Misión en Bolivia: Cucharas y un trompo

Tiempo de lectura: 6 minutos
Por: Deirdre Cornell
Fecha de Publicación: Mar 3, 2025

Un Hermano Maryknoll en Bolivia sirve en un hogar para niños en riesgo de vivir en la calle

El Hermano Maryknoll Joseph Bruener recuerda el día en que Daniel llegó al hogar para niños San Martín-San Vicente en Cochabamba, Bolivia.

“Sus brazos y piernas eran como palitos y se le estaba cayendo el pelo”, dice el misionero. El niño estaba tan desnutrido que estaba casi calvo. Cuando le preguntan su edad, Daniel miente diciendo que tiene 5 años, pero en realidad tiene 7. “Está avergonzado”, explica el Hermano Bruener. “Su crecimiento se ha atrofiado”.

Daniel es uno de los 44 niños que viven en San Martín-San Vicente, donde el Hermano Bruener sirve dos días a la semana. Aproximadamente la mitad de los niños que viven allí ya han experimentado el vivir desamparados. La otra mitad, como Daniel, fueron maltratados, desatendidos o abandonados, aumentando las posibilidades de que ellos también terminen en las calles.

Antes de hacer el viaje de una hora en autobús hasta San Martín-San Vicente, el Hermano Bruener va a La Cancha, el enorme y extenso mercado de la ciudad. Hoy compra dos docenas de cucharas de aluminio baratas para reponer los utensilios del hogar. Los visitantes que lo acompañan le preguntan qué pueden llevar también y él responde: “Un trompo”.

San Martín-San Vicente pertenece a la red de hogares para niños Amanecer, fundada en Cochabamba en 1981 por las Hijas de la Caridad de San Vicente de Paúl. Alexander Walsh, otro Hermano Maryknoll, sirvió en Amanecer durante dos décadas y media antes de regresar a Estados Unidos.

En la actualidad hay más de tres docenas de centros u hogares para niños en Cochabamba, dice el trabajador social Jhonny Nava, que ha trabajado en San Martín-San Vicente desde 2013. Estos incluyen orfanatos, programas extracurriculares después de la escuela y centros juveniles en el barrio. Sin embargo, los hogares Amanecer como San Martín-San Vicente, dice él, son “los únicos para esta población”.

Como parte de sus deberes diarios, los niños recogen huevos de gallina. Además alimentan y<br />
dan de beber a dos becerros, que pastan en los campos de la propiedad del hogar. (Adam Mitchell/Bolivia)

Como parte de sus deberes diarios, los niños recogen huevos de gallina. Además alimentan y dan de beber a dos becerros que pastan en los campos de la propiedad del hogar. (Adam Mitchell/Bolivia)

Los padres de Daniel lo echaban de casa todas las mañanas para que se las arreglara solo. Con preocupación, el personal de la escuela llamó al departamento de bienestar social local. Cuando una trabajadora social llevó a Daniel a San Martín-San Vicente, dijo que él parecía importarle más a su maestra que a sus propios padres.

Algunos de los chicos mayores como Bernardo, de 16 años, han abusado del alcohol o de otras sustancias o han inhalado clefa, un tipo de pegamento. Este hábito altamente adictivo reemplaza el frío, dolor o hambre con una euforia temporal. Sin embargo, también causa daños irreversibles al cerebro y otros órganos.

Aun así, hay esperanza, dice Nava. “El hecho de que todavía estén aquí y no se hayan escapado significa que están tratando de cambiar”.

El objetivo a corto plazo es mantener a los chicos fuera de las calles, dice Nava. El objetivo a largo plazo, dice, es reunirlos con sus familias en cuanto sea posible. Los padres pueden venir a visitar los fines de semana.

Los chicos que viven en el hogar están divididos en dos grupos, de 7 a 11 años y de 12 a 17.

La propiedad incluye maizales y un enorme huerto con papas, cebollas y otras verduras. Un gran corral alberga docenas de gallinas. “A los chicos les gusta recoger los huevos”, dice el Hermano Bruener. Dos vacas se pasean por los campos. La ropa de los niños, que ellos mismos lavan en un fregadero al aire libre, cuelga en un tendedero. Paredes pintadas con murales y mensajes motivadores rodean un campo de fútbol.

El portero Iván Gutiérrez Choque, quien ha superado discapacidades, creció en uno de los<br />
hogares de Amanecer donde el Hermano Maryknoll Alexander Walsh, ya jubilado, cuidó de él. (Adam Mitchell/Bolivia)

El Hermano Maryknoll Joseph Bruener sirve en el Hogar San Martín-San Vicente en la ciudad de Cochabamba, Bolivia. (Adam Mitchell/Bolivia)

En el intenso calor del mediodía, la mayoría de los chicos buscan algo de sombra en el patio. Los chicos más pequeños juegan a las canicas. Los niños mayores juegan con trompos, excepto Bernardo, que se queda mirando.

Adentro, es la hora del almuerzo. Bajo la supervisión del miembro de personal Richard Fuentes, el grupo más joven come en un pequeño comedor con mesas y sillas de madera tosca. Uno de los niños hace la bendición en la mesa. Al final de la oración, añade: “y por los niños que viven en las calles de todo el mundo, que están solos y no tienen a dónde recurrir ni nadie que los ayude”.

Como es costumbre en Bolivia, la comida principal inicia con una sopa. Las dos docenas de cucharas del Hermano Bruener se enjuagan rápidamente y se utilizan de inmediato. A la sopa le sigue un tazón de arroz o quinua con lentejas o frijoles, tal vez con un poco de pollo o carne. Se sirve fruta de postre. Cada niño lava su propio plato y cuchara.

Después del almuerzo, es hora de hacer las tareas. El Hermano Bruener guía a los niños hasta una zona con libros, rompecabezas y juegos.

Antes de llegar a Cochabamba en septiembre del 2021, el Hermano Bruener pasó 17 años en la Gran China, principalmente enseñando. El misionero de 66 años de Wisconsin tiene una maestría en educación en inglés, y también ha trabajado en escuelas de Estados Unidos.

Mientras que los niños mayores asisten a una escuela secundaria pública a poca distancia, los niños más pequeños van a una escuela Amanecer en el centro de Cochabamba, transportados en las camionetas del hogar.

Después del almuerzo los niños hacen tareas y<br />
se distraen con juegos de mesa educativos. El<br />
Hermano Bruener ha donado la gran mayoría<br />
de estos juegos para estimular a los niños. (Adam Mitchell/Bolivia)

Después del almuerzo los niños hacen tareas y se distraen con juegos de mesa educativos. El Hermano Bruener ha donado la gran mayoría de estos juegos para estimular a los niños. (Adam Mitchell/Bolivia)

“Estos niños no pueden asistir a un aula normal”, dice el Hermano Bruener sobre los niños del grupo más joven. “No pueden concentrarse. Están tan en sintonía con su entorno y lo que sucede a su alrededor”. Esto se debe a los antecedentes traumáticos de los niños, explica él. “Siempre están a la defensiva y eso les quita mucha energía”.

“Requiere mucha paciencia”, dice Ramiro Tola Mamani, otro miembro del personal. “Algunos necesitan más atención que otros”.

Como estudiantes, enfrentan otro problema, dice el Hermano Bruener. “En Bolivia, los niños pasan de grado de acuerdo a la edad, no por el nivel académico. Incluso si nunca has puesto un pie en un aula antes, si tienes 10 años pasas al grado asignado”. Sin ayuda adicional, no pueden ponerse al día académicamente. Y si se desaniman, es más probable que abandonen la escuela.

Los estudiantes como Bernardo ya han tenido muchas interrupciones en su escolaridad. Él y su hermano mayor vivían en las calles con su madre, quien luego los abandonó. Aliviaban su dolor inhalando pegamento hasta que Bernardo, que es menor de edad, fue llevado a San Martín-San Vicente.

Recientemente, su hermano mayor vino a decirle que encontró a su madre viviendo debajo de un puente. Bernardo huyó para unirse a ellos. El Hermano Bruener y el personal de Amanecer recorrieron la ciudad hasta que lo encontraron. Lo instaron a regresar y Bernardo regresó.

El trompo que compraron los visitantes en el mercado es para Bernardo, cuyo rostro se ilumina cuando lo recibe. Ahora puede unirse a los niños mayores en su juego.

“Ellos son todavía niños”, dice el Hermano Bruener.

Aunque sus deberes como administrador del centro de Padres y Hermanos de Maryknoll ya lo mantienen ocupado, el misionero dice que continuará sirviendo en San Martín-San Vicente.

“Es un ministerio difícil y agotador”, admite el Hermano Bruener.

Sin embargo, agrega, los niños se benefician de la constancia, especialmente aquellos como Daniel y Bernardo. La necesidad que él presencia lo hace volver.

Imagen destacada: El portero Iván Gutiérrez Choque, quien ha superado discapacidades, creció en uno de los hogares de Amanecer donde el Hermano Maryknoll Alexander Walsh, ya jubilado, cuidó de él. (Adam Mitchell/Bolivia)

Sobre la autora/or

Deirdre Cornell

Deirdre Cornell sirvió como misionera laica Maryknoll en México. Es autora de tres libros Orbis Books, entre ellos Jesus Was a Migrant y American Madonna: Crossing Borders with the Virgin Mary, y actualmente trabaja con el equipo de la revista Maryknoll.

Ediciones Archivadas