De Dakota del Sur a la Zona Sur de Cochabamba, Bolivia

Tiempo de lectura: 7 minutos
Por: Deirdre Cornell
Fecha de Publicación: Dic 2, 2024

Un ingenioso sacerdote Maryknoll apoya un proyecto educativo para niños en Bolivia.

Mientras crecía en Dakota del Sur, al joven Paul Sykora se le ocurrió una manera innovadora de moverse por la granja de su familia. “Le quitaba el motor a una podadora de césped y se lo ponía a mi bicicleta”, dice.

Hoy en día, el Padre Sykora mantiene el motor de un Volkswagen Escarabajo de 1985. Este vehículo destartalado pero confiable lo lleva por los caminos de los cerros de la Zona Sur, una zona árida y subdesarrollada en las afueras del sur de la ciudad de Cochabamba, Bolivia.

En Apoyo Escolar los niños se nutren intelectual, física y emocionalmente. Además se alimentan, divierten y hacen amigos. (Adam Mitchell/Bolivia)

En Apoyo Escolar los niños se nutren intelectual, física y emocionalmente. Además se alimentan, divierten y hacen amigos. (Adam Mitchell/Bolivia)

Allí el misionero sirve a algunos de los niños más pobres de la región en un proyecto de Maryknoll llamado Apoyo Escolar, que ofrece tutoría después de la escuela y una comida nutritiva a esta población vulnerable.

El Padre Sykora —“Padre Pablo”, como se le conoce— es el corazón de Apoyo Escolar, dice Jhovana Reyes. Como contadora de formación, Reyes coordina el programa, que el año pasado sirvió a 160 alumnos. Apoyo Escolar llega a estudiantes en sus propios vecindarios. Ella y el Padre Sykora visitan cada una de sus tres sedes a menudo.

Su primera parada es la escuela primaria pública de Lomas de Santa Bárbara. El director proporciona espacio para aulas y un área exterior protegida para el proyecto Maryknoll.

Beatriz Beltrán es facilitadora (los tutores prefieren que se les llame así) en el programa Apoyo Escolar desde hace siete años. Los maestros agradecen la ayuda adicional, dice Beltrán. “Nos hacen saber en qué se están atrasando los estudiantes”.

Pero el personal de Apoyo Escolar está familiarizado con algo más que las necesidades académicas de sus alumnos. La Zona Sur es el hogar de una creciente población de bolivianos pobres, en su mayoría indígenas, que han llegado a Cochabamba en busca de trabajo.

La tutora Beatriz Beltrán le enseña a leer a Ezequiel, un estudiante de primer grado que recibe tutoría en el proyecto Apoyo Escolar. (Adam Mitchell/Bolivia)

La tutora Beatriz Beltrán le enseña a leer a Ezequiel, un estudiante de primer grado que recibe tutoría en el proyecto Apoyo Escolar.
(Adam Mitchell/Bolivia)

Reyes señala discretamente a una niña, cuya madre es discapacitada. Otro niño vive solo con su padre después de que su madre abandonara a la familia. Dos hermanos están siendo criados por su abuela desde que sus padres emigraron.

El proyecto proporciona un lugar acogedor para ellos. “A veces los chicos no se quieren ir”, dice Reyes. Ella y el Padre Sykora entregan comidas preparadas por Severina, la madre de Reyes, quien prepara una sopa, pasta u otro plato para los niños.

Luego hay que irse al siguiente centro, y el pequeño pero resistente Escarabajo del Padre Sykora se dirige hacia las colinas.

El proyecto Apoyo Escolar comenzó hace casi dos décadas en la capilla Nueva Vera Cruz.

La Hermana Maribel Crispín Egúsquiza, de las Misioneras Parroquiales del Niño Jesús de Praga, era entonces catequista de la parroquia. Ella dice que ella y otros simplemente comenzaron a crear actividades y ayudar a los niños con sus tareas escolares. Jhovana y su hermana Milenka Luján, también facilitadora, estuvieron entre los menores que recibieron tanto sacramentos como apoyo, y se quedaron para ayudar.

Cuando la municipalidad dejó de proporcionar un pequeño estipendio para recursos, explica la Hermana Crispín, los Padres y Hermanos Maryknoll que ministraban en la capilla dieron inicio al programa en el 2009. El proyecto floreció bajo la dirección de los Padres Francis Higdon y Sykora. A lo largo de los años, otros sacerdotes, seminaristas, hermanos  candidatos y misioneros laicos han servido con Apoyo Escolar. El más grande de los tres centros del programa es un centro comunitario construido por el difunto Padre Higdon con varias aulas y un amplio patio.

La coordinadora Jhovana Reyes, cargando a su hija Khyara, y el Padre Pablo se preparan en la capilla Nueva Vera Cruz para visitar las tres sedes del programa de Maryknoll Apoyo Escolar. (Adam Mitchell/Bolivia)

La Hermana Maribel Crispín Egúsquiza (izquierda), con las facilitadoras Milenka Luján y Beatriz Beltrán, regresa cada año para ayudar a hornear el tradicional pan boliviano del Día de los Muertos para una reunión anual de Apoyo Escolar. (Adam Mitchell/Bolivia)

Diego Santiago Berríos Galarza, de 16 años, asistió a Apoyo Escolar desde los 6 años hasta la secundaria. Dice que sus tutores lo ayudaron a mantenerse en la escuela: “Nos enseñan bien. Nos motivan a ser mejores”.

Con una última parada para completar las rondas del día, el Padre Sykora jala la palanca de cambios de su Escarabajo y deja la calle asfaltada para subir cuidadosamente por un camino de tierra.

“Si tienen un rosario, este es el momento de sacarlo”, les dice a sus pasajeros con ironía.

Más arriba en la montaña, los Padres y Hermanos Maryknoll construyeron un pequeño centro de tutoría en un nuevo asentamiento llamado Alto Monte Rancho. Es el hogar de familias recién llegadas y más pobres. Muchos residentes carecen de agua corriente, servicios de alcantarillado o electricidad.

Los niños venían cada vez de más y más arriba de los cerros, recuerda Reyes. Entonces, explica, “en lugar de hacer que vinieran a nosotros, tuvimos que ir a ellos”.

El Padre Sykora llega a la estructura de dos aulas con un amplio patio de recreo. Las facilitadoras Sabina Mamani Ortega y Rosario Moreno se toman un descanso de sus respectivos grupos de unos 20 estudiantes para saludar al Padre Pablo.

Mamani, una catequista quechuahablante que vive cerca, ha trabajado con Apoyo Escolar durante 11 años. Dice que la gente es receptiva al proyecto porque está asociado con la Iglesia.

Como trabajan como jornaleros o vendedores ambulantes, los padres de los niños tienen poco tiempo para ayudar a sus hijos con las tareas, dice Mamani. Además, continúa, pocos padres han ido a la escuela más allá de segundo o tercer grado, y muchos no leen ni escriben en español.

La población es transitoria, con altos índices de desintegración familiar. “Casi 50% de los niños son de papás solteros o mamás solteras”, dice.

A principios de enero, cuando se abren las inscripciones para el nuevo año escolar, los cupos se llenan en dos o tres días, dice Mamani.

Ella explica el significado de las palabras Tikuna Wasi pintadas en un mural fuera del centro. Las madres quechuahablantes de los estudiantes eligieron el nombre, dice. “Querían Tikuna Wasi, que significa ‘casa de encuentro’”. Encajaba muy bien.   

La coordinadora Jhovana Reyes, cargando a su hija Khyara, y el Padre Pablo se preparan en la capilla Nueva Vera Cruz para visitar las tres sedes del programa de Maryknoll Apoyo Escolar. (Adam Mitchell/Bolivia)

La facilitadora Sabina Mamani Ortega (de pie) dirige una sesión extraescolar en Tikuna Wasi, un centro de tutoría construido para una comunidad marginada por los Padres y Hermanos Maryknoll como parte del programa Apoyo Escolar. (Adam Mitchell/Bolivia)

“Nos hemos ganado la confianza de la gente”, añade.

El Padre Sykora, de 79 años, ha pasado la mayor parte de su vida con los indígenas. Creció entre las reservas de nativos americanos de Dakota del Sur. “Éramos parientes y vecinos”, dice. Cuando salió de su estrecha comunidad de 95 personas, se dio cuenta de la discriminación contra los nativos americanos.

Mientras el joven Sykora estaba en el seminario, su padre murió repentinamente. El misionero se tomó un tiempo libre de sus estudios para administrar la granja familiar. También realizó entrenamiento en aviación.

Ordenado en 1976, el Padre Sykora sirvió durante 25 años en Chile, la mayor parte de ese tiempo con los Mapuche, un pueblo indígena.

Además de ejercer el ministerio sacerdotal, el hábil misionero inició una granja lechera, reparó molinos de viento, construyó capillas y proporcionó transporte para ayuda médica. Ha manejado aviones, barcos y diferentes vehículos.

Dondequiera que sirva, dice el Padre Sykora, se siente más a gusto en pequeñas comunidades rurales donde las personas se definen a sí mismas a través de sus afinidades entre unas y otras. En la misión, las relaciones son más importantes que los resultados, dice. “Los proyectos pueden fracasar, pero las personas cambian al conocerte”.

La coordinadora Jhovana Reyes, cargando a su hija Khyara, y el Padre Pablo se preparan en la capilla Nueva Vera Cruz para visitar las tres sedes del programa de Maryknoll Apoyo Escolar. (Adam Mitchell/Bolivia)

La coordinadora Jhovana Reyes, cargando a su hija Khyara, y el Padre Pablo se preparan en la capilla Nueva Vera Cruz para visitar las tres sedes del programa de Maryknoll Apoyo Escolar. (Adam Mitchell/Bolivia)

Jhovana Reyes dice que el Padre Pablo pertenece a su familia en la Zona Sur. Sus hijas Saraí, de 11 años, y Khyara, de 4 años, son las ahijadas del Padre Sykora.

El sacerdote, que habla con franqueza, resume sin rodeos sus cinco décadas de servicio.

“Le dije: ‘Te seguiré, Jesús, pero muéstrame el camino’”, recuerda el Padre Sykora. “Y lo hizo”.

Sin embargo, él continúa, la misión no es para los débiles de corazón.

“A veces, no sólo sigues”, dice, “sino que Jesús te empuja”.

Imagen destacada: El Padre Maryknoll Paul “Pablo” Sykora posa con estudiantes y tutores en una de las tres sedes del programa Apoyo Escolar que ofrece tutoría y comida a niños en Cochabamba, Bolivia. (Adam Mitchell/Bolivia)

La coordinadora Jhovana Reyes, cargando a su hija Khyara, y el Padre Pablo se preparan en la capilla Nueva Vera Cruz para visitar las tres sedes del programa de Maryknoll Apoyo Escolar. (Adam Mitchell/Bolivia)

Sobre la autora/or

Deirdre Cornell

Deirdre Cornell sirvió como misionera laica Maryknoll en México. Es autora de tres libros Orbis Books, entre ellos Jesus Was a Migrant y American Madonna: Crossing Borders with the Virgin Mary, y actualmente trabaja con el equipo de la revista Maryknoll.

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