El clamor de los pobres por la liberación

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Un Padre Maryknoll que sirvió en Perú y Bolivia encuentra inspiración en la teología de la liberación

El Padre Maryknoll Stephen Judd describe un encuentro que marcó toda su vida misionera. Cuando era un joven seminarista en 1973, el Padre Gustavo Gutiérrez lo visitó a él y a otros misioneros Maryknoll en Arequipa, Perú. “Él habló de los elementos esenciales de hacer teología de una manera diferente”, recuerda el Padre Judd. Este encuentro con el fundador de la teología de la liberación “fue la mejor orientación para la misión”.

Nacido en 1945 en Butte, Montana, Judd fue criado en una comunidad minera compuesta de personas de diversos orígenes que buscaban trabajo. Él viene de una familia de inmigrantes italianos que establecieron un pequeño negocio, el bar Charley’s New Deal. Aprender de sus padres a darle la bienvenida a todo tipo de personas — un tipo de “ministerio de cantina” — lo moldeó para la misión, dice el Padre Judd. Después comentó que un sacerdote convoca a personas de orígenes diferentes por un único propósito.

Judd estudió español en la Universidad de Montana y obtuvo su maestría en Literaturas Hispánicas de la Universidad de Nuevo México. Después se unió a la fuerza aérea. Cuando estaba asignado en Cabo Cod, encontró folletos de Maryknoll en la capilla de la base militar. El joven Judd pronto se puso en contacto con el Padre Leo Shea, quien era director de vocaciones en Boston en ese entonces.

El Padre Judd recuerda como si fuera ayer su llegada al Seminario Maryknoll en Nueva York. Con sus maletas aún sin desempacar, se sentó a desayunar con un sacerdote que ministraba en Perú. Al final de la comida, el sacerdote lo invitó a visitar. “Fue en ese momento”, dice el Padre Judd, “que sentí el llamado a servir allá”. Después de ese viaje fue que conoció al reconocido sacerdote dominico y filósofo peruano, el Padre Gutiérrez.

Siguiendo su ordenación cinco años después, en 1978, la primera asignación del Padre Judd fue a Perú.

La teología de la liberación se convirtió para él en un lente esencial de la misión. “Tuve una nueva experiencia con esta nueva corriente de reflexión teológica como metodología”, dijo el Padre Judd, “para responder a mis preocupaciones respecto a los signos de nuestros tiempos a través de los ojos de mi fe”.

El recién ordenado sacerdote Stephen Judd da la primera bendición a sus padres, Esther y Charley, que asistieron a la celebración en 1978 en el seminario Maryknoll en Nueva York. (Maryknoll Mission Archives/EE.UU.)

El recién ordenado sacerdote Stephen Judd da la primera bendición a sus padres, Esther y Charley, que asistieron a la celebración en 1978 en el seminario Maryknoll en Nueva York. (Maryknoll Mission Archives/EE.UU.)

El Padre Judd regresó a Estados Unidos para completar un doctorado en el Graduate Theological Union en Berkeley, California. A través de sus estudios reflexionó sobre su experiencia sirviendo a los pobres en Perú. Quedó cautivado con los escritos del Padre Gutiérrez y la teología de la liberación latinoamericana. “Esta teología no partía de preguntas dogmáticas sobre la doctrina”, explica, “sino más bien la experiencia de la fe de la gente pobre en Latinoamérica y su búsqueda de sentido”.

El núcleo de la teoría de la liberación se encuentra en la misión de Jesús, explica el Padre Judd, citando el verso bíblico, “Él me envió a anunciar la liberación a los cautivos y la vista a los ciegos, a dar la libertad a los oprimidos” (San Lucas 4,18).

La misión cristiana está encaminada hacia la liberación integral de cada persona del pecado, pero se extiende a la familia humana — y a la creación de Dios — a través de la solidaridad global y dando testimonio de la alegría de esta buena nueva.

El Padre Gustavo Gutiérrez, fundador de la teología de la liberación, comparte sus conocimientos en el seminario de los Padres y Hermanos Maryknoll en Ossining, Nueva York, el 12 de diciembre de 1984. (Maryknoll Mission Archives- C. Martín/EE.UU.)

El Padre Gustavo Gutiérrez, fundador de la teología de la liberación, comparte sus conocimientos en el seminario de los Padres y Hermanos Maryknoll en Ossining, Nueva York, el 12 de diciembre de 1984. (Maryknoll Mission Archives- C. Martín/EE.UU.)

a de fe, especialmente de aquellos “crucificados” en el mundo hoy. El misionero del siglo XVI Fray Bartolomé de Las Casas se refirió a “personas ‘crucificadas que mueren antes de tiempo por una muerte injusta y a destiempo’”, dice el Padre Judd.

Para el Padre Judd, esto ha implicado caminar al lado de los pueblos indígenas, más notablemente en Perú por 26 años y en Bolivia por 16. “Me ha guiado la profunda experiencia pastoral entre las personas andinas (aimara y quechua) en Perú y Bolivia, los mayas en Guatemala y México, y los Mapuche en Chile y en la Patagonia de Argentina, los Krahô en Brasil y más recientemente, los Lakota aquí en Estados Unidos”, dice.

“Me han moldeado y nutrido a través del aprendizaje de sus cosmovisiones, ricas en perspectiva simbólica”, continúa el Padre Judd. “Ellos me han evangelizado a lo largo de mi viaje misionero”.

En este viaje, él sigue los pasos de Maryknoll en Latinoamérica. Al llegar en 1942 a Bolivia, los misioneros Maryknoll servían principalmente a comunidades indígenas y marginalizadas. Aprendieron a acercársele a la gente “con una apreciación por sus culturas originales en diálogo con nuestra fe cristiana”, dice. “Nuestros servicios pastorales fueron creados con respeto, sin imposiciones”.

Durante su servicio misionero en Perú, el joven sacerdote Stephen Judd acompaña y visita a las comunidades campesinas en la región de Puno, Perú, en el año 1986. (James J. Hengy, M.M./Perú)

Durante su servicio misionero en Perú, el joven sacerdote Stephen Judd acompaña y visita a las comunidades campesinas en la región de Puno, Perú, en el año 1986. (James J. Hengy, M.M./Perú)

Estas perspectivas influyeron en el desarrollo de la misión teológica de Maryknoll. “Nos fomentaron una sensibilidad a escuchar nuevas voces”, dice, y “nos permitieron cultivar tolerancia a estas nuevas expresiones teológicas y a aprender de las nuevas ciencias sociales”.

Trabajando junto a las iglesias locales y comunidades por Latinoamérica, los esfuerzos iniciales derivaron en proyectos de desarrollo rurales, el Instituto para la Educación Rural y una escuela de radiocomunicaciones.

Al servir en el sur de los Andes en Perú, el Padre Judd fue testigo de “los desafíos de los pueblos indígenas a quienes se les negó el derecho a sus tierras ancestrales que habían sido puestas en manos de terratenientes injustamente”.

También vio que el lenguaje nativo andino, símbolos y rituales se incorporaban en peregrinajes y en celebraciones litúrgicas, dándole a la gente esperanza y fuerza en sus luchas. La iglesia local incluso apoyó masivas marchas no violentas y otras campañas.

A un acercamiento a la teología que desafía las estructuras de poder y los sistemas de opresión no le faltan críticos y oponentes. Algunos declararon que Gutiérrez y otros teólogos de la liberación politizaban sobremanera el Evangelio. Pero la Iglesia se lanzó al mundo moderno no por la teología de la liberación, sino por el Concilio Vaticano II.

Imagen destacada: El Padre Stephen Judd, entonces director de la Pastoral Universitaria en Puno, Perú, habla a los niños de la escuela San José de Huaraya, durante la celebración de una liturgia al aire libre. (Victor Maqqué/Perú)

Imagen destacada: El Padre Stephen Judd, entonces director de la Pastoral Universitaria en Puno, Perú, habla a los niños de la escuela San José de Huaraya, durante la celebración de una liturgia al aire libre. (Victor Maqqué/Perú)

En la segunda conferencia en Medellín, Colombia, en 1968, los obispos latinoamericanos se tomaron el reto en serio. Empezaron a responder a estructuras sociales y adoptaron la noción de una “opción preferencial por los pobres”. “Ahí, en Medellín, teólogos como Gustavo Gutiérrez exponían sus reflexiones que se alineaban con lo que se convirtió en las semillas de la nueva teoría de la liberación” dice el Padre Judd.

Había una letanía de mártires.

En Bolivia, el sacerdote jesuita Luis Espinal fue martirizado el 21 de marzo de 1980. Tres días después, San Oscar Romero fue asesinado en El Salvador. Conflictos similares han sucedido en otras partes de Latinoamérica.

El Padre Judd posa en una foto en agosto del 2003 con un grupo de profesores en el Instituto de Idiomas del entonces Centro Misionero Maryknoll en América Latina en Cochabamba, Bolivia. (J. Francis Delfín, M.M./Bolivia)

El Padre Judd posa en una foto en agosto del 2003 con un grupo de profesores en el Instituto de Idiomas del entonces Centro Misionero Maryknoll en América Latina en Cochabamba, Bolivia. (J. Francis Delfín, M.M./Bolivia)

Para Maryknoll, el impacto de la teología de la liberación ha sido sustancial.

En Estados Unidos se fundó Orbis Books en 1970, la casa editorial de los Padres y Hermanos Maryknoll. Según su sitio web, la misión de Orbis era inicialmente “amplificar las voces teológicas del sur global, o como se le llamaba antes, el ‘tercer mundo’”. La traducción al inglés y la publicación de Gutiérrez Teología de la Liberación fue un evento fundamental. El año pasado, una celebración marcó el 50 aniversario de este libro que ha transformado a la Iglesia.

El Padre Judd ahora sirve como director del Programa de Formación Misionera de Maryknoll, promoviendo una cultura de misión en Estados Unidos a través del desarrollo de recursos, programas de formación y viajes de inmersión.

Él señala que la Iglesia ha prestado más atención a la crisis ecológica que enfrenta el planeta. Esto, también, es parte de la teología de la liberación, dice. Citando las encíclicas del Papa Francisco Laudato Si’ y Laudate Deum, añade, “A la vez que escuchamos los gritos de los pobres, debemos escuchar el grito de la Tierra”.

La teología de la liberación continuará enriqueciendo a la Iglesia siempre y cuando haya gente que luche por la liberación en base a las promesas del Evangelio. Ha dejado su marca en Maryknoll y en el Padre Judd.

Imagen destacada: En una reunión de Maryknoll en Chile, el Padre Maryknoll Stephen Judd sostiene en alto la “cruz de la vida”. Repleto de semillas, cereales y frutas de producción local, la cruz simboliza el amor de Dios por la creación. (Paul Sykora/Maryknoll Mission Archives/Chile) 

El Padre Judd posa en una foto en agosto del 2003 con un grupo de profesores en el Instituto de Idiomas del entonces Centro Misionero Maryknoll en América Latina en Cochabamba, Bolivia. (J. Francis Delfín, M.M./Bolivia)

Sobre la autora/or

Ray Almanza

Ray Almanza, quien tiene maestrías en filosofía y teología pastoral, sirve como educador/promotor misionero Maryknoll en el sur de California. También lidera la comunidad YAE de Maryknoll en Los Ángeles.

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