Reflexión Maryknoll: Acción Compasiva

Tiempo de lectura: 4 minutos
Por: La Oficina de Asuntos Globales Maryknoll
Fecha de Publicación: Oct 18, 2024

Por James Kroeger, M.M.

Vigésimo noveno domingo del tiempo ordinario
Domingo 20 de octubre del 2024
Hch 2, 42-47 | 1 Ped 1, 3-9 | Jn 20, 19-31

 La cara de la joven madre resplandecía mientras sostenía a su bebé en brazos. Ese bebé era, sin duda, la alegría de su vida. El mundo entero de esta madre estaba centrado en el recién nacido. La escena rebosaba de alegría, satisfacción y plenitud.

“Pero, ¿por qué esta madre veinteañera y su bebé hermoso están sentados en este lugar horrible?” me preguntaba mientras pasaba por ahí camino a la estación del metro. El pasaje debajo de la autopista estaba repleto con cientos de personas que pasaban por ahí. El aire estaba cargado de polvo y del humo de buses, carros, microbuses y camionetas que obstruían la carretera. Era verano y el calor tropical de Manila era intenso.

Así y todo, ahí estaban. La recursiva joven madre había improvisado una mesa donde tenía cigarrillos, dulces, chicles y unas cuantas bananas. Sus escasos ingresos diarios a duras penas podrían cubrir las necesidades de las dos. La vida no le había dado muchas opciones, así que ella vendía su sencilla mercancía en medio de la muchedumbre, la contaminación y el calor.

“¿Qué será de ese pequeñín?” pensé mientras observaba la escena ante mí. “¿Cuántos días pasarán antes de que el bebé se enferme por respirar este aire horrible y vivir en estas condiciones?” Yo ya sudaba en los pocos segundos que me tomó pasar por ese pasaje subterráneo, pero esa madre y ese bebé estarían allí todo el día. ¡Pequeño! ¿Qué futuro tendrás? Cariñosa madre, admiro tu sacrificio al ganarte la vida por tu recién nacido. ¡Que tu hermoso bebé se salve de la enfermedad y la muerte prematura!

Mi viaje en metro hasta el centro de Manila fue incómodo, a pesar de que iba en tren con aire acondicionado. Y no pude contener las lágrimas. ¡Qué precio pagan cada día los más pequeños del mundo! A menudo, incluso sus alegrías más sencillas se ven robadas por la enfermedad y la muerte. ¡La vida es agridulce!

Esta experiencia que tuve (narrada en Once Upon a Time in Asia, Orbis Books) se me vino a la mente mientras leía las lecturas de las Escrituras de esta semana, cuyo contexto parece ser el sufrimiento. La lectura de Isaías habla sobre el siervo sufriente que lleva a cuestas la culpa y la pena de los demás y con este sacrificio y regalo propios justifica a muchos.

Este mismo tema se ve reflejado en la carta a los hebreos en la que Jesús es descrito como alguien capaz de “compadecerse de nuestras debilidades” porque él soportó nuestra condición humana, “él fue sometido a las mismas pruebas que nosotros, a excepción del pecado”. Como se narra en el Evangelio, él es el Hijo del Hombre que “no vino para ser servido, sino para servir y dar su vida en rescate por una multitud”. Así es el Dios cristiano: compasión divina encarnada, compasión visible, hecha carne para nosotros. ¡Un regalo propio e inmerecido!

Porque Jesús es la compasión de Dios en persona, se convierte en alguien a quien los sufrientes pueden acercarse. De hecho, la carta a los hebreos dice: “Acerquémonos, por lo tanto, con plena confianza al trono de la gracia, para recibir misericordia, hallar la gracia y obtener ayuda en el momento oportuno”. Esa conciencia profunda de la amorosa compasión de Dios debería transformarnos radicalmente. También nos desafiará para que nos acerquemos a los necesitados con la compasión de Jesús.

Cada año la Iglesia celebra el Domingo Mundial de las Misiones. Una simple descripción de la misión puede ser que la compasión recibida desborda la compasión compartida. Cuando me doy cuenta —en mis oraciones y actividades diarias— de la profundidad del amor de Dios que se ha derramado en mí, reciprocaré con el mismo amor por los demás. Lo que he recibido como un regalo, alegremente lo daré como un regalo (Mateo 10:8).

La misión cristiana tiene una multitud de rostros: construir paz, promover la ecología, inculcar la justicia, animar a la reconciliación, respetar los derechos humanos, cuidar de los huérfanos y víctimas de la guerra. Sin embargo, en el centro de la misión siempre está la compasión de Dios, experimentada personalmente y luego generosamente compartida.

No he olvidado mi experiencia del sufrimiento de esa joven madre y su recién nacido. Constantemente buscamos transformar nuestras experiencias desgarradoras en acción compasiva y comprometida al servicio de aquellos que sufren en nuestro mundo, hambriento de paz.

El Padre Maryknoll James H. Kroeger sirvió en misión en Asia durante más de cinco décadas. Es autor de Walking with Pope Francis: The official Documents in Every Day Language (Orbis Books, 2023) y A Joyful Journey with Pope Francis (Faith Alive Books, 2024).

Esta reflexión se publicó en A Maryknoll Liturgical Year: Reflections on the Readings for Year B, disponible en Orbis Books.

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Imagen destacada: Una joven madre con su bebé en brazos camina en el mercado en Cebu City, Filipinas. (Brian Evans/Flickr).  

Sobre la autora/or

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