Dos mujeres tanzanas profesan votos perpetuos como Hermanas Maryknoll
El Centro de las Hermanas Maryknoll irradió alegría por la ocasión de los votos perpetuos de Felista Wanzagi y Esther Warioba en la Capilla Anunciación en Ossining, Nueva York, el 22 de junio.
Al ritmo de una canción en suajili, las Hermanas Wanzagi y Warioba caminaron por la nave al altar, adornadas con guirnaldas hawaianas y vestidos que representaban su camino misionero.
La Hermana Warioba llevaba un vestido tradicional chino, un cheongsam rojo, que evoca la ciudad de Hong Kong donde sirve a refugiados y mujeres en prisión. El estampado floral en el vestido de la Hermana Wanzagi simboliza su retorno a Hawái, donde fue voluntaria en Wallyhouse, un hogar de hospitalidad de El Trabajador Católico en Honolulu.
“Estas dos [Hermanas] se apoyan sobre los hombros de tantas grandiosas Hermanas Maryknoll”, dijo el Padre Maryknoll Edward Dougherty, quien presidió la Misa. “Me alegra celebrar sus vidas y pedirle a Dios Todopoderoso que bendiga sus ministerios”.
En su discurso, la Hermana Maryknoll Antoinette “Nonie” Gutzler citó tres verbos de las Escrituras para el día: ser, dar, reunir. Les aconsejó a las nuevas Hermanas ser el cuerpo de Cristo, dar de sí mismas “para la vida del mundo” y “reunir los fragmentos de sus comunidades y experiencias de misión en Hong Kong, Guatemala, Tanzania, Hawái y aquí en Maryknoll”. Estos fragmentos, dijo, “se transformarán en las semillas del mañana”.
Oriundas de Tanzania, ambas mujeres son testimonio de la cosecha proveniente de las semillas de misión que los primeros misioneros Maryknoll plantaron en el continente africano hace casi 80 años.
La Hermana Wanzagi, 39, se inspiró desde su niñez en el ejemplo de los Padres Maryknoll Dougherty y John Eybel, quienes sirvieron en la parroquia de su familia. Después de la secundaria, mientras trabajaba como maestra certificada, profundizó su llamado.
“Conocí a muchos estudiantes viviendo con VIH/sida”, dice. “Sus desafíos encendieron una llama en mí para hacer una diferencia”.
Ella se unió a las Hermanas Maryknoll en el 2014 y trabajó en la unidad de cuidados en el centro de las Hermanas antes de su asignación a Guatemala en el 2018. Allí sirvió a pacientes seropositivos en el Hospicio Santa María, fundado por las Hermanas Maryknoll Dee Smith y Marlene Condon. Una parte importante de su labor allí, dice, era educar a las familias para reducir el estigma y facilitar la inclusión de los pacientes en la sociedad.
Tras su regreso a Tanzania el año siguiente, la Hermana Wanzagi trabajó con la afiliada Maryknoll Constancia Bogoma en Chanua Group, un proyecto en Mwanza que apoya a cerca de 60 niños huérfanos a causa del VIH/sida y a grupos de mujeres. En el 2024, fue asignada a Hawái donde hace voluntariado en el Hospicio St. Francis y en la escuela Maryknoll Grade School.
Los misioneros Maryknoll también inspiraron a la Hermana Warioba, de 43 años, desde una temprana edad.
Cuando Warioba era apenas una niña, su padre murió de una enfermedad y su madre tuvo que criar a cuatro niños ella sola. A diferencia de la mayoría de las madres, la suya había completado la escuela secundaria.
“Me animó a continuar mi educación”, dice la Hermana Warioba. “Me encantaba ir a la escuela”.
Para ayudarla a lograr ese sueño, el Padre Maryknoll James A. Conard patrocinó su educación en la escuela Kowak Girls Secondary School, la cual él había fundado a principios de los noventa. Después la Hermana Warioba se especializó en Educación para Adultos en la Universidad de Dar es Salaam. Quería, dice ella, darles a otras mujeres el mismo regalo que ella había recibido.
“En mi aldea muchas mujeres y niñas no iban a la escuela o no pasaban del quinto grado”, dice.
Después de unirse a las Hermanas Maryknoll en el 2014, la Hermana Warioba fue asignada al Centro de las Hermanas en Nueva York. Allí ella trabajó como coordinadora del Instituto Misionero Maryknoll y sirvió en el centro de cuidados para las hermanas más ancianas. En el 2019 fue asignada a Hong Kong, donde hace voluntariado en ministerios carcelarios de acompañamiento que ofrecen oportunidades de educación.
Para ambas hermanas, la Misa de los votos perpetuos reafirmó su vocación y sus experiencias misioneras.
“Sentí la presencia de Dios”, dice la Hermana Warioba. “Por un momento vi la gloria de Dios”.
La Hermana Wanzagi dice que los votos perpetuos son la realización del camino misionero que ya había emprendido. “Es por eso que le dije sí a Dios desde el principio”.
Imagen destacada: Una fotografía compuesta de las Hermanas Maryknoll Felista Wanzagi y Esther Warioba (de izq. a dcha.) cuando recibieron sus votos perpetuos. (Andrea Moreno-Díaz/EE. UU.)