Por John Keegan, M.M.
Decimosexto Domingo del Tiempo Ordinario
Domingo, 21 de julio del 2024
Jer 23,1-6 | Ef 2,13-18 | Marcos 6,30-34
“…porque andaban como ovejas sin pasto”. —Mc 6,34.
Cuando nuestras escrituras quieren decirnos cómo Jesús tiene un efecto en nuestras vidas, a menudo se usa la imagen del pastor. Es una imagen que pretende revelar cómo él ministra a nuestra inseguridad, nuestra confianza debilitada, mientras lidiamos con la injusticia en el mundo en el que vivimos. En un siglo XXI desprovisto de un entorno pastoral, podríamos utilizar otra imagen para sugerir lo mismo. Sería mejor que usáramos la imagen de un “viejo absoluto”, es decir, una persona verdaderamente adulta. Y, como tiendo a pensar en imágenes cinematográficas, les presentaré a T. J. Ballantyne, en la película “The Old Oak” (El Viejo Roble), quien desarrolla esas imágenes en una parábola social creada por el cineasta Ken Loach.
Los desplazamientos globales de personas continúan aumentando año tras año, siendo la región de Medio Oriente y África del Norte una fuente importante de migración internacional y desplazamiento interno. Este es el tema de El Viejo Roble. Se centra en la reacción de los residentes de un empobrecido pueblo minero ante la llegada de un pequeño grupo de refugiados sirios, en su mayoría mujeres y niños, víctimas recientes de horrores indescriptibles en su tierra natal.
Esta historia empieza con T.J. y Laura ayudando a bajar a un grupo de refugiados sirios de un autobús y dirigiéndolos a una hilera de casas continuas en la que solía ser una ciudad minera, para disgusto de los lugareños. “No es justo,” dice uno… “¿Por qué no nos dijiste que vendrían?” grita otro.
Yara, una joven inmigrante y aspirante a fotógrafa, llega con su madre, sus hermanos y hermanas, y documenta la protesta con su cámara fotográfica que toma fotos en blanco y negro —un precioso regalo de su padre, quien está entre los desaparecidos de la guerra en Siria. Yara se enfrenta en una pelea con Rocco, un personaje muy cruel que le exige que borre la fotografía que le tomó. (Vemos sus fotografías en blanco y negro al comienzo de la película y eso le da a la película un sentido de realidad).
El dependiente del pub local, T.J. Ballantyne, acude en su ayuda, recoge la cámara que Rocco había roto y se ofrece a arreglarla. T.J.no es un alguien de grandes gestos, sino al contrario, es un hombre bastante triste a quien le encanta la bondad silenciosa.
Él no es un salvador. Sin embargo, más adelante descubrimos que le vendría bien un poco de salvación a él también. Ya cometió sus errores y perdió a su familia, así que quizás ahora sea un poco más sabio. O al menos se haya vuelto más amable, tranquilo y más cariñoso con su “tonta perrita” Marra, que literalmente lo salvó cuando tenía tendencias suicidas.
Su oferta a Yara no les sienta bien a los clientes habituales de su pub, The Old Oak (El Viejo Roble). Ellos ven a los refugiados como un insulto a sus comunidades y un asalto a sus valores. Reaccionan a 40 años de decadencia: Las minas desaparecieron, los precios de las viviendas se desplomaron, las escuelas cerraron, las familias se quedaron sin alimentos y los empleos escasearon. (“Toda una forma de vida, simplemente desaparecida para siempre”, dice T.J.). Los racistas se hacen, o como T.J. expresa de manera más elocuente: “Todos buscamos un chivo expiatorio cuando la vida va [mal]”.
T.J. y Laura, una amiga de la familia, intentan ayudar a que las familias se asienten en su nuevo hogar. No es una tarea fácil. Hay una pelea entre Yara y la madre de una niña, Linda, que está débil por desnutrición. La madre después se reconcilia con Yara y se convierte en una fuerza impulsora que une a las facciones rivales para que finalmente se unan. Más tarde reclutará a Yara para fotografiar a sus amigos en la ciudad.
T.J. no ha podido arreglar la cámara de Yara. Sin embargo, la invita a la trastienda del pub donde le muestra un par de cámaras viejas que intercambiará para que reparen la de ella. Cuando se queda sola en la habitación, Yara contempla las fotografías en blanco y negro que conmemoran la solidaridad de los mineros en el apogeo de la ciudad y del pub. Ellos mismos se habían unido en esa trastienda, al menos por un tiempo, , para apoyarse mutuamente al compartir comida juntos.
La trastienda de The Old Oak (EL Viejo Roble) se convierte en el centro de la película. A los clientes habituales del pub les molesta la amistad de T.J. con Yara y su familia y marcan su postura claramente. Los clientes habituales del pub quieren celebrar una reunión municipal para desahogar su ira por la afluencia de inmigrantes. No tienen dónde hacerlo y le preguntan a T.J. si puede abrir la trastienda del pub, la misma que había estado cerrada y en ruinas durante décadas. T.J. les dice que no, que el lugar no es seguro, pero está mintiendo. La verdadera razón es que no quiere ayudar a organizar una reunión antiinmigrante. Y sus viejos compañeros lo saben, porque leen en sus ojos que él ya los ha abandonado.
Entonces comienza un uso diferente para la trastienda de The Old Oak. En el pueblo el salón de la iglesia ya no existe, pero la muerte de la perrita Marra conducirá a su reapertura como un lugar de almacenamiento de alimentación comunitaria para tanto lugareños como sirios juntos. Marra es una palabra de minero que se refiere a “alguien que te apoyará, que te respaldará”.
Cuando T.J. solía visitar el cementerio donde están enterrados sus padres, Marra escapa. T.J. la persigue y la llama, para un tiempo después encontrarla muerta por las dentelladas de los perros feroces de los jóvenes lugareños.
Angustiado en casa después de haber enterrado a Marra en la orilla del mar donde la perrita le había salvado la vida, T.J. recibe la visita de Yara y su madre. Vienen a traerle comida. Vienen a llorar con él. No hay vergüenza en el amor. Ellas también entienden la pérdida. No hace falta palabras, sólo comida. No se irán hasta que él coma. Al día siguiente, Laura y Yara encuentran a T.J. limpiando la cocina en la trastienda de The Old Oak. Las personas traumatizadas, las necesitadas, tanto jóvenes como viejas se unen al alimentarlas. “Se trata de solidaridad, no de caridad”, explica T.J.
La realidad cotidiana que sustenta el ritual eucarístico celebrado por los cristianos se hace sentir en esa trastienda de The Old Oak. Es un ritual que recuerda no una victoria, sino una muerte salvadora. (“Proclamamos la muerte del Señor…”) Los salvadores no son inmunes a la brutalidad del mundo: un mundo que muestra los dientes en el asesinato de la perrita Marra, el matoneo a un joven sirio y los videos de la devastación que azota a Siria en las computadoras portátiles de los refugiados.
El recuerdo ritual cristiano de una muerte que salva tiene lugar cuando se parte el pan y se comparte la copa del dolor. Es un evento lleno de gratitud, avivado por el recuerdo de momentos de gracia rememorados cuando los reunidos escuchan historias de escritos considerados sagrados. Lo que se logra es una comunión de personas: el cuerpo de Cristo.
En la trastienda de The Old Oak, una comida compartida reúne a la gente del pueblo y a los sirios, personas que comenzaron como extraños. (“Las personas que comen juntas permanecen juntas”). Su comunión se fortalece, no por las historias que escuchan de los escritos sagrados, sino por la alegría y el placer que sienten al ver las fotografías en blanco y negro tomadas por Yara. Estas fotografías en blanco y negro evocan en sus vidas los momentos de gracia y esperanza que surgieron en sus luchas conjuntas. Yara observa a través de su cámara. Descubre los momentos de gracia y esperanza que les suceden a personas que de otro modo los habrían ignorado.
La trastienda de The Old Oak, donde se alimentaba a la solidaridad, será saboteada por los clientes cotidianos. Pero antes de que eso suceda, T.J. y Yara van a recoger comida a la Catedral. Yara se siente profundamente conmovida mientras recorre por sus espacios cavernosos, sintiéndose especialmente atraída por la presencia del coro.
Mientras se sienta en un banco con T.J, le dice: “Tengo un amigo que dice que la esperanza es ofensiva. Quizás tenga razón”. Pero después de escuchar al coro, continúa: “Me dan ganas de volver a tener esperanza”. T.J. le responde: “Se necesita fe para tener esperanza”. La respuesta de Yara es sencilla: “Si dejo de tener esperanza, mi corazón dejará de latir”.
La trastienda de The Old Oak, donde se alimentaba a la solidaridad, es de hecho destruida por los clientes cotidianos, pero no así la solidaridad misma. Una muerte más revela su presencia. Cuando T. J. y Laura se enteran de la muerte del padre de Yara en Siria, llevan comida a su casa para llorar con la familia. Pronto, un flujo constante de personas, habitantes del pueblo y sirios, llega a la casa trayendo recuerdos y flores. Charlie, el principal culpable de la destrucción de la trastienda de The Old Oak, se encuentra entre la multitud que viene a presentar sus respetos a la familia. La película pasa a negro y después de un tiempo en la oscuridad, a nosotros, que somos su audiencia, se nos muestra una imagen de un enorme desfile de humanos solidarios portando una pancarta que dice: Fuerza, Solidaridad, Resistencia.
El Padre Maryknoll John Keegan de Brooklyn, Nueva York, se unió a Maryknoll en 1951. El misionero es profesor emérito de la Escuela de Teología Maryknoll y autor de varios libros y artículos. Él enseñó Ética en las Relaciones Internacionales en la Universidad Estatal de Nueva York en Stonybrook, donde también sirvió como capellán en el Hospital Universitario. Actualmente está jubilado.
Para leer otras reflexiones bíblicas publicadas por la Oficina de Asuntos Globales Maryknoll, haga clic aquí.
Imagen destacada: Familias sirias desplazadas, que huyeron de la violencia después de la ofensiva turca contra Siria, sentadas en un autobús camino a los campamentos de refugiados. (CNS/Ari Jalal, Reuters)