El Padre Maryknoll Rodrigo Ulloa-Chavarry comparte su camino vocacional
Volaba en un avión militar como aviador en algún lugar del Medio Oriente. Los eventos trágicos y horribles del 11 de septiembre habían ocurrido solo tres semanas antes. Todos en el avión parecían asustados.
Miré hacia el pasillo y vi a alguien leyendo. Parecía en paz. “¿Qué puede estar leyendo él mientras el resto de nosotros solo podemos preguntarnos adónde va este avión?”, me pregunté a mí mismo. Me di cuenta de que no era un soldado sino un capellán y que llevaba una cruz en el uniforme. No leía cualquier libro, sino la Biblia.
Esta fue la primera señal que recibí de Dios cuando me aventuré en una preparación militar de cuatro meses que cambiaría mi vida.
Nací en Guatemala y mi familia emigró a Estados Unidos. Todavía no había recibido la Confirmación. Ese mismo capellán, el Padre David Czartorynski, me preparó para el sacramento; también me invitó a pensar en ser sacerdote.
Al final de mi preparación militar, el Padre Dave escribió una carta al capellán de la Base de la Fuerza Aérea de Ellsworth, en Dakota del Sur, donde yo estaba destinado, informándole que estaba listo para ser confirmado. Lo que no sabía es que al pie de la carta escribió: “Rodrigo quiere ser sacerdote”.
Como director de vocaciones, el Padre Maryknoll Rodrigo Ulloa-Chavarry acompaña y guía a miembros de un grupo de jóvenes adultos en la parroquia Ascensión en Houston, Texas. (Cortesía de Rodrigo Ulloa-Chavarry/EE.UU.)
En Ellsworth, entregué la carta al capellán de la base del ejército. Abrió la carta, la leyó y me dio las felicitaciones con una sonrisa tan grande que pensé que me habían ascendido a capitán. “Quieres ser sacerdote. ¡Felicidades!”, exclamó. Miré la carta y ahí estaba. No sabía qué decir. El tiempo se detuvo. De repente recordé las palabras del Padre Dave: “Cristo elige; tú simplemente respondes”.
“Así es”, respondí. “Quiero ser sacerdote”.
Pero la verdad era que no sabía en lo que me estaba metiendo. Confié en el Padre Dave, que vio algo en mí que yo no había visto. Por lo tanto, la única forma de saber si estaba destinado a ser sacerdote era ingresar al seminario.
Dejé la Fuerza Aérea con una licenciatura en sistemas informáticos y me uní a la Diócesis de Rapid City en Dakota del Sur. Mi primer año de estudios tuvo lugar en el Seminario del Inmaculado Corazón de María en Winona, Minnesota. Allí aprendí acerca de la misión, cuando el Padre Peter Chabot de Maryknoll visitó y pronunció una homilía sobre la misión en el extranjero en Bolivia.
¿Misión? La palabra me intrigó. ¿Cómo sería ser un sacerdote misionero? Después de compartir la idea con mis compañeros, mi director espiritual y el rector, el rumor llegó a oídos del obispo, ahora cardenal, Blase Cupich de Chicago. Al visitar el seminario, el entonces obispo Cupich me dijo: “Termina tu año y si Dios te llama a la misión, te transferiré a Maryknoll”. ¡Y así ingrese a Maryknoll!
(De izquierda a derecha) Los Padres Maryknoll Daniel Kim, Shaun Crumb and Rodrigo Ulloa-Chavarry rezan la Liturgia de las Horas juntos en una reunión en Hong Kong. (Nile Sprague/Hong Kong)
Me uní a Maryknoll en agosto del 2004, cuando tenía 23 años, y estudié una maestría en teología en Catholic Theological Union en Chicago. Una parte esencial de la formación de los seminaristas Maryknoll es un programa de capacitación en el extranjero de dos años, para discernir nuestro llamado no solo al sacerdocio sino también a la misión. En Camboya, me di cuenta de que podía hacer esto por el resto de mi vida.
Necesitamos esos momentos de afirmar nuestras vocaciones; necesitamos signos de confirmación a lo largo de nuestro camino y, gracias a Dios, vienen.
Fui ordenado sacerdote Maryknoll el 4 de junio del 2011, casi 10 años después de ese turbulento viaje en avión.
Mi primera asignación fue a Nepal, donde ministré en la Catedral de la Asunción en Katmandú. Luego me enviaron a Taiwán y aprendí mandarín durante tres años, después de lo cual pasé tres años en el noreste de China, una de mis mejores asignaciones.
Cuando Maryknoll me envió a Asia, conocí la belleza del Oriente. La cultura, las tradiciones, la historia, la arqueología, las fiestas, las festividades, las comidas y las historias de la gente local son algunas de las cosas que un misionero tiene que entender para servir.
En la misión no le decimos a la gente qué hacer. Simplemente proporcionamos nuevos ingredientes basados en cómo experimentamos el amor de Dios. La mayoría de las veces, la gente nos acepta, aunque algunos nos rechacen. La paciencia es clave.
En China, el Padre Ulloa-Chavarry recibe la bendición de la Hermana Lee, la miembro con mayor antigüedad en su comunidad religiosa. (Avila Fu/China)
Una de las mayores satisfacciones de la misión es traer personas a Jesús. Piensa en Andrés, el primer discípulo en seguir al Señor, quien luego llevó a su hermano Pedro a Jesús. Este mismo apóstol, Andrés, también trajo a Jesús al niño que llevaba cinco panes de cebada y dos pescados. Los otros discípulos protestaron que no sería suficiente, pero Jesús usó estos pequeños regalos para alimentar a 5000 personas.
Como director de vocaciones, mi trabajo ahora gira en torno a compartir mi propio llamado con jóvenes que están discerniendo hacer un compromiso de por vida. ¿Quién quiere comprometerse de por vida? Los Maryknollers lo hacen y los invito a no tener miedo de hacerlo, porque Jesús nos guía y nos sostiene en cada paso del camino.
Estar donde Dios quiere que estés es algo que descubrimos de manera gradual, reflexiva y cuidadosa. Nuestro mundo necesita personas que tengan un sentido de quién es Dios y a qué los está llamando Dios. Los jóvenes buscan seguridad, certeza. Quieren estar enraizados y conectados con la tierra.
Maryknoll está cimentada y enraizada en fundaciones apostólicas y ha estado enviando misioneros al extranjero durante 112 años. Cuando te unas a nosotros, te ayudaremos a cimentarte en Jesucristo.
Vamos al extranjero para ayudar a las personas a levantarse con una nueva esperanza. Y en este proceso, nosotros mismos crecemos, bailamos, lloramos, lamentamos, vivimos, nos preguntamos e imaginamos, perdonamos, escribimos, rezamos y esperamos. Sí, esperamos que nuestra fe siga llevando la misión a otras partes del mundo, como nos recuerda San Pablo (Romanos 10,15), “¡Qué hermosos son los pies de los que anuncian la buena nueva!”
Ahora que tengo 42 años, he estado con Maryknoll por casi 20 años. Como director de vocaciones, guío y acompaño a los jóvenes que se sienten llamados a ser sacerdotes o hermanos, y rezo para que todos los jóvenes respondan con generosidad al llamado de Dios.
Imagen destacada: El Padre Maryknoll Rodrigo Ulloa-Chavarry, quien nació en Guatemala y emigró a Estados Unidos con sus familiares, fue ordenado sacerdote en 2011. Actualmente sirve como director de vocaciones para los Padres y Hermanos Maryknoll. (Nile Sprague/Hong Kong)