Por Flávio José Rocha, MKLM
Domingo, 18 de septiembre, 2022
Amós 8,4-7; Salmos 113,1-2, 4-6, 7-8; 1 Timoteo 2,1-8; Lucas 16,1-13
El Misionero Laico Maryknoll Flávio José Rocha en Brasil reflexiona sobre la enseñanza de Jesús de ser administradores justos y generosos de todo lo que nos ha dado Dios.
Hermanos y hermanas, aunque la lectura del Evangelio de Lucas cubre muchos aspectos de nuestra relación con las cosas materiales, especialmente el dinero, me centraré en la primera parte en la que el mayordomo es cuestionado por desperdiciar los bienes de su amo.
Quiero invitarles a imaginar que Dios está tocando sus puertas. Tú la abres y después de sentirte asombrado con el invitado inesperado, dejas entrar al visitante. Dios te abraza y te besa de la manera más gentil que puedas imaginar. Invitas a Dios a sentarse porque sabes que no es una visita al azar y tienes curiosidad por saber qué motiva a Dios a venir a tu casa.
Dios entonces comienza a decirte que hay habladurías en el pueblo que no estás cuidando las cosas como deberías y, por eso, debes escribir un informe sobre tu trabajo. Sabes que estás en problemas porque, si te despiden, no será fácil encontrar otro jefe con un corazón tan generoso ni un trabajo que te dé tanta libertad para aprovechar todo lo que hay en la oficina de forma gratuita.
Puedes ofrecer excusas por tu mal comportamiento, diciendo cosas como “Sabes, Dios, la vida en la Tierra no es fácil y quiero darme lo mejor a mí y a mi familia y es por eso que tomé tanto como lo hice”. Dios podría simplemente responder: “Pudiste haber tomado lo suficiente para ti y tu familia sin crear tal desastre”.
En su encíclica Laudato Si’, el Papa Francisca comienza: “En ese hermoso cántico nos recordaba que nuestra casa común es también como una hermana, con la cual compartimos la existencia, y como una madre bella que nos acoge entre sus brazos”.
Flávio José Rocha comparte un mensaje de respeto y responsabilidad. (Cortesía de los Misioneros Laicos de Maryknoll)
Pero luego continúa: “Esta hermana clama por el daño que le provocamos a causa del uso irresponsable y del abuso de los bienes que Dios ha puesto en ella. Hemos crecido pensando que éramos sus propietarios y dominadores, autorizados a expoliarla”.
En mi opinión, cuidar de la creación de Dios no significa vivir una vida incómoda, sino más bien significa administrar bien lo que tan generosamente ofrece nuestra Madre Tierra. Tenemos la tecnología y el conocimiento para hacerlo, sin embargo, continuamos con nuestras formas destructivas.
En lugar de guardianes, algunas personas se etiquetan a sí mismas como dueños de la creación de Dios. La manipulación de las semillas, la contaminación de ríos y océanos y la devastación de bosques para diferentes plantaciones lo demuestran muy claramente. Ser astutos como el mayordomo en la historia del Evangelio no ayudará a ninguno de nosotros a evitar ser responsabilizados por nuestra obligación de cuidar de la creación para las generaciones futuras.
Dios viene a nuestra puerta todos los días, hablándonos a través de nuestros niños, los ciudadanos del futuro. Ojalá que nuestros niños nunca escuchen decir que éramos malos administradores del bien común que nos pertenece a todos.
Imagen destacada: Una foto muestra la entrada de una casa colonial en São Paulo, Brasil. (Wikimedia Commons/Brasil)