Ministerio de misionera laica ayuda a personas a mantenerse sobrias a través de Alcohólicos Anónimos
Un largo camino lleno de baches en Mombasa, Kenia, conduce a la Unidad de Salud Mental y Adicción a Sustancias de Port Reitz. Es el sórdido y duro final de muchos viajes de adicción y enfermedad mental. Literalmente, el final del camino.
Los miércoles tengo allí una reunión de Alcohólicos Anónimos dirigida a cerca de una docena de pacientes. (Aunque todos los miembros de AA en este artículo dieron permiso para que se compartieran sus historias, se están utilizando seudónimos).
Hace unos meses, cuando estábamos a punto de empezar la reunión, entró un joven. Su camisa blanca y planchada brillaba en la luz grisácea de la habitación. Sus zapatos eran nuevos, sus pantalones estaban limpios. Se acercó a mí con una sonrisa pequeña, pero alegre.
“¿Te acuerdas de mí, Megan?”, preguntó. Mientras nos dábamos la mano, dijo: “Soy Vicente, y me rehabilité aquí”. Me dijo que planeaba venir a Port Reitz todas las semanas para compartir el mensaje que lo ayudó a mantenerse sobrio. En el momento en que comenzó a hablar de su experiencia en kiswahili, los pacientes que asistieron a la reunión se sentaron erguidos y hacia adelante; sus ojos oscuros, a veces desesperados, lo miraban fijamente.
Era la primera vez que alguien regresaba para sentarse en una de estas viejas sillas de plástico después de haberse rehabilitado.
Vicente es fiel a su palabra. Regresa cada semana a compartir su experiencia, fortaleza y esperanza, que son el mensaje de AA, con aquellos que duermen en el mismo cemento frío en el que solía dormir. Vicente lleva el mensaje con gracia y sencillez.
Otros en rehabilitación se unen a nuestras reuniones.
El psicólogo Titus Ngugi, quien invitó a Megan Hamilton a Port Reitz, ayuda a los pacientes a crear carteles a partir de lecturas de AA para colgar en las paredes de las instalaciones. (Cortesía de Megan Hamilton/Kenia)
Esther no se rehabilitó en Port Reitz, pero vino a ayudar diligentemente a dirigir las reuniones.
Arturo ahora lidera las reuniones de Port Reitz y las mejora de innumerables maneras. Yo solo me siento a esperar mi turno para mi pequeña parte en inglés.
Arturo fue una vez un traficante de drogas a gran escala, atrapado en el pantano de la vida de pandillas. La gente de su pasado aún trata de arrastrarlo para que vuelva. Pero está comprometido con su rehabilitación, y distribuye información sobre AA por el pueblo y explica de qué se trata el programa.
Al igual que la ciudad donde viví en Baltimore, Maryland, Mombasa es una ciudad portuaria: un poco ruda y con una historia tumultuosa. Como muchas ciudades portuarias, está plagada de drogas, y siempre hay adicción.
Cuando llegué aquí hace dos años, esta ciudad de 1.4 millones de habitantes tenía solo una reunión en persona de AA (otros se conectaban por internet desde la pandemia de COVID). Ahora tenemos hasta cinco reuniones en persona. A modo de comparación, cuando me rehabilité hace 31 años, Baltimore tenía 600 reuniones de AA a la semana.
Alcohólicos Anónimos Kenia se estableció en 1971. En la Convención de AA de África Oriental en Mombasa en noviembre del 2022, que ayudé a organizar, se compartió la historia de AA en Kenia.
En Kenia, ser alcohólico o adicto es visto como la consecuencia de tomar malas decisiones en la vida, estar poseído por un espíritu maligno o el diablo, o mostrar debilidad moral. Se considera muy indigno y trae vergüenza a toda la familia.
Se necesita más conciencia sobre la adicción, el trastorno por abuso de sustancias y la rehabilitación. Mucha gente no sabe lo que cuesta mantenerse sobrio. A veces, incluso cuando los pacientes salen de rehabilitación y se van a casa, sus familiares dicen: “Genial, ahora estás curado. ¡Celebra con una cerveza!”
Los voluntarios hablan sobre el abuso de alcohol y sustancias a los pacientes de Port Reitz y a los reclusos transportados por soldados desde la prisión de Shimo La Tewa para asistir a la sesión. (Cortesía de Megan Hamilton/Kenia)
La vergüenza dificulta que los alcohólicos en rehabilitación aboguen por lo que necesitan. Están demasiado avergonzados para decirles abiertamente a otros que son alcohólicos/adictos y que necesitan sacar tiempo para asistir a las reuniones. Sus familias no entienden la enfermedad de la adicción ni lo importante que es mantener abstinencia total de drogas y alcohol.
Mi ministerio con AA comenzó a través de mi trabajo con el programa de Atención Médica con Base Comunitaria de la Arquidiócesis de Mombasa, fundado en 1996 por el difunto Hermano Maryknoll John Mullen. En asignaciones internacionales pasadas – en Albania con el Cuerpo de Paz y en Jamaica con la Misión Franciscana – yo a veces promocionaba el programa de AA. Sin embargo, al principio no estaba segura si ese debía ser el enfoque principal de mi misión aquí.
Me sentí algo culpable por eso. ¿Acaso este servicio era para mi propio cuidado?
Mi director espiritual, el Padre Maryknoll Larry Lewis, me animó. Él es de la opinión de que algunos de los mejores ministerios misioneros combinan aquello que es personalmente importante para nosotros con hacer el bien a los demás.
Aunque el programa de AA no es sectario y no se limita a ningún grupo religioso en particular, nuestra conexión con la Iglesia Católica en Mombasa ha sido una gran ayuda. La Hermana Emily Jebiwott de las Hermanas de San José de Tarbes, coordinadora del programa de Atención Médica con Base Comunitaria, ha sido una asesora experta. El arzobispo Martin Kivuva Musonde da su apoyo y me brinda una plataforma para compartir mi trabajo con AA. Los primeros lunes de cada mes presento una actualización al personal arquidiocesano. Los sacerdotes y religiosas que conozco allí a menudo refieren a otras personas para el programa.
En una escuela de Ukunda, Kenia, se realiza una sesión pública sobre la adicción, con una presentación para 22 profesores seguida de una asamblea para los 500 estudiantes de la escuela. (Cortesía de Megan Hamilton/Kenia)
Ya sea que las personas que vienen a AA sean religiosas o no, todas pueden esperar encontrar un milagro en la rehabilitación. Mi milagro me trajo aquí, del banquillo de un bar en un muelle de Baltimore hasta la misión en Mombasa.
Para cerrar nuestras reuniones de AA, siempre formamos un círculo. Decimos la Oración de la Serenidad y luego damos palmadas hacia arriba y hacia abajo mientras cantamos: “¡Sigue asistiendo! ¡Funciona si te esfuerzas! Así que esfuérzate; tú vales, ¡mantente sobrio!”
Un día, durante nuestra reunión en Port Reitz, un paciente pintó un panorama sombrío de su vida fuera de control. Cuando terminó la reunión, después de nuestro canto, todavía estaba triste. Lo miré directamente a los ojos y le dije: “¿Sabes lo que me dijeron cuando vine por primera vez? ‘No renuncies antes de que ocurra el milagro’”.
Sus ojos se iluminaron. Me golpeó los nudillos con el puño y repitió alegremente: “¡No renuncies antes de que ocurra el milagro!”
Imagen destacada: La Misionera Laica Maryknoll Megan Hamilton (izquierda) se reúne con la Hermana Emily Jebiwott, quien coordina el programa de atención médica comunitaria de la Arquidiócesis de Mombasa. (Cortesía de Megan Hamilton/Kenia)