Sobre encontrar a Jesús

Tiempo de lectura: 3 minutos
Por: Joseph Veneroso, M.M.
Fecha de Publicación: Jun 3, 2024

¿Quién dicen que soy?

Si pudieran volver a la época de Jesús, ¿qué verían? El primer desafío, por supuesto, sería averiguar cuál de todos los hombres era Jesús. Él no tendría puestas las resplandecientes túnicas blancas, rojas y azules con las que se le representa en las estampas sagradas. Él tendría puestas las mismas túnicas desteñidas de algodón o lino que usaban todos los demás. Sin un halo, sería como tantos otros predicadores, maestros y curanderos itinerantes que deambulaban por la campiña de Judea en Galilea.

¡Y su nombre no sería Jesús! Esa es la traducción al español del latín a través del griego del hebreo “Josué”, que en su arameo nativo se traducía a Yahoshua, que significa “Yahveh es salvación”.

Contrariamente a la creencia común, Cristo no es el apellido de Jesús. Significa “el ungido”, es decir, “el Mesías” o “rey” y es el título por el cual fue crucificado. Pero incluso una lectura superficial de los Evangelios muestra que llegar a comprender que Jesús de Nazaret es el Mesías es un proceso gradual, que ocurre paso a paso.

Los leprosos se encontraron con Jesús como un sanador que los libró de la enfermedad y del aislamiento social. Los endemoniados lo conocieron como un exorcista que los liberó del poder del mal.

El sábado en la sinagoga o al escuchar su Sermón de la Montaña, la gente lo veía como un gran predicador y maestro, Rabí Jesús de Nazaret. En la Resurrección, María Magdalena lo llama “Raboní” (mi maestro y señor).

Pero el título que Jesús más usó para sí mismo fue “Hijo del Hombre”. Los Evangelios registran a Jesús usando esta referencia no menos de 80 veces. En arameo es Bar Nasha o Ben Adam en hebreo, ambos títulos ricos en significado. En su nivel básico, simplemente significa un ser humano, o un hijo de la raza humana. En el Libro de Daniel, se refiere a aquel que viene a juzgar a la raza humana en el fin del mundo.

El encuentro entre Jesús y la mujer samaritana en el pozo en Juan 4,4-30 muestra un reconocimiento de quién es Jesús que ocurrió paso a paso. La mujer lo ve primero como un hombre y adversario sospechoso. Ella piensa: “¿Por qué un hombre judío tendría que hablar con una samaritana que no está acompañada?” Cuando Jesús le dice que vaya a llamar a su esposo, ella disimula: “No tengo marido”. En lugar de castigarla por su artimaña, Jesús alaba su honestidad. “Has tenido cinco y el que ahora tienes no es tu marido”, responde.

En poco tiempo, la mujer samaritana pasa de llamar a Jesús un judío, luego “señor”, “rabino” y, finalmente, “Mesías”. Este es uno de los pocos lugares en los Evangelios donde Jesús admite claramente que él es el Mesías. ¡Y nada menos que de una mujer samaritana!

Cada uno de los cuatro Evangelios nos guía a través de diferentes procesos de descubrimiento. Mateo revela a Jesús como el Mesías del pueblo judío. Lucas lo proclama el Salvador de todo el mundo. Para Marcos, Jesús es el Hijo de Dios, y para Juan, Jesús está presente como el Verbo que estaba con Dios desde el principio. El Evangelio de Juan deja claro que Jesús no es solo el Hijo de Dios, sino que en realidad es Dios el Hijo (Juan 20,28).

Incluso los que no son cristianos luchan con el desafío de entender quién es Jesús. Los hindúes lo consideran un gurú, pero muchos lo consideran también un acharya, un maestro espiritualmente avanzado cuya vida y enseñanzas son una y la misma . Algunos incluso lo veneran entre sus dioses y místicos. Los budistas dicen que Jesús es un bodhisattva, que pospuso la entrada en el Nirvana para poder enseñar a otros el camino a la iluminación. El Islam cuenta a Jesús entre los más grandes profetas, nacido de la Virgen María, a la que se dedica un capítulo entero en el Corán. Ellos consideran que tanto Jesús como María encarnan características de lo que significa ser musulmán, es decir, alguien que se rinde a la voluntad de Dios.

¿Y tú? ¿Quién dices que es Jesús?

Y lo que es más importante, ¿tu vida refleja tu respuesta?

Imagen destacada: Una imagen de Cristo aparece en la entrada del histórico Santuario de Chimayó en Nuevo México, famoso por las legendarias propiedades curativas de su suelo. (Bob Roller/CNS/EE.UU.)

Sobre la autora/or

Joseph Veneroso, M.M.

Joseph R. Veneroso, M.M., es el ex editor de la revista Maryknoll. Él sirvió como misionero en Corea y ahora vive en el Centro de Maryknoll en Ossining, Nueva York, y también atiende las necesidades pastorales de una comunidad coreana en una parroquia católica en New York City. Es autor de dos libros de poesía, Honoring the Void y God in Unexpected Places, una colección de columnas de la revista Maryknoll titulada Good New for Today y Mirrors of Grace: The Spirit and Spiritualities of the Maryknoll Fathers and Brothers.

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