Juntos en Misión: Caridad cristiana en acción en Taiwán

Tiempo de lectura: 3 minutos
Por: Charles Niece
Fecha de Publicación: Dic 4, 2023

Era la primavera del 2019 y yo estaba a punto de terminar mis estudios universitarios en filosofía y teología en la Universidad Seton Hall de Nueva Jersey. Podía recitar líneas de encíclicas papales y repetir palabras en griego para diferentes formas de amor. En breve, sabía de la caridad cristiana desde la pizarra de un salón de clases de un seminario.

Todo cambió cuando el director del programa de voluntariado a corto plazo de Maryknoll me presentó al Padre Maryknoll Joyalito Tajonera, quien me propuso un año sabático en su ministerio para migrantes en Taiwán. Durante nuestras llamadas para discernir si esta asignación era para mí, el Padre Joy (alegría) – como es conocido de cariño – resaltó que la comunidad filipina de migrantes en Taiwán era la perfecta oportunidad de vivir la caridad cristiana. Con ese comentario me convenció.

Tal cual, cuando llegué al albergue para migrantes del Padre Joy en Taichung, Taiwán, no estaba asistiendo a clases, sino aprendiendo el idioma filipino tagalo y escuchando la multitud de preocupaciones de desolados trabajadores migrantes. Me encontré estrechando las manos de empleados, llenas de callos, de fábricas automotoras que trabajaban sin equipo de protección. Podía oler los residuos de químicos de limpieza alcalinos en la ropa de trabajadoras de fábricas de electrónicos – algunas de ellas víctimas de robo de salarios. Escuché el tenue temblor en la voz de un trabajador migrante de una fábrica de ropa que no había tenido un día libre en casi un mes.

Más que “saber” del amor cristiano desde una pizarra, aprendía a “conocer” el amor del sacrificio de estos trabajadores migrantes para apoyar a sus familias.

Empecé a percatarme de las limitaciones del gobierno taiwanés en atender a ciertas malas prácticas laborales. Un día, mientras pensaba en voz alta, le dije al Padre Joy: “Me pregunto si las compañías americanas para las que estos trabajadores hacen sus productos saben lo que está sucediendo”. De ahí, empezamos a conectar a trabajadores migrantes con las compañías internacionales para las que al fin y al cabo trabajan.

Para nuestra sorpresa, estas corporaciones respondieron rápidamente, con interés por saber qué pasaba en sus cadenas de suministro y para ayudar a remediar la situación.

Les enviamos fotos de los abarrotados dormitorios, cálculos de pagos de préstamos que empleados sacaron para garantizar su empleo y mensajes de mujeres embarazadas que habían sido despedidas. Quiero pensar que estas compañías empezaron a “conocer”– más que “saber de”– las experiencias de los trabajadores migrantes.

Ya me preparaba para regresar a Nueva Jersey, pero más y más trabajadores necesitaban ayuda. Durante el año nuevo chino, el Padre Joy me dijo con clásica sabiduría Maryknoll: “No debes ir a donde quieres, sino a donde te necesitan.” ¡Qué declaración potente! Renové mi compromiso como voluntario Maryknoll. Lo que se suponía iba a ser un periodo corto, se ha extendido a casi cuatro años en Taiwán apoyando a la comunidad migrante.

Durante estos años ayudamos a iniciar docenas de investigaciones y auditorias de trabajo forzado y semiesclavo de trabajadores migrantes en la cadena de suministro global. Hemos involucrado a marcas de una amplia gama de industrias que fabrican electrodomésticos, aparatos médicos, herramientas, textiles, automotoras, ropa y procesan comida. Estimamos — con bastante asombro — que hemos contribuido a la devolución de más de 4 millones de dólares a aproximadamente mil trabajadores migrantes. Supervisamos la restitución de cerca de dos mil pasaportes y documentos a trabajadores migrantes, cuyos empleadores a menudo los confiscaban para que no pudieran irse. Hemos ayudado a muchos a recobrar la libertad de cambiar de empleador.

La parte más gratificante de este ministerio es que cuando unos cuantos trabajadores conocen sus derechos y tienen la convicción para levantarse, motivan a otros migrantes a unirse a su voz. Un grupo de cinco trabajadores luchando puede aumentar a 300 trabajadores y una fábrica que lucha puede expandirse a cinco fábricas. Es un efecto dominó y me enorgullece decir que empezó con el Padre Joy y con Maryknoll.

En cuanto a mí, encontré lo prometido: amor en acción.

Imagen destacada: Charles Niece (tercero de la izq.), de 26 años, ha trabajado durante cuatro años como voluntario Maryknoll en Taiwán, ayudando a los trabajadores migrantes a ejercer sus derechos humanos. (Cortesía de Charles Niece/Taiwán)

Sobre la autora/or

Charles Niece

Charles Niece es un voluntario Maryknoll a corto plazo, que ha estado trabajando en misión en Taiwán desde 2019 junto al Padre Maryknoll Joyalito Tajonera.

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