Seminaristas Maryknoll en Bolivia responden a necesidades pastorales y disciernen una vida dedicada a la misión
Pocos lugares son tan desafiantes como la selva de la Amazonía. Sin embargo, es precisamente allí donde cuatro seminaristas Maryknoll están preparándose para convertirse en sacerdotes misioneros.
Los jóvenes están viviendo en Bolivia por dos años como parte de su Programa de Entrenamiento en el Extranjero (OTP por sus siglas en inglés); una parte esencial de la formación de candidatos para ser padres y hermanos Maryknoll.
“El primer requisito del OTP es que experimenten de verdad una vida de misioneros”, dice el Padre Maryknoll Alejandro Marina, coordinador local del programa. “Qué se siente vivir en otra cultura, en otro lenguaje, y saber si se sienten cómodos”.
Leonard Kabaka, 27, dice que cada mes los seminaristas acompañan al Padre Alejandro a la Amazonía. “Llevamos nuestras actividades misioneras a varias aldeas en la selva”, explica.
Otro candidato, Lawrence Mutiso, 30, añade que la experiencia es “el núcleo” de su aprendizaje misionero en Bolivia.
Los misioneros ayudan en el Territorio Indígena y Parque Nacional Isiboro Sécure (TIPNIS). El Padre Enrique Bustamante Ramírez de la Arquidiócesis de Cochabamba, que supervisa el servicio pastoral en este trecho accidentado de 12.363 kilómetros cuadrados, invitó a Maryknoll a servir allí. Cerca de seis docenas de pequeñas comunidades están esparcidas en el territorio. La mayoría de los 14.000 habitantes son católicos.
Izq.: El seminarista Maryknoll Barrack Odeka aplica su experiencia en agricultura al trabajo de Maryknoll de ayudar con proyectos de reforestación en Cochabamba y en la Amazonía. Centro: En un servicio de Comunión dirigido por los seminaristas de la parroquia Santísima Trinidad en el TIPNIS, Kabaka saluda a los feligreses. Dcha.: Seminarista Maryknoll Mutiso reparte la Comunión en la parroquia Santísima Trinidad en el TIPNIS. (Fotos de Adam Mitchell/Bolivia)
“El mayor desafío es el acceso”, dice Kabaka, de Kisii, Kenia. Algunas comunidades son accesibles solamente por bote dependiendo de los niveles del agua. Él recuerda que, en una ocasión, para llegar a la siguiente aldea, tuvieron que empujar su canoa en vez de remar. “Nos tomó tres horas”, dice el seminarista. “Pero de eso se trata la misión. De llevar la Buena Nueva y compartirla con la gente”.
Aunque en teoría TIPNIS está doblemente protegido como un parque nacional y como territorio indígena, la realidad es distinta. El cambio climático y el conflicto socioeconómico están agudizando la pobreza que ya existía. La tala ilegal y el robo de tierras de parte de forasteros son una ocurrencia cada vez más común.
“La gente está migrando a la Amazonía para cultivar”, dice Mutiso. “Y entre más migran, más árboles se talan”. La desforestación es causa y efecto de incendios incontrolables.
Julia Molina es secretaria de la parroquia de la Santísima Trinidad en un pueblo del mismo nombre. “Dios nos dio esta naturaleza y tenemos que cuidarla”, dice.
El seminarista Maryknoll Yohana Maswizilo y una catequista preparan una dinámica para la clase de Primera Comunión en la parroquia Santa Ana de Cala Cala en la ciudad de Cochabamba. (Deirdre Cornell/Bolivia)
Ella solloza cuando habla de los “desastres” a los que su comunidad Mojeño-Trinitario se enfrenta: bosques expoliados, temperaturas altas que “no nos dejan dormir”, sequías, cauces secos y escasez de pesca. “La iglesia me fortalece”, dice ella, entre lágrimas.
“Si no hay alguien que te enriquezca con la Palabra, Cuerpo y Sangre de Cristo, empiezas a perder fe”, dice Mutiso, de Machakos, Kenia.
Él y Kabaka generalmente se quedan una semana más después de que el Padre Marina y los otros dos seminaristas vuelven a sus responsabilidades en la ciudad de Cochabamba.
“Aquí en el centro Maryknoll (en Cochabamba) tenemos personal”, dice el Padre Marina. “Allá, ellos deben mantener la casa y cocinar. Es un entrenamiento completo de cómo organizar tu vida en la misión”.
El Padre Marina señala que en la comunidad había niños y jóvenes adultos en edad para la Primera Comunión y Confirmación. “Kabaka y Mutiso se ofrecieron a preparar el programa”, dice. “Si van a una parroquia ya establecida, el pastor o director les dice ‘hagan esto’. Pero en TIPNIS ellos tuvieron que pensar acerca del programa y cómo ejercerlo. Tuvieron que modificar lo que habían preparado y adaptarlo a las personas concretas en frente de ellos”.
Como resultado de su esmero, el pasado octubre 20 niños recibieron su Primera Comunión y 15 jóvenes adultos fueron confirmados, dice.
A su llegada a Cochabamba, cada candidato empieza el OTP hospedándose con una familia local, seguido de seis meses de aprendizaje del lenguaje en el centro Maryknoll. Tras ello tienen la oportunidad de servir en varios ministerios.
Jóvenes feligreses de la Santísima Trinidad siguen las lecturas dominicales. Como gran parte de la Amazonía, esta comunidad del TIPNIS carece de trabajadores pastorales de la zona. (Adam Mitchell/Bolivia)
Yohana Maswizilo, 34, estaba ansioso por empezar a servir. “Supuse que esperar no me ayudaría”, dice, “porque tengo que aprender más sobre la cultura de la gente y la misión”. El seminarista, de Buhangija en la región de Shinyanga, Tanzania, encontró un hogar espiritual en Santa Ana de Cala Cala. En esta parroquia, fundada por Maryknoll, él ayuda en el altar y con educación religiosa.
El año pasado, Maswizilo acompañó a la clase de niños para la Primera Comunión. “Decidí empezar con esa edad por el lenguaje”, dice, “pero también para experimentar cómo se imparten las clases”. Este año él trabajará con grupos de mayor edad.
En Santa Ana, Maswizilo descubrió un nuevo ministerio: Alcohólicos Anónimos. Acerca de los miembros del grupo que se reúnen allí con frecuencia dice: “Estoy aprendiendo a ser más compasivo”.
Probar nuevos ministerios es parte integral del programa de formación, dice el Padre Marina.
“El OTP está abierto para que expreses los dones que tienes, los talentos que Dios te ha otorgado”, dice Barrack Odeka, 32, de Sindo en Homa Bay, Kenia. “Te presentas, te expones, y dejas que Dios haga su trabajo”.
Odeka dice que, para él, el cuidado de la creación empezó desde casa. “De dónde vengo estamos rodeados de montañas y el lago”, dice el misionero. “La mayoría de gente desempleada se dedica a la cosecha y la pesca”. En Cochabamba y TIPNIS, él siembra árboles para la reforestación. Algunos árboles tomarán 10 años para madurar.
Al principio, los aldeanos en la Amazonía no mostraban entusiasmo con el cuidado de los retoños en el invernadero y el vivero, dice el Padre Marina. “Les pregunté: ‘¿Qué pasa?’ Si no los cuidan, no van a crecer”, recuerda él.
“Me dijeron: ‘Padre, entendemos la necesidad de sembrar estos árboles. Pero también necesitamos hacer dinero. Necesitamos árboles de cacao para poder vender el cacao. Porque si sólo tenemos estos árboles, lo que pasará es que necesitaremos dinero… ¡y tendremos que talarlos para venderlos!”
La solución, dice Odeka, es sembrar ambos.
Además de los viajes a TIPNIS,Odeka visita la prisión de El Abra en Cochabamba los jueves para un servicio de Comunión al que asisten cerca de 40 reclusos.
“Hay católicos devotos allí que de verdad necesitan la Santa Comunión”, añade.
Acompañados por misioneros Maryknoll expertos, comunidades locales y entre sí, los seminaristas están entrenando para el sacerdocio misionero pasando por una prueba de fuego.
Lo más difícil de ver, dicen, es lo que más los motiva. Las necesidades pastorales de la iglesia local y su escasez de ministros ordenados, especialmente en la Amazonía, los conmueve profundamente.
En TIPNIS, dice Maswizilo, “pude reconocer el hambre de la gente”.
Adam Mitchell contribuyó con el reportaje de este artículo.
Imagen destacada: En una remota comunidad indígena de la Amazonía, los seminaristas Maryknoll Lawrence Mutiso y Leonard Kabaka llevan la Comunión a los confinados en sus hogares. (Adam Mitchell/Bolivia)