Por Josefa Rodríguez, OSV News
Soy venezolana, casada y madre de dos hijos. Por razones políticas, me vi obligada a buscar asilo en Estados Unidos para proteger mi vida y la de mi familia, especialmente la de mi hijo menor quien tenía 9 años en ese entonces.
Nunca imaginé que me tocaría abandonar a mi hermoso y amado país, así como también a mi región, en una de las zonas más ricas en minerales y grandes empresas para la extracción, con una extensa vegetación y hermosas cascadas. Mi lugar de trabajo era la empresa que operaba una gran central hidroeléctrica, teníamos casa propia, podíamos cubrir nuestra alimentación, educación privada para nuestros hijos y, lo más importante, nuestros familiares podían ver crecer a nuestros hijos.
Tanto mi esposo como yo trabajábamos para empresas públicas dirigidas por el gobierno de Nicolás Maduro. Al principio, eso no afectaba el desempeño de nuestros cargos. Otros sectores habían sido afectados por las malas políticas del gobierno y la situación económica del país había desmejorado severamente. No imaginábamos que esas malas políticas nos llevarían a las puertas del horror y del miedo, obligándonos a salir del país. Fue una decisión difícil, compleja y desesperante al salir sin saber si volveríamos a ver a nuestros familiares.
A partir del 2017, debido a nuestros cargos laborales, nos obligaban a participar en marchas a favor del gobierno bajo amenaza de despido o suspensión de nuestros salarios. Nosotros nos negamos a hacerlo.
El gobierno, a través de sus grupos armados llamados “colectivos”, hacía cumplir sus amenazas con amedrentamiento, intimidación y persecución, tanto a nosotros como a nuestros hijos. En enero del 2019, mi esposo fue despedido injustamente por no querer asistir a las marchas y por denunciar casos de evidente corrupción. Fue amenazado de muerte y acosado constantemente.
En marzo del 2019, fallas eléctricas dejaron al país sin energía eléctrica por 15 días. Los trabajadores de mi central hidroeléctrica fuimos objetos de persecuciones y hostigamiento por las autoridades del Servicio Bolivariano de Inteligencia Nacional (Sebin). Nos echaron la culpa de dichas fallas, ya que el gobierno declaró públicamente que fueron producidas por un sabotaje por parte de los trabajadores dirigidos por Estados Unidos. Nosotros, los trabajadores, sabíamos que las mismas habían sido por falta de mantenimiento, falta de combustible, malas decisiones, falta de insumos y repuestos y corrupción.
Bajo estas circunstancias, en agosto de 2019, mi esposo y mi hijo mayor salieron del país porque contaban con visa americana. Mi hijo menor y yo nos quedamos en Venezuela porque su pasaporte estaba vencido. Ese tiempo fue de terror para nosotros, por los acosos de los grupos colectivos armados del gobierno, quienes buscaban a mi esposo. Estos eventos afectaron psicológicamente a mi hijo.
Logramos salir de Venezuela el 06 de diciembre de 2019, en un vuelo desde Caracas hasta llegar a Monterrey, México, donde tenía una cita para gestionar mi visa americana, la cual fue negada. Esto me obligó a llegar a la frontera ya que no podía regresar a mi país. Mi mayor deseo era asegurar la protección de mi hijo y que él estuviera con su padre y hermano mayor.
Cuando llegué a la frontera el 17 diciembre de 2019, estaba cerrada.
Estaban aplicando a todos los solicitantes de asilo el retorno a México bajo el programa del Protocolo de Protección al Migrante (MPP por sus siglas en inglés) impuesto por el gobierno de Trump. Cuando me presenté en la puerta de Migración en la frontera de México y Estados Unidos en Nogales, Sonora, fui procesada y después de cinco días retenida, fui liberada y retornada a México con mi hijo menor.
Me sentía desesperada por no saber qué hacer. No podía regresar a mi país. Sentía mucho miedo, sola con mi hijo sin conocer a nadie. Mi temor por nuestras vidas se incrementó al 1000%, ya que esa zona era dominada por carteles mexicanos, con un alto índice de secuestros. Mientras esperaba mi primera audiencia en México, prevista para abril 2020, tuve que rentar un apartamento, ya que los refugios estaban cerrados. Mi apartamento fue forcejeado en la madrugada. Mi hijo presentaba pesadillas y se despertaba en la madrugada con gritos desgarradores.
Todo se complicó con la pandemia en marzo de 2020 y la aplicación del Título 42 por medidas sanitarias para Estados Unidos. Se reprogramaron las audiencias. Creció la incertidumbre sobre el tiempo que tenía que estar separada de mi esposo y mi otro hijo.
Permanecí en la frontera durante un año lleno de incertidumbre. Durante ese tiempo, mi esposo fue extorsionado haciéndole creer que me tenían secuestrada. Esto fue tan desesperante para él. Mi salud se vio afectada varias veces. El miedo de que algo me fuera a pasar y mi hijo se quedara solo en un lugar tan peligroso hacía que sintiera una presión en la garganta como si me estuvieran ahorcando.
Gracias al apoyo del Kino Border Initiative, pudimos tener comida y sentir calor humano y familiar, en especial para mi hijo.
La campaña internacional #salvaelasilo nos dio ánimo para seguir resistiendo ya que veíamos el apoyo de defensores de los derechos humanos en ambos lados de la frontera. Participamos en marchas, reuniones y actividades, lo que nos permitía ser escuchados. Familias de diferentes nacionalidades esperaban que abrieran la frontera para pedir asilo, ya que es un derecho internacional para tener protección de nuestras vidas y la de nuestros hijos.
Nuestra esperanza fue recobrada cuando el presidente Biden anunció que de ganar las elecciones presidenciales 2020 eliminaría el programa MPP. Y, efectivamente, en febrero de 2021 se eliminó el programa MPP y entraron las primeras familias bajo un proceso organizado y dirigido por ACNUR (Alto comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados).
Mi hijo y yo finalmente logramos entrar a Estados Unidos el 27 de abril de 2021.
Una vez en Estados Unidos, tuvimos que olvidar nuestras profesiones y adaptarnos. Me presenté en las oficinas del Servicio de Control de Inmigración y Aduanas (ICE) según las indicaciones, y saqué licencia de conducir, esperé los 180 días para solicitar mi permiso de trabajo y número de Seguro Social, el cual recibí en junio 2022.
Actualmente mi trabajo incluye hacer mantenimiento en casas de familias y también estoy estudiando para obtener una certificación como codificadora profesional. Mis hijos están con excelente desempeño académico. Mi hijo mayor está terminando el high school y desea estudiar negocios en la universidad. El menor está en 7mo grado y desea estudiar para ser chef. Mi esposo también trabaja y logró una certificación en el manejo de Forklift.
Comparto esto porque, a pesar de que ha sido duro empezar de cero, estamos agradecidos por las oportunidades que nos brinda este país. Estamos avanzando poco a poco y nuestros hijos están seguros. Esto nos motiva para seguir adelante.
Las medidas de parole aplicadas por la administración del presidente Biden para los venezolanos, cubanos, haitianos y nicaragüenses, consiste en que una persona viviendo en EE.UU. con un estatus legal pueda ser patrocinador o apoyo financiero para traer a las personas que necesiten asilo. Pero no es una medida fácil, ya que no todos los que hayan migrado pueden asumir esa carga financiera. Además, las personas que necesitan salir de su país, en su mayoría, no tienen para cubrir un boleto aéreo. Por otro lado, la medida sigue siendo discriminatoria ya que venezolanos, por ejemplo, que están en otros países latinoamericanos, no pueden optar a esta medida.
Actualmente, muchos de los países latinoamericanos están siendo liderados por gobiernos de izquierda y temo que con el tiempo posiblemente se conviertan en gobiernos autocráticos como Venezuela y Cuba — obligando a que muchas personas sientan la necesidad de huir a otro país cuyos gobiernos sean democráticos y dónde se respeten los derechos humanos.
Como familia hemos vivido en carne propia lo doloroso del proceso migratorio. No queremos que más familias vivan lo que vivimos. Sabemos lo que se siente cuando todos tus planes se truncan de la noche a la mañana. Nos duele que la misma administración que terminó MPP esté nuevamente devolviendo a las personas a esas fronteras donde muchos migrantes encuentran la muerte, secuestros y extorsiones. Y regresar a sus países de origen es como regresarlos a la muerte porque esos países no te dan garantía de supervivencia cuando saben que eres opositor.
Y cuando saben que intentaste migrar, las represalias son mucho mayores.
“Josefa Rodríguez” es un seudónimo utilizado para proteger la identidad de la escritora.
Imagen destacada: George, niño migrante venezolano de 5 años de edad que viaja con su familia, mira entre los espacios del muro de la frontera mientras que su familia espera en fila para presentar su petición de asilo en El Paso, Texas, en diciembre 27, 2022. (OSV News/Jose Luis Gonzalez, Reuters)