mediterráneo. Los obispos africanos están expresando “dolor” al ver a los jóvenes migrar a vidas de incertidumbre. (Foto CNS/Juan Medina, Reuters)

Jannet finalmente regresó a Camerún, enferma y frágil, sin nada más que la ropa que llevaba puesta. Ella dijo que cuando se enfermó, sus esclavistas la arrojaron a la calle.

Mientras vagaba por las calles de Kuwait, sin saber exactamente a dónde iba, Jannet finalmente se encontró con la Embajada de la República Centroafricana. El personal de la embajada la llevó a un hospital, la ayudó a reemplazar su pasaporte robado y pagó su vuelo de regreso a Camerún.

Aún así, los jóvenes en Camerún dicen que seguirán arriesgándose a irse.

George Atanga, que tiene una maestría en química, dijo que ha estado buscando trabajo durante los últimos cinco años.
“Ya sea que obtenga una visa o no, tengo que irme de este país”, le dijo a Catholic News Service mientras esperaba en la fila para tomar fotos para su pasaporte.

“Si no obtengo la visa, viajaré por Argelia y veré si puedo llegar a España. Mi futuro está ahí fuera”, dijo.

Es una tendencia en África, un continente donde el 51% de las mujeres jóvenes y el 43% de los hombres jóvenes están desempleados.

Imagen destacada: Los miembros de la tripulación de Sea-Watch ayudan a un migrante a abordar un bote de rescate en el mar Mediterráneo el 23 de julio de 2022. Los obispos africanos expresan “dolor” al ver a los jóvenes migrar a vidas de incertidumbre. (Foto CNS/Nora Bording, folleto de Sea-Watch vía Reuters) 

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