Por Eduardo Berdejo, Aci Prensa
Este 6 de abril el Papa Francisco recibió en el Vaticano a los miembros de la Fundación Santa Ángela de Mérici, de Siracusa (Italia), a quienes alentó a seguir con su misión de “secar las lágrimas de quien sufre”, pidiendo a Dios “la gracia de saber conmoverse”.
En su discurso, el Santo Padre recordó a los miembros que la historia de estas fundación —dedicada a ayudar a personas con discapacidad— tiene una raíz “en aquel evento que marcó la ciudad de Siracusa cuando, en 1953, un cuadro de la Virgen” comienza a llorar en la casa de unos esposos.
“Son las lágrimas de María, nuestra Madre celestial, por el sufrimiento y el dolor de sus hijos. Son lágrimas que nos hablan de la compasión de Dios por nosotros”, para “no hacernos sentir solos en los momentos difíciles”, expresó.
El Papa Francisco explicó que a través de estas lágrimas “el Señor quiere derretir nuestros corazones que a veces se han secado en la indiferencia y se han endurecido en el egoísmo; quiere sensibilizar nuestra conciencia, para que nos dejemos tocar por el dolor de nuestros hermanos y nos conmovamos por compasión de ellos, comprometiéndonos a ayudarlos, levantarlos, acompañarlos”.
En ese sentido, los alentó a no perder el sentido de su labor, pues “ustedes tratan de hacer precisamente esto: secar las lágrimas de quienes sufren, acompañar a quienes sufren, apoyar a los más débiles de la sociedad, cuidar de los más vulnerables, acoger y proteger a quienes viven situaciones particulares de fragilidad”.
Para ello, indicó que es importante permanecer unidos al Evangelio, fuente de todo servicio. El Pontífice recordó que Cristo fue el primero en dejarse tocar por el sufrimiento de las personas que encontraba. Como relata el apóstol San Juan, Jesús “se conmueve profundamente” ante la muerte de su amigo Lázaro.
“De hecho, Jesús nos pide que nunca separemos el amor a Dios del amor a los demás, en particular a los más pobres. Nos recuerda —señaló el Papa— que al final seremos juzgados no por las prácticas externas sino por el amor que, como aceite de consuelo, habremos podido derramar sobre las heridas de nuestros hermanos”.
“Los aliento a proseguir en este camino suyo. Y pido para ustedes una gracia, que es la más importante de todas: la gracia de saber conmoverse, la capacidad de llorar con quien llora”, expresó.
“La indiferencia, el individualismo que nos cierra al destino de quienes nos rodean y esa anestesia del corazón que ya no nos hace movernos ante las tragedias de la vida cotidiana, son los peores males de nuestra sociedad. No se avergüencen de llorar, de sentir conmoción por quien sufre; no se escatimen en ejercer la compasión con los que son frágiles, porque Jesús está presente en estas personas”, señaló el Papa Francisco.
En ese sentido, al concluir el Pontífice los alentó: “¡Sigan adelante! Y no se desanimen, al contrario, agradezcan si su trabajo permanece oculto y exige un sacrificio silencioso y cotidiano: el bien hecho a quien no puede corresponder se expande de manera sorprendente e inesperada, como una pequeña semilla escondida en la tierra que, tarde o temprano, hace brotar una nueva vida”.
Imagen destacada: El Papa Francisco recibe una cuadro pintado de sí mismo al final de una audiencia con personas relacionadas con la fundación Santa Ángela Mérici de Siracusa, Italia, en el Palacio Apostólico del Vaticano el 6 de abril de 2024. (CNS/Vatican Media)