Por Nonie Gutzler, M.M.
IV Domingo de Pascua
Domingo 11 de mayo del 2025
Hech. 13, 14. 43-52| Apoc. 7, 9. 14b-17| Juan 10, 27-30
Mientras el recuerdo del Papa Francisco persiste en nuestros corazones, las palabras del Evangelio de esta semana vienen de San Juan: “Mis ovejas escuchan mi voz, yo las conozco y ellas me siguen”. Estas palabras captan muy bien el significado de la vida de Francisco y su papado.
Las multitudes que hicieron fila para rendir homenaje al Papa Francisco en la Basílica de San Pedro dan testimonio del hecho de que su voz fue escuchada y reconocida por migrantes, refugiados, prisioneros, personas pobres y todos los marginados por la Iglesia y la sociedad.
La Hermana Maryknoll Dee Smith (dcha.) ayuda a preparar almuerzos para pacientes del programa de personas seropositivas en el Hospicio Santa Maria/Proyecto Vida in Pajapita, San Marcos, Guatemala. La acompaña Sara, quien no es seropositiva, pero que ha perdido parientes por el VIH. (Cortesía de Dee Smith, M.M.)
Los pasados doce años, multitudes fueron a verlo, quizás con la esperanza de que su mano los bendijera. Iban hacia él no sólo al reconocer su voz, sino también porque —como tantas veces él mismo les reprochó a sus sacerdotes— él tenía ese “olor a oveja” que lo hacía ser un líder, uno más del rebaño y además un ser digno de confianza. Cuando tenemos ese “olor a oveja”, la inclusión, la reconciliación y la sanación se convierten en realidades de nuestros ministerios y el sello distintivo de nuestra vida en Dios.
Este reconocimiento hace que este Evangelio sea apropiado para la celebración del Día de la Madre. Tendemos a ver solo a los hombres como pastores, pero nuestras Escrituras también dan testimonio de mujeres que fueron pastoras y cuya voz era reconocida por sus ovejas y que tenía su “olor”. En este día, nos podemos preguntar: ¿Quiénes son nuestros pastores hoy? ¿Aquellos que nos llaman hacia una nueva vida con valor y apoyo, en medio de nuestras luchas diarias y nuestros sufrimientos?
Los encontramos en la valentía de Misioneros Laicos Maryknoll como Heidi Cerneka, quien viajó hasta el Tapón del Darién en la frontera entre Panamá y Colombia con un grupo en una misión de investigación para evaluar los riesgos que corren los migrantes. También en Dee Dungy, cuyo ministerio acompaña las mujeres refugiadas en el campo de refugiados Kakuma, en Kenia, donde comparten sus historias y son pastoras las unas para las otras.
La voz de la Hermana Hyunjung Kim se escucha desde Timor Oriental, donde la han nombrado como una “abuela extranjera” mientras viaja por carretera para “ver” las necesidades de las personas en las aldeas y traerles fuerza sanadora. En Guatemala, la Hermana Dee Smith (foto izq.) en el espíritu de Isaías: “Como un pastor, él apacienta su rebaño, lo reúne con su brazo; lleva sobre su pecho a los corderos”, mientras ella protesta con impotencia los recortes a las medicinas necesarias para ayudar a las personas con VIH/Sida con su ministerio.
Esta semana, somos llamados a escuchar la voz de Jesús y a tener “olor a oveja” y este es un llamado intimidante y absolutamente necesario. Por supuesto, requiere valentía. Pero, como reflexiona la Hermana Dee: “En el meollo de todo esto, en la oscuridad, tenemos que ser luz. Quiero animarnos a todos a recordar que, al enfrentarnos a la oscuridad, no olvidemos el poder de la luz que tenemos”. Y la luz que tenemos es la conmovedora y fuerte relación entre las ovejas y los pastores, como lo es la voz del pastor que reconforta, incluye y ofrece pertenencia a todos.
La Hermana Nonie Gutzler de Brooklyn, Nueva York, ingresó a la Congregación de las Hermanas Maryknoll en 1964 y fue asignada a Tanzania en 1971. La misionera también sirvió en Taiwán, Hong Kong, Tierra Santa y Estados Unidos. Del 2014 al 2021 fue elegida como presidenta de la Congregación de las Hermanas Maryknoll.
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Imagen destacada: Multitudes se reúnen en torno al Papa Francisco. (Ágatha Depiné/Unsplash)