Relatos Misioneros de Bangladesh, Kenya, Perú y Brasil

Tiempo de lectura: 3 minutos
Por: Misioneros Maryknoll
Fecha de Publicación: Mar 1, 2019

BANGLADESH

En una calle principal que atraviesa la ciudad de Shariatput en Bangladesh, di una vuelta en U y, sin saberlo, forcé a un peatón a salir de la pista. Era Nanny, una mujer solitaria, cabizbaja, que pasa sus días caminando calle arriba y calle abajo en la calle pavimentada principal, con una red en una mano y un palo en la otra mano; siempre hablando sola. Me disculpé rápidamente por la molestia que le había causado. Nanny me enseñó los dientes y levantó su bastón como para golpearme. Sonriendo, me disculpé de nuevo. Unos meses antes traté de conversar con ella, pero ella ni siquiera me miró. Sin embargo, en esta ocasión, Nanny me miró directamente a los ojos, aunque con indignación. Una disculpa le hizo florecer, es decir, reconocer a otra persona.

Bob McCahill, M.M.

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KENYA

Una mañana, después de la liturgia del domingo, me detuve en un mercado en Nairobi, la capital de Kenya. Al terminar mis compras, estaba regresando a mi automóvil cuando una mujer que caminaba de la mano con un niño pequeño se me acercó. Me preguntó si me acordaba de ella. Le tuve que confesar que no la recordaba. Ella me explicó que yo había rezado con ella un tiempo para que su hija pudiera concebir un hijo. “Este niño es mi nieto”, dijo sonriendo la mujer. “Le doy gracias a Dios y estoy muy agradecida con usted también”.

John Conway, M.M.

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PERÚ

¿Alguna vez has pensado qué difícil es tejer algo por falta de tiempo? En la Cordillera de los Andes del Perú, donde serví en misión, las mujeres aymaras, me enseñaron que no. No era nada extraño verlas caminar con sus manos en constante movimiento. Debajo del brazo cargan un ovillo de lana recién trasquilada de una alpaca, oveja, o vicuña, y en las manos llevan un huso de madera hecho en casa. Agarran un pedazo de lana, lo envuelven y aseguran alrededor del huso. En cualquier momento que están sentadas, ponen un poco de lana en la parte delantera de sus largas faldas y comienzan un movimiento con las manos, de izquierda a derecha, de derecha a izquierda, mientras el huso gira y va formando la lana nueva. Después, cuando van a caminar largas distancias, llevan madejas con hermosos hilos de tejer. Me fascinó la precisión de este método. Tienen todo listo para tejer lo planeado, ya sea un suéter, un poncho, una manta, o lo que sea. Tejen mientras hacen sus compras en los mercados o conversan con amigos. ¡No pierden el tiempo!

Helen Phillips, M.M.

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BRASIL

En camino a iniciar nuestro ministerio en una prisión de mujeres en São Paulo, Brasil, mi esposo y yo vimos en un parque una estatua de Santiago el Mayor. Es un buen homenaje al discípulo, de quien sabemos por la Biblia, que dejó su vida, su padre, su hogar, su profesión como pescador para seguir a Jesús. Nos sorprendió encontrar la estatua  por dos razones. Primero, es una conexión clara con lo que encontrarías en el Camino de Santiago de Compostela, en el norte de España, a unas 5.000 millas de distancia. La segunda razón tiene menos que ver con la distancia y más con el tiempo.

Jim y yo completamos la peregrinación a Santiago de Compostela el 21 de mayo de 2015. Encontramos la estatua de Santiago en Brasil el 21 de mayo de 2016, exactamente un año después y justo el primer día que iniciamos nuestro ministerio de prisiones. Quizás es una indicación que nuestra peregrinación no terminó en España, y que aún estamos en el camino correcto con los Misioneros Laicos Maryknoll.

Marilyn Kott, MKLM

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