UNA ENTREVISTA CON Alice Njoroge
Alice Njoroge, directora general del Programa de Alivio del SIDA del Decanato del Este (EDARP por sus siglas en inglés), habla sobre el programa, sus logros y el papel de los Padres y Hermanos Maryknoll durante las últimas tres décadas. Njoroge habló con Adam Mitchell de Maryknoll en Nairobi. Esta transcripción ha sido editada para mayor claridad y espacio.
He estado en EDARP por los últimos 30 años. Comenzamos el programa con el Padre Ed Phillips en 1993. Entonces ofrecíamos programas comunitarios, acompañando a personas enfermas de VIH/sida cuando había mucho estigma en la aldea, en la comunidad. Era una época en la que nuestros hospitales estaban aglomerados y a los pacientes con sida se les enviaba de vuelta a casa para morir. Así que tuvimos que enseñarle a la gente de las comunidades cómo acompañar y cuidar a los enfermos. Muchos pacientes fueron abandonados, incluso por sus propios parientes.
Había una necesidad profunda de acompañar a estos pacientes, trabajar con ellos y de mostrarle a la comunidad que no se puede contraer el sida mediante el tacto. No se puede contraer el sida estando cerca de los pacientes.
Con el tiempo, capacitamos a pequeños grupos de voluntarios de Comunidades Eclesiales de Base. Les enseñamos cómo brindar atención básica en el hogar y cómo estar presentes para los pacientes. Esto tuvo un gran impacto porque al ver a sus vecinos entrar a las casas de personas a las que ellos temían, la gente empezó a relacionarse con los pacientes. Ya no los veían como personas a las que no debían tocar y empezaron a sentir algo de compasión por ellos. No podemos decir hoy que hayamos resuelto el estigma por completo, pero no es tan severo como en los noventa.
En el camino, la tuberculosis se convirtió en un gran problema. Teníamos que encontrar una manera de tratar a los pacientes con tuberculosis porque el número se había duplicado. Nos dirigimos al Ministerio de Salud y le pedimos [al jefe de la sección de tuberculosis] que nos ayudara a establecer un pequeño laboratorio dentro de la comunidad para atender a los enfermos. No fue fácil, pero Dios tocó su corazón y respondió a nuestro llamado.
De empezar con un pequeño laboratorio en una parroquia, ahora nos hemos expandido a siete. El laboratorio principal, nos enorgullece decirlo, es de última generación. Hemos aumentado nuestro número de trabajadores sanitarios comunitarios desde 1993. Tenemos 1.012 trabajadores sanitarios comunitarios y todos están activos.
El tipo de paciente que atendemos en EDARP no es el paciente promedio de otros hospitales. Muchos de estos pacientes se han dado por vencidos. Cuando llegan a nosotros, tienen múltiples problemas.
Algunos de ellos son muy pobres. No tienen trabajo. Sobreviven con el sueldo diario. Otros son criminales o traficantes de drogas. Otros son trabajadores sexuales. Atendemos a todo tipo de personas. Tenemos gente de la calle y muchos niños de la calle, muchas familias de la calle. Los cuidamos. Son nuestros clientes y tienen necesidades especiales.
No sólo les damos medicamentos. Este programa ha crecido y se ha desarrollado con base en las necesidades de la gente. Así que, si atendemos a un paciente y no tiene qué comer, no vamos a darle medicamentos y luego decirle que vaya y busque qué comer. Vamos a abordar el tema del hambre porque sabemos que sin comida no podrá tomar sus medicamentos.
Si son alcohólicos, tenemos intervenciones que abordan las adicciones al alcohol y las drogas dentro del programa. No vamos a hacernos los ciegos con esa parte de sus vidas. EDARP no se centra en una sola cosa. Somos integrales. Cuidamos al paciente en su totalidad. Cualesquiera que sean los problemas que surjan, estamos con ellos.
Ahora bien, en la situación económica actual, lo más importante es la financiación. Cada vez hay menos dinero. Se trata de atender a 30.000 pacientes y el número no disminuye. El número crece en un promedio de aproximadamente 1.000 pacientes cada año.
Luego está el aspecto espiritual, que fue el aporte del Padre Rick Bauer al programa. Ahora hemos integrado una evaluación espiritual. Anteriormente lo hacíamos, pero no a esa escala. Hay iglesias por todas partes y muchos de los pastores oran por las personas con VIH y les dicen que están curados. Y entonces ellos dejan de tomar sus medicamentos. Podemos ocuparnos de esos problemas desde la evaluación inicial.
Por eso, trabajamos con nuestros pacientes para ayudarlos y que comprendan que sí, sus valores espirituales son muy importantes, pero también la atención médica y el tratamiento son igual de importantes. Tenemos que lograr un equilibrio para que sigan creyendo en Dios y para que también tomen sus medicamentos. Otros pacientes van con curanderos y nosotros también captamos a esos pacientes para trabajar con ellos. Por supuesto, los que fueron víctimas de los curanderos, regresan y se convierten en embajadores: “Toma tu medicación”.
(Adam Mitchell/Bolivia)
Cuando me uní a este programa, mi fe y mis creencias religiosas no estaban donde están hoy. Las personas que han aumentado mi fe son los trabajadores comunitarios de la salud. Esas personas son el ejemplo vivo del Evangelio de Jesús. Salen, se entregan y enseñan, aunque no sean profesionales y no tengan mucha formación. No tienen mucho, pero están muy felices de servir a Dios a través de otros seres humanos.
Nuestra gente ha aprendido de los trabajadores comunitarios de la salud a ver a Jesús en los pacientes que atienden. Para mí, esa es la plegaria más grandiosa que se contesta todos los días en EDARP. Todos venimos de diferentes denominaciones, pero hay una identidad que tenemos en común, y es que las personas se identifican con los pacientes como si fueran sus propios hermanos, sus propias madres, sus propias hermanas. Es ahí donde estamos hoy con EDARP.
Imagen destacada:La directora general de EDARP Alice Njoroge (blusa de color) se reúne con el personal en la Clínica Mathare: (de izq. a dcha.) la directora del centro Caroline Karimi, la directora adjunta del centro Elizabeth Chege y el director clínico Ivone Wafula. (Adam Mitchell/Kenia)