Un amigo de Cork, Irlanda, me contó que con el paso de los años su hija se había ido alejando poco a poco de la Iglesia católica al punto que ya no asistía a la Misa dominical. A principios de diciembre del 2023, ella dio a luz a su bebé. Casi al mismo tiempo, el grupo de jóvenes de su parroquia católica local preparaba la escenificación anual del Nacimiento de Jesús. Anunciaron que estaban buscando un bebé real para la presentación.
El padre llamó a su hija y con cautela le preguntó si podía “prestar” a su bebé para esta ocasión. La hija respondió felizmente: “¡Por supuesto! ¿Cuándo es el primer ensayo? Que los jóvenes sean cuidadosos con mi bebé”. Su padre estaba muy contento. El bebé fue parte de la escenificación del Nacimiento antes de la Misa de Nochebuena y la hija regresó a la Iglesia. Ciertamente, los designios de Dios no son los nuestros.
Las Misioneras de la Caridad, con las que trabajo en Cochabamba, Bolivia, ofrecen un hogar a hombres con discapacidades. Mi compañero misionero laico John O’Donoghue (que ya se jubiló) rezaba por un milagro de Navidad para estos hombres que han sufrido tanto. Pero a medida que se acercaba la Navidad, no había indicación de que sus oraciones hubieran sido escuchadas. El último día antes de las celebraciones de Navidad, sucedió algo maravilloso. Luis, que no puede oír ni hablar y es retraído, se acercó a uno de los miembros del personal con una gran sonrisa y comenzó a bailar. Otro de los hombres comenzó a poner música navideña en una grabadora. John y yo, junto con otros del equipo, nos unimos a la celebración. Al ser sordo, Luis no podía oír la música, pero rio, bailó y aplaudió con los demás. Esta demostración alegre y entusiasta de pura alegría navideña surgió sin planearse. Durante una hora mágica, bailamos al son de esta preciosa temporada. John y yo nos miramos y pensamos: ¡Ahí está el milagro!
En Sudán del Sur donde sirvo como misionero laico Maryknoll, trabajé y viví por una temporada en la Aldea de Paz de Kuron. Allí solía caminar hasta el mercado de Napil. Los niños ya me conocían bien. Les daba a cada uno un caramelo y jamás caminaba solo por el mercado. ¡Incluso los ancianos me seguían para pedirme un dulce!
A veces en las tiendas ubicadas en casuchas de lata solo había niños atendiendo. Una semana quise comprar un poco de pasta y un niño de 6 años me atendió.
“¿Cuánto?”, pregunté.
“Quinientos”, dijo en inglés.
“¿Y un refresco?”, pregunté.
“Mil”, respondió con confianza.
“¿Sandalias?”, continué.
“Dos mil quinientos”, dijo rápidamente. La conversación fluía.
“¿Camiseta?”
“Tres mil setecientos”, respondió.
¡He aquí un niño Toposa de 6 años que no había ido a la escuela, pero que había memorizado el precio de cada artículo de la tienda!
En diciembre del 2019 viajé a El Paso, Texas, para ayudar a atender el flujo de migrantes provenientes de Guatemala, Honduras y El Salvador. Un día estábamos preparando el desayuno y el almuerzo para 20 migrantes. Para el desayuno, hicimos huevos revueltos. Para el almuerzo, estábamos preparando espagueti. De repente, llegó un autobús con 30 migrantes más. “Dios mío”, me dije, y luego oré: “Jesús, así como multiplicaste los panes y los peces, por favor multiplica el espagueti”. Y así fue. Pudimos alimentar a 50 personas con lo que habíamos preparado para 20. Hasta nos sobró una cucharada de espagueti. ¿Cómo no creer en la bondad, la compasión y el amor de Dios por sus pobres?
Jeanne Rancourt, M.M.
El misionero laico Maryknoll John O’Donoghue charla con un hombre discapacitado en Cochabamba, Bolivia. (Nile Sprague/Bolivia)
Foto del rostro de un niño portando un pequeño crucifijo en Sudán del Sur (Sean Sprague/Sudán del Sur)
Un migrante hondureño en búsqueda de asilo sostiene a su niño de 2 años mientras espera entregarse a agentes fronterizos después de cruzar el Río Bravo desde México hacia Roma, Texas, el 18 de noviembre del 2022. (CNS, Adrees Latif/EE. UU.)
Imagen destacada: Foto de un bebé envuelto en una frazada (Mindy Olson P./EE. UU.)