Desafiando Prejuicios en Bolivia

Tiempo de lectura: 6 minutos
Por: Meinrad Scherer-Emunds
Fecha de Publicación: Sep 3, 2024

Un proyecto de una pareja de misioneros laicos Maryknoll trabaja por la inclusión social de las personas con discapacidad

A los 14 años, Jhon Alex Muñoz es del tamaño de un niño de 7 años. Se cansa fácilmente, tiene dificultades para caminar y no controla del todo sus brazos y manos. No hay una escuela para sus necesidades especiales en su pueblo de Entre Ríos en Bolivia central.

La madre de Jhon Alex, Doña Benita, es una madre soltera que a duras penas se gana la vida trabajando en los terrenos de sus vecinos. Además está criando a su hijo Jairo que tiene discapacidad intelectual. Como no puede costearse los gastos de un cuidador y no tiene un vehículo, a menudo debe cargar a Jhon Alex en su espalda.

Cuando Filomena Siles y Joseph Loney, una pareja de misioneros laicos Maryknoll radicados en Cochabamba, conocieron a Doña Benita hace cinco años, ella les dijo que el doctor local había dicho que Jhon Alex no caminaría jamás. Se preguntó si Dios la estaba castigando. Cargar en su espalda a su hijo en crecimiento no era sostenible. Incluso una silla de ruedas sería inútil considerando que no pasaría por trochas y caminos de tierra.

“Tendemos a desafiar suposiciones”, dice Loney, “así que hicimos que uno de nuestros doctores reexaminara a Jhon Alex y supimos que no había ningún impedimento físico que no le permitiera caminar. Con nuestro terapista y el resto de nuestro equipo, empezamos un programa de terapia intensiva que además le enseña ejercicios a la madre para reforzar la terapia. Rezamos para que fuera sólo la falta de desarrollo en sus músculos lo que le impedía caminar”.

Después de seis meses, Jhon Alex podía ponerse en pie y caminar 20 pies por cuenta propia. Hoy continúa desarrollando sus capacidades motrices, pero “ahora él sonríe mientras camina, y su madre ha recobrado la fe de que un mejor mañana puede lograrse”, dice Loney.

Los misioneros laicos Maryknoll Joe Loney (tercero desde la izquierda) y Filo Siles (segunda desde la derecha) posan con personal de la Fundación Justicia Social en el centro Maryknoll. (Adam Mitchell/Bolivia)

Los misioneros laicos Maryknoll Joe Loney (tercero desde la izquierda) y Filo Siles (segunda desde la derecha) posan con personal de la Fundación Justicia Social en el centro Maryknoll. (Adam Mitchell/Bolivia)

En una visita reciente a la casa de los Muñoz, una orgullosa Doña Benita mostró la parte reconstruida de su casa que la fundación de Siles y Loney hizo posible. Mientras Willy García, un enfermero, trabajaba con Jhon Alex, Loney revisaba los cuadernos de Jairo y Siles hablaba con Doña Benita sobre un plan para generar más ingresos.

Jhon Alex y Jairo son sólo dos de las 770 personas — 90 adultos, 180 niños y adolescentes y 500 adultos mayores — que se benefician de la Fundación Justicia Social. La fundación sin fines de lucro fue creada en 2016 por Loney y Siles como un ministerio de los Misioneros Laicos Maryknoll.

“En la Fundación Justicia Social, nuestra visión es que las personas con discapacidad puedan disfrutar una vida plena y completa que les permita alcanzar su máximo potencial humano”, dice Loney.

Nuestro programa se basa en las estrategias de la rehabilitación basada en la comunidad”, dice Siles. “Nos enfocamos en cuatro componentes: salud, educación, inclusión social y sustento económico”.

La Fundación Justicia Social tiene su sede en el campus del centro de los Padres y Hermanos Maryknoll en Cochabamba. Además de Loney y Siles, la fundación tiene nueve empleados: un terapista físico, educadores, organizadores comunitarios, un enfermero, un psicólogo y personal de apoyo. Algunos viven en Cochabamba y otros en las dos comunidades rurales donde la organización opera: Tacopaya, en lo alto de los Andes, tres horas y media al oeste, y Entre Ríos, en los trópicos, cerca de seis horas al este.

Siles comparte un tierno momento con Jhon Alex Muñoz mientras su madre, Doña Benita, los mira. Gracias a la terapia física recibida en la fundación, Jhon Alex ahora puede caminar. (Meinrad Scherer-Emunds /Bolivia)

Durante una visita doméstica en la región de Entre Ríos, Willy García, un enfermero de la Fundación Justicia Social, le enseña ejercicios de fortalecimiento muscular a Yeydy Olivera. (Meinrad Scherer-Emunds /Bolivia)

Tacopaya es una municipalidad remota y dispersa de cerca de 100 aldeas indígenas quechua en las cuestas de los Andes, algunas en altitudes superiores a los 13.000 pies. Llegar allí requiere transitar carreteras empinadas de tierra y grava que a menudo son intransitables durante la temporada de lluvias.

Aunque el área de Tacopaya ha visto su población disminuir a medida que más jóvenes se trasladan a Cochabamba u otras ciudades, la población de Entre Ríos aumenta rápidamente e incluye un gran número de inmigrantes pobres. Estas tierras tropicales se caracterizan por ser lluviosas, de vegetación frondosa y por la agricultura.

En ambas regiones el equipo colabora con personas con discapacidad, sus familias, vecinos y autoridades municipales. Miembros del equipo visitan escuelas para ayudar a los maestros a hacer sus aulas más inclusivas e integrar a estudiantes discapacitados. Suplementan las lecciones escolares con visitas a los hogares de los estudiantes.

El equipo también recibe asesoramiento de hospitales y clínicas. Como resultado de su esfuerzo, por ejemplo, el gobierno municipal de Entre Ríos añadió evaluaciones integrales de salud para los niños que inician kindergarten.

La pronta detección atiende a las necesidades de los niños con discapacidad a una edad temprana, dándoles más chance de intervención y rehabilitación. En talleres con padres, la fundación promueve el cuidado prenatal e infantil, lo que puede reducir la prevalencia de discapacidades.

La Fundación Justicia Social también organiza grupos de apoyo para ancianos. Las reuniones consisten en revisiones médicas, terapia física, exámenes de vista e información para los ancianos. Se les provee buena nutrición, anteojos, dispositivos de movilidad y acceso a servicios sociales vitales. Las reuniones incluyen música tradicional andina y bailes.

Este año el programa se expandió para ofrecer reparaciones caseras e invernaderos para sembrar vegetales. Todas las actividades se orientan a mantener la independencia y dignidad de los adultos mayores.

Siles comparte un tierno momento con Jhon Alex Muñoz mientras su madre, Doña Benita, los mira. Gracias a la terapia física recibida en la fundación, Jhon Alex ahora puede caminar. (Meinrad Scherer-Emunds /Bolivia)

Siles comparte un tierno momento con Jhon Alex Muñoz mientras su madre, Doña Benita, los mira. Gracias a la terapia física recibida en la fundación, Jhon Alex ahora puede caminar. (Meinrad Scherer-Emunds /Bolivia)

Loney, Siles y su personal también apoyan a los discapacitados y a sus familias con iniciativas de sustento económico. Gracias a sus esfuerzos, un joven padre de Tacopaya con ceguera parcial puede mantener panales y vender miel. En Entre Ríos, un joven sordo ha empezado su negocio de lavado de carros y motocicletas.Una de las iniciativas de subsistencia más grandes ha sido liderar un proyecto colaborativo para restaurar una fuente de agua a una remota aldea en Tacopaya.

Cada año, para el Día Nacional de las Personas con Discapacidad en octubre 15, la Fundación Justicia Social organiza una celebración en Entre Ríos con juegos, comida, bailes tradicionales y otras actividades. Loney explica que el evento tiene un mensaje: “A pesar de todos los desafíos que enfrentan las personas con discapacidad en su vida diaria, vale la pena vivir”.

La celebración continúa creciendo cada año para involucrar no sólo a personas con discapacidad y a sus familias, sino también a escuelas locales, al gobierno y a líderes comunitarios. “Las personas con discapacidad son dignas de tener una plataforma pública”, dice Loney. “Son dignas de tener un lugar donde otros puedan verlos y celebrar con ellos, y un evento público como este ayuda a promover la inclusión social y les da esperanza”.

El evento contribuye a formar conexiones con personas que se acercan para hablar de un hijo, una hija, un pariente o vecino con discapacidad y que podría beneficiarse de los servicios de la organización.

“En nuestros primeros años las celebraciones eran pequeñas y las familias tímidas. Los padres sentían algo de vergüenza al traer a sus niños”, recuerda Siles. “Pero cada año, la participación ha crecido y se ha vuelto más entusiasta. En la celebración más reciente, noté un gran cambio, especialmente con los niños en el baile tradicional. Fue genial ver la alegría en sus rostros”.

“Nunca me hubiera podido imaginar la evolución de este ministerio que empezamos hace ocho años con casi nada”, dice Loney. “Ahora servimos a mucha gente, y espero que Dios nos permita servir a muchos más”.

Meinrad Scherer-Emunds es director de comunicaciones de los Misioneros Laicos Maryknoll.

Imagen destacada: Eulalia Balderrama de la Fundación Justicia Social, gestionada por dos misioneros laicos Maryknoll, ayuda a Juan Mamani Rodríguez de tres años y con síndrome de Down. (Meinrad Scherer-Emunds/Bolivia)

Sobre la autora/or

Meinrad Scherer-Emunds

Scherer-Emunds es el director de comunicaciones de los Misioneros Laicos Maryknoll.

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