Mucho antes que el Segundo Concilio Vaticano pidiera a los católicos que reflexionen sobre su llamada bautismal a ser misioneros, el sacerdote de Boston James Anthony Walsh trabajó incansablemente para despertar en los católicos de Estados Unidos el deseo de compartir su fe más allá de sus fronteras. Su entusiasmo lo llevó a cofundar con el Padre Thomas F. Price de Wilmington, North Carolina, una sociedad con sede en Estados Unidos que enviaría misioneros a proclamar el Evangelio en el mundo: los Padres y Hermanos Maryknoll. ¿De dónde le vino al dinámico Walsh su espíritu misionero? Una visita a su pueblo en Massachussets muestra sus raíces misioneras y su legado.
En la Iglesia de San Pablo en Cambridge, donde Walsh creció cerca a la Universidad de Harvard, el vicario parroquial, el Padre James Savage, dice, “Nos gusta pensar que nuestra parroquia influyó en su vida”. Él señala un mural en la iglesia que plasma el espíritu misionero de San Pablo y refleja simbólicamente la ceremonia de envío de seis jóvenes de la parroquia quienes fueron líderes en el movimiento misionero, en casa y en ultramar. James A. Walsh es uno de ellos. Sobre sus primeros contactos con la misión extranjera, Walsh dijo, “un viejo sacerdote alemán en la iglesia jesuita donde fui al catecismo nos habló de los niños desamparados de China”. El joven Walsh pidió un centavo a 12 personas para ayudar a los pobres en China.
Si la Iglesia San Pablo plantó la semilla misionera en Walsh, seguro que esta creció en el Seminario San Juan en Brighton, donde estudió para ser sacerdote. “El seminario siempre tuvo mentalidad misionera”, dice el rector, el Obispo Arthur Kennedy, mientras recorre los pasillos por donde caminó Walsh. Kennedy atribuye ese espíritu a los sacerdotes franceses sulpicianos del seminario quienes a menudo hablaban con los estudiantes sobre su labor misionera en el Lejano Oriente y África. Walsh acogió esas historias en su corazón y llegó a ser director de Academia, el club misionero del seminario que ayudó a forjar interés y fondos para las misiones.
“Cuando el Arzobispo John Williams ordenó a Walsh al sacerdocio el 20 de mayo de 1892, él llevó a las órdenes sagradas a un joven maduro de mentalidad, corazón y alma para una vida de devoción a la Iglesia en tierras no cristianas”, escribió el Cardenal Richard Cushing, quien más de 20 años después siguió a Walsh al Seminario de San Juan y quien fundaría la Sociedad Misionera de Santiago Apóstol, que envía sacerdotes diocesanos de países de habla inglesa a servir en Latinoamérica y luego regresan a ani- mar a sus propias diócesis. Unos 300 sacerdotes de Boston han sido miembros de esa sociedad.
Cushing y Walsh indudable- mente se alegrarían de ver cómo hoy continúa su visión. “Tenemos 80 estudiantes, no todos nacidos en Estados Unidos”, dice Kennedy. “Vienen de 14 países diferentes. El entendimiento intercultural es muy natural aquí cuando los estudiantes se hacen amigos”.
Para Walsh, ser director de la Sociedad para la Propagación de la Fe (SPF) en Boston incrementó su entendimiento intercultural y su deseo de dar a sus compatriotas un corazón mundial. Con ese propósito, con la ayuda de Mary Josephine Rogers, también de Boston, comenzó a publicar una revista misionera, The Field Afar.
Maureen Heil, la actual directora de desarrollo de Pontifical Mission Society que incluye a la SPF, ve la conexión entre la visión de Walsh y Pauline Jaricot, quien fundó SPF en Francia en 1822. “Ambos, Pauline y Walsh creían que involucrarse en la misión extranjera era avivar la fe en casa”, dice. Hoy, añade, SPF sigue dedicada a llevar el Evangelio por el mundo, principalmente a través de nuevos medios de comunicación como el Internet.
El Padre Walsh nunca hubiera imaginado cómo los nuevos medios de comunicación aumentarían la propagación del Evangelio en el siglo XXI. Por ejemplo, el canal de televisión católico de Boston es una cadena de la arquidiócesis con fondos donados por los televidentes, que usa equipos avanzados y estilos modernos de emisión para llevar la Palabra de Dios a 5.2 millones de hogares en Boston y sus alrededores. Además de la Misa diaria, la cadena ofrece programas como “Este es el Día”, un talk show popular en el que se presentan católicos locales y de la Iglesia universal. Recientemente, el Hermano de Maryknoll Brendan Corkery y la Hermana de Maryknoll Mary Ellen Manz, fueron invitados. “La televisión católica tiene un objetivo”, dice el director Padre Robert Reed, “proclamar el mensaje que Jesús vive entre nosotros”.
Un mural en la iglesia de St. Paul en Cambridge muestra al Padre James A. Walsh (arrodillado, segundo desde la derecha) y otros cinco misioneros de la parroquia enviados a servir por el entonces cardenal William O’Connell y el pastor, el Padre John Ryan. (K. Golden/EE.UU.)
El Cardenal Seán O’Malley, líder espiritual de los dos millones de católicos de Boston, está muy orgulloso de sus esfuerzos misioneros. Cita su respuesta al terremoto en Haití en enero 2010. “En mis últimos viajes a Haití, me sorprendí al ver cuántas parroquias locales tienen lazos con parroquias allí”, dice, y añade que Boston tiene la tercera mayor población de haitianos de todas las ciudades de Estados Unidos, después de Brooklyn y Miami. Boston rápidamente tomó acción después del terremoto. Las parroquias colectaron 2 millones de dólares para esfuerzos de auxilio. Equipos médicos viajaron al país para entrenar a otros en cuida- do de salud de largo plazo. Tiziana Dearing, ex presidenta de Caridades Católicas en Boston, reporta que la agencia abrió 11 clínicas para servir gratis a los haitianos que estaban en Boston en enero. “Caridades Católicas tiene 750 empleados”, dice Dearing, “pero no podríamos hacer el trabajo de ayudar a los que se están cayendo si no es por unos 2,000 voluntarios”. Vienen de parroquias como Santa Cecilia en Boston, donde el párroco, el Padre John Unni dice que muchos feligreses ven el servicio como su llamado. Mark Lippolt es uno de ellos. Alternando domingos, Lippolt y un grupo de feligreses re- cogen alimentos donados por un negocio local y los llevan al Centro Haitiano de Caridades Católicas en Dorchester, donde Beth Chambers, directora de servicio comunitario, viene en su día libre para recibirlos. Durante la semana ella distribuye los alimentos a los necesitados, haitianos y no haitianos. Varios feligreses de Santa Cecilia han ido a Haití con su párroco para distribuir amor e interés personalmente.
Estudiantes universitarios, que representan un cuarto de millón de los 4.5 millones de residentes de la gran área metropolitana de Boston, tienen muchas oportunidades de hacer servicio misionero en lugares como Boston College. El Programa Internacional Arrupe de Boston College, nombrado por el antiguo superior general jesuita Pedro Arrupe, conocido por vincular la fe con la justicia social, tiene ese objetivo. Al escuchar a los estudiantes de Boston College Dan Kennedy y Beth Glauber hablar de sus recientes viajes a corto tiempo, es obvio que el Centro Arrupe está cumpliendo sus objetivos. Kennedy, quien ayudó a construir casas en Ciudad Belice, dice, “Pude ver cómo el mundo sufre, pero seguimos teniendo esperanza. Todo se basa en lo que escogemos hacer, y podemos marcar una diferencia”. Glauber, quien sirvió como líder estudiantil en un viaje a la frontera de Estados Unidos con México, comenta, “Aprendí que la mayoría de los que emigran no quieren dejar su tierra. Quiero difundir el mensaje que no vienen con drogas y armas sino que sólo quieren mantener a sus familias”.
Kelly Sardon-Garrity, directora del programa Arrupe, dice, “Llena de orgullo saber que es- tas personas inteligentes y com- pasivas dan este servicio al mundo debido a su conexión con la gente que sufre”.
De regreso a St. Paul en Cambridge, donde la mayoría de los feligreses son estudiantes de la Universidad de Harvard, el Padre Savage dice, “En mis homilías siempre hago referencia al mural con el Padre Walsh y los otros misioneros y les digo a los estudiantes, ‘Apliquen ese espíritu a sus vidas’. Fue la sustancia y cimiento de la mejor sociedad misionera de toda América”.
Imagen destacada: Como director de la Sociedad para la Propagación de la Fe en Boston, el Padre James A. Walsh trabajó para que los católicos estadounidenses se interesaran en compartir el Evangelio en campos lejanos. (Maryknoll Mission Archives)