Por Kenneth Thesing, M.M.
Decimonoveno Domingo del Tiempo Ordinario
Domingo 11 de agosto del 2024
1 Reyes 19, 4-8| Ef 4, 30–5, 2| Jn 6, 41-51
He vivido como misionero por muchos años en países de África, en Tanzania, Mozambique, Kenia y Sudán del Sur. Me ha influido profundamente lo que he visto y escuchado de la gente, y lo que he discernido al estudiar culturas y costumbres. En relación a nuestras lecturas de las Escrituras de este domingo y las enseñanzas acerca de la Eucaristía y Jesús como “el pan vivo que ha bajado del cielo”, de esto también he aprendido mucho.
En áreas rurales poco urbanizadas comercialmente, gran parte de nuestro viaje se hacía a pie de aldea en aldea.
No estaba solo. Casi siempre un catequista o maestro de la naciente comunidad cristiana —y a veces unos cuantos cristianos con él o ella— me acompañaban de la aldea en la que estaba ministrando a la siguiente aldea.
Recuerdo nítidamente un día que encontramos un tipo de monumento en el camino: unas piedras apiladas una sobre otra de manera distintiva. Pregunté, “¿y esto qué es?” Y ellos me explicaron: “Esto es parte de nuestra historia. Somos un pueblo que siempre ha creído en dios o dioses. Y esta torre de piedras es una expresión de ello”.
Tenemos dificultades para conocer a Dios, saber quién es Dios y cómo Dios se relaciona con nosotros, me dijeron. Pero había un reconocimiento de que Dios existe y que de alguna manera tiene una relación con nosotros. Me dijeron que mucho de las Escrituras hebreas —como llegamos a conocerlas en nuestro trayecto para volvernos cristianos— se relacionaba con nosotros y nosotros con ellas. Vimos esto en las Escrituras y en los muchos ejemplos de la naturaleza como montañas, desiertos, ríos, pradera y árboles, en los cuales la gente escuchó e identificó la voz de Dios.
Recuerdo una instancia en particular. Era durante una época en el año litúrgico de la Iglesia en que las Escrituras eran las mismas que proclamamos en Misa hoy en día. Sobre un Elías cansado y desencantado, yéndose a dormir como esperando la muerte. Cuando un ángel de Dios lo despierta y le dice que coma, él ve comida y bebida en frente suyo. Come y bebe y vuelve a dormir. Entonces el ángel llama una segunda vez. Elías come y bebe una vez más, y con fuerza para continuar, hace el viaje de 40 días hasta el Horeb, el monte de Dios.
También hoy San Pablo en la carta a los Efesios dice, en el espíritu de Dios, ” Destierren de ustedes la aspereza, la ira, la indignación, los insultos, la maledicencia y toda clase de maldad. Sean buenos y comprensivos, y perdónense los unos a los otros, como Dios los perdonó, por medio de Cristo. Imiten, pues, a Dios como hijos queridos. Vivan amando como Cristo, que nos amó y se entregó por nosotros”. Este pasaje de la Escritura es tan significativo para mí junto con el pasaje que leemos hoy del Evangelio de San Juan, capítulo 6,41-51. Jesús se llama a sí mismo el pan de vida. “Yo soy el pan vivo que ha bajado del cielo; el que coma de este pan vivirá para siempre. Y el pan que yo les voy a dar es mi carne para que el mundo tenga vida”.
Una vez reuní a un grupo de catequistas durante la semana. Habíamos estado discutiendo las lecturas para la liturgia del siguiente domingo, dado que los catequistas liderarían liturgias en sus aldeas, en las que no había sacerdotes. Entonces se dio la pregunta: ¿Realmente creemos que Jesús murió por nosotros? ¿Pecadores por quienes Jesús dio su vida para traernos vida a nosotros? ¿Para que nosotros compartamos y vivamos este día y todos los días? Uno de los catequistas dijo, “sí, esta es mi fe. Y Jesús es el verdadero hijo de Dios, aquel que viene del Dios vivo de toda la creación y los tiempos. Y ahora nosotros, viviendo el regalo de la Eucaristía en nuestras reuniones comunitarias y tomando la Eucaristía a nuestras hermanas y hermanos, continuamos viviendo y difundiendo el amor salvador del verdadero Dios que habita entre nosotros”.
Hace unas semanas, la iglesia estadounidense celebró el Congreso Eucarístico Nacional. El Obispo Andrew Cozzens dijo que los obispos se inspiraron en la exhortación apostólica Evangelii Gaudium del Papa Francisco sobre la proclamación del Evangelio en el mundo de hoy. El Congreso Eucarístico está dedicado a servir a personas y parroquias a través de Estados Unidos. El Obispo Cozzens dijo: “Es un año misionero en el que invitamos a cada católico a contestar al llamado del Papa Francisco para ser discípulos misioneros”.
“El encuentro y la misión son dos partes esenciales de nuestra renovación Eucarística”, dijo el Obispo Cozzens y explicó: “Queremos que la gente encuentre a Jesús y luego enviarlos en misión, que es algo que, por supuesto, sustrajimos de Evangelii Gaudium”.
Leo, reflexiono y practico las lecciones de Jesús de que él y Dios Padre, a quien llama Abba, son uno mismo en esta relación. Jesús es el Pan de Vida que trae el amor salvador de Dios y su presencia para cada uno de nosotros, llamándonos a hacer esto en su memoria. Oramos que nuestra fe sea fuerte y nuestras acciones firmes. Como el catequista que conocí en Tanzania, que proclamó su profunda fe y la vivió en servicio de los demás.
El Padre Maryknoll Kenneth Thesing, de Winona, Minnesota, ha servido en varios países de África en ministerios para facilitar la agricultura y el acceso a alimentos para combatir el hambre. También ha servido como asesor para la Organización para la Alimentación y la Agricultura de la ONU.
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Imagen destacada: El Padre Maryknoll Kenneth Thesing compra fruta en un mercado de Yuba, Sudán del Sur, en esta imagen del 2016. (Sean Sprague/Sudán del Sur)