Los Frutos de la Semilla del Amor en Corea

Tiempo de lectura: 7 minutos
Por: Tschangho John Kim
Fecha de Publicación: Mar 1, 2023

Un ex monaguillo de Corea recuerda el servicio de Maryknoll en su tierra natal.

Al celebrar el 100 aniversario de la llegada de Maryknoll a Corea, recuerdo las misiones y los sacrificios de los sacerdotes, hermanos y hermanas Maryknoll con quienes estoy inmensamente en deuda. Entre las personas que me educaron espiritualmente, los misioneros Maryknoll han moldeado significativamente lo que soy.

Hace un siglo, la Santa Sede encargó a la Sociedad Católica de América para las Misiones Extranjeras el ministerio en el área de Pyongyang en lo que hoy es Corea del Norte. El Padre Patrick J. Byrne llegó el 10 de mayo de 1923 y cuando se estableció la Diócesis de Pyongyang, cuatro años después, fue nombrado prefecto apostólico. (A la Sociedad Maryknoll luego se le confiaría la Diócesis de Cheongju y la Diócesis de Incheon).

Seis hermanas Maryknoll llegaron en 1924, y cada uno de los años siguientes más hermanas fueron enviadas a Corea. Con sus esfuerzos, bajo Monseñor John Morris, se estableció las Hermanas de Nuestra Señora del Perpetuo Socorro, la primera congregación coreana local. La Hermana Maryknoll Agneta Chang, que había recibido formación de noviciado en la casa central de Nueva York, fue asignada a la formación espiritual de las novicias.

Durante la Segunda Guerra Mundial, los misioneros que no eran coreanos fueron expulsados y evacuados. Después de muchas peticiones, a Maryknoll se le permitió regresar después de la guerra a la recién dividida Corea. Monseñor Byrne fue asignado a Seúl, donde fue consagrado obispo.

Sin embargo, en 1950, los comunistas de Corea del Norte atacaron y se apoderaron del Sur. 

Detenida y ejecutada, la hermana Chang se convirtió en una mártir moderna, junto con muchos otros. Crecí escuchando sus historias. Me recuerdan a los más de 20.000 mártires coreanos, incluidos 103 santos y 123 beatos que eligieron a Dios en lugar de la apostasía soportando brutales torturas en la dinastía Yi.

La terrible experiencia del obispo Byrne y de su asistente el Padre William R. Booth me hizo llorar.  Cuando los comunistas se acercaron, el obispo Byrne decidió no huir, diciendo: “Mientras los católicos coreanos y el clero permanezcan en Seúl, tengo que estar con ellos”. Los misioneros fueron capturados y obligados a unirse a la “Marcha de la Muerte” a Corea del Norte a través del insoportable frío de invierno. El obispo Byrne murió el 25 de noviembre de 1950 debido a las dificultades que tuvo que soportar. Sus últimas palabras incluyeron su dicho: “Siempre ha sido mi deseo dar mi vida por el bien de mi fe, y un buen Dios me ha concedido esta gracia”. 

Monseñor Patrick J. Byrne, quien empezó la misión de Maryknoll en Corea hace un siglo, fue consagrado obispo en Seúl en 1949. (Maryknoll Mission Archives)

Monseñor Patrick J. Byrne, quien empezó la misión de Maryknoll en Corea hace un siglo, fue consagrado obispo en Seúl en 1949. (Maryknoll Mission Archives)

El Padre Maryknoll Gerard Hammond, asignado por primera vez a Corea en 1960, todavía sirve allí. El misionero realiza viajes a Corea del Norte para ayudar a los enfermos de tuberculosis. (Maryknoll Mission Archives)

El Padre Maryknoll Gerard Hammond, asignado por primera vez a Corea en 1960, todavía sirve allí. El misionero realiza viajes a Corea del Norte para ayudar a los enfermos de tuberculosis. (Maryknoll Mission Archives)

La Guerra de Corea, de 1950 a 1953, devastó física y mentalmente a los coreanos. Los miembros de Maryknoll eligieron quedarse a cuidar a los surcoreanos devastados por la guerra, renunciando a la riqueza y los honores que pudieron haber disfrutado en Estados Unidos. Construyeron iglesias, escuelas, orfanatos y hospitales, demostrando lo que realmente significa el amor de Dios.

Se necesitaban urgentemente servicios médicos durante y después de la guerra, y Maryknoll estableció seis clínicas y se unió a otros hospitales que prestaban servicios en todo el país. (Anteriormente, la Hermana Mercy Hirschboeck, una doctora, había fundado el primer centro médico católico de Corea en 1933). Los doctores, entre ellos el padre Gerald J. Farrell y la hermana Anna Boland, y las enfermeras, incluidas las hermanas Rose Guercio, Augusta Hock y Jean Maloney, salvaron miles de vidas. 

La hermana Boland visitó las zonas rurales a pie para tratar a los pacientes. Se convirtió en una experta en desintoxicación de veneno de serpiente. La hermana Guercio estableció un sistema de seguro de salud asequible para reducir los costos de tratamiento. La hermana Maloney, que siete décadas después todavía vive en Corea, cofundó la Casa Magdalena para mujeres explotadas. 

Cuando era joven, no entendía por qué los misioneros Maryknoll pasaron voluntariamente por tantas dificultades, viviendo en ejemplar austeridad y servicio. Ahora, después de haber vivido una vida feliz y bendecida durante 80 años, sé cuán noble fue el amor que practicaron, y cuán inmensamente influyeron en mi vida. Sembraron esperanza en los corazones de los coreanos angustiados por un futuro mejor en este mundo, y en el mundo que sigue.  

El Padre William John McNaughton llegó en 1955 a la parroquia de Cheongju, donde serví como monaguillo. A menudo, veía al sacerdote arrodillarse ante el altar para orar. Esa imagen sagrada está firmemente grabada en mi corazón. Así comenzó mi vínculo con los religiosos Maryknoll.

La sociedad coreana ha sido autocrática y jerárquica. Dado que los católicos coreanos estaban familiarizados con sacerdotes estrictos y autoritarios, los feligreses quedaban confundidos por los miembros de Maryknoll que se acercaban a ellos con sonrisas amistosas. 

Como párroco, el Padre McNaughton trató de honrar y practicar las costumbres coreanas de hospitalidad. Cuando los feligreses visitaban, los saludaba sirviendo sandía o galletas caseras. Esa práctica ganó los corazones de los feligreses. 

Incluso después de ser consagrado obispo de Incheon en 1961, convirtiéndose en el cuarto obispo Maryknoll de Corea, el obispo McNaughton mantuvo un austero estilo de vida. Su apodo era “el obispo del subterráneo” ya que usaba el tren subterráneo para visitar sus parroquias. Una vez se le acercó un mendigo, cuenta una historia, y le dio al hombre su propia sotana ya que no tenía nada más que ofrecer. Esta anécdota enseña a los cristianos lo que es el amor de Dios.

El Padre Gerard Hammond, asignado por primera vez a Corea en 1960, y que aún sigue en servicio, ha visitado el norte comunista más de 60 veces para ayudar a los enfermos de tuberculosis. Dice que reza diariamente “para que mi corazón sea como el de un coreano”.

La Hermana Maryknoll Jean Maloney (en hábito), enfermera, vive en Corea desde hace 70 años. Ella ha servido en varios ministerios para enfermos, trabajadores y mujeres explotadas. (Maryknoll Mission Archives)

La Hermana Maryknoll Jean Maloney (en hábito), enfermera, vive en Corea desde hace 70 años. Ella ha servido en varios ministerios para enfermos, trabajadores y mujeres explotadas. (Maryknoll Mission Archives)

Las Hermanas Maryknoll Sylvester Collins (izq.) y Agneta Chang, aquí posando para la foto en 1939 con las novicias de la congregación Nuestra Señora del Perpetuo Socorro. (Maryknoll Mission Archives)

Las Hermanas Maryknoll Sylvester Collins (izq.) y Agneta Chang, aquí posando para la foto en 1939 con las novicias de la congregación Nuestra Señora del Perpetuo Socorro. (Maryknoll Mission Archives)

Una de las primeras misioneras Maryknoll enviadas a Corea, la Hermana Gabriella Mulherin, en 1960 ayudó a establecer un movimiento de cooperativas de ahorro y crédito. (Maryknoll Mission Archives)

Una de las primeras misioneras Maryknoll enviadas a Corea, la Hermana Gabriella Mulherin, en 1960 ayudó a establecer un movimiento de cooperativas de ahorro y crédito. (Maryknoll Mission Archives)

El Padre Raymond Francis Sullivan, un músico y cantante que fue pionero en la evangelización a través de los medios, reflexionó: “En el tiempo que viví en Corea … recibí todas las bendiciones que pude haber recibido”. 

Generaciones de coreanos también fueron bendecidos, yo entre ellos. Los padres Roy Petipren y John J. Kelly Walsh me enseñaron inglés cuando estaba en la escuela. Recuerdo que no respondí correctamente a la pregunta del padre Roy sobre cuántas sílabas hay en la palabra “difficult”. Pero no podría haber completado mi maestría y doctorado en distinguidas universidades de Estados Unidos, ni haber logrado una carrera exitosa como profesor, si no fuera por su dedicada enseñanza. 

Maryknoll continúa su misión en Corea, aunque ya ha logrado el objetivo de hacer la transición de parroquias, diócesis, escuelas e instalaciones médicas a los auspicios de la iglesia local. El padre Robert M. Lilly, el último sacerdote Maryknoll que sirvió en la diócesis de Cheongju, dijo en 2006: “Aquí no había un solo sacerdote coreano cuando llegué. Ahora me voy de la iglesia con gusto confiándola a 120 sacerdotes coreanos”.

“Aunque yo hablara todas las lenguas de los hombres y de los ángeles, si no tengo amor, soy como una campana que resuena o un platillo que retiñe”, escribió San Pablo. “En una palabra, ahora existen tres cosas: la fe, la esperanza y el amor, pero la más grande de todas es el amor”. (1 Corintios 13,1, 13) 

Los miembros de Maryknoll han manifestado amor en acción en Corea. Ellos plantaron la semilla del amor que se originó en la colina de María (Mary’s Knoll), y que durante un siglo ha estado creciendo y floreciendo en los corazones coreanos. Soy un receptor de esa semilla. 

Tschangho John Kim, Ph.D., es profesor emérito de sistemas urbanos y regionales en la Universidad de Illinois en Urbana-Champaign. Él vive en el norte de Virginia.

Imagen destacada: El Obispo William J. McNaughton fue el párroco con quien el autor sirvió como monaguillo. (Maryknoll Mission Archives)

Sobre la autora/or

Tschangho John Kim

Tschangho John Kim, Ph.D., es profesor emérito de sistemas urbanos y regionales en la Universidad de Illinois en Urbana-Champaign. Retirado, ahora vive en el norte de Virginia.

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