ace unos años visitaba una familia en el vecindario Pilsen, en Chicago, cuando de pronto escuché disparos en la calle. Me alarmé. Mi familia anfitriona no. Lamentablemente, la familia estaba acostumbrada a ese ambiente de violencia. Hoy, 14 de enero, mientras busco información sobre el tema, encuentro este titular en el Chicago Sun Times: “6 baleados el martes en Chicago”....
CIUDAD DEL VATICANO (CNS) — Como tantos de los principales documentos y enseñanzas del papa Francisco, su exhortación apostólica sobre la Amazonia se basa en un llamado a la conversión –una nueva forma de ver, pensar y hacer. “Es necesario indignarse”, escribió, subrayando su preocupación porque el mundo se ha vuelto demasiado indiferente, demasiado insensible o demasiado escéptico sobre lo que le está ocurriendo al medioambiente, al mundo y la gente en él.
Estamos en la primera Estación de la Cruz, Jesús es condenado a muerte, en la comunidad de Santa Leonor. Todos los viernes de Cuaresma las comunidades de Santa Leonor y La Esperanza organizan este Vía Crucis. Hoy, el tema se centra en la juventud.
Un viernes por la noche, el sótano de la parroquia de St. Gall en el sur de Chicago se llena con una docena de adolescentes. Afuera, otros adolescentes que jugaban fútbol dejan de hacerlo para unirse a rezar el rosario frente a una mesa con la imagen de Nuestra Señora de Guadalupe.
En esta arquidiócesis de más de 2.2 millones de católicos, abundan las bendiciones, dice, comenzando con la diversidad étnica. “Las misas se celebran cada fin de semana en 26 idiomas diferentes”, dice el cardenal Cupich. Pero se apresura a señalar que en Chicago, la fe va más allá de los edificios de la iglesia. “La gente está asumiendo la misión de Cristo”, dice el cardenal.
La dicha del nacimiento de su primera hija pronto se volvió una angustia profunda para Ariane Castro cuando los doctores le informaron que su bebé, Valeria, había nacido con un problema en el corazón, una cardiopatía congénita, que requería cirugía…
Cuando la policía fue a la casa de Darna, respondiendo a una llamada de emergencia, la inmigrante filipina estaba llena de moretones por una paliza que le dio su esposo japonés, dice la Hermana Maryknoll Margaret Lacson, contando la historia de la pequeña mujer parada a su lado en una pequeña oficina en Kawasaki, Japón.
Acompañados por tambores y la alegre entonación de una canción de alabanza swahili, cinco nuevos misioneros Maryknoll salieron bailando de la Capilla de la Anunciación de las Hermanas Maryknoll el 14 de diciembre.
La alegría del Espíritu Santo pareció llenar la sede de las Hermanas Maryknoll en Ossining, Nueva York el junio pasado, cuando personas de todas partes celebraron el 50 aniversario de Maryknoll Mission Insitute (Instituto de la Misión Maryknoll).
Al visitar su antiguo vecindario en Santiago, Chile, 15 años después de haberse ido del país, un transeúnte reconoció al Padre Maryknoll Thomas Henehan y lo saludó “¡Vecino Tomás!” El misionero sonrió ya que el título de vecino en Chile no tiene precio, dice el padre Henehan, quien sirvió allá por más de dos décadas. “Ser llamado vecino indicaba la confianza de la gente”.