La Sociedad Maryknoll da la bienvenida a Brenda Noriega, la joven de la portada, quien se ha unido al equipo de promotores misioneros de Maryknoll en Los Ángeles, California. Cuando asignamos a nuestra reportera Giovana Soria a escribir un perfil sobre Brenda, lo hicimos porque vimos en ella a una joven hispana y líder emergente de la Iglesia Católica en Estados Unidos. No sabíamos que Brenda iba a trabajar con nosotros en Maryknoll. Por eso, es una doble alegría presentar su historia, p. 10, pues es también la historia de las luchas y los avances de muchos jóvenes católicos hispanos como ella.
Antes de ser ordenado sacerdote Maryknoll en junio de 1966, yo estudiaba en el Seminario Maryknoll en Ossining, Nueva York. Durante estos años de formación, en 1964, mi ministerio pastoral era enseñar el Rito de la Iniciación Cristiana de Adultos en la famosa prisión Sing Sing, una prisión estatal de máxima seguridad y la tercera prisión construida en el estado de Nueva York, ubicada en Ossining, en el mismo pueblo donde se encuentra la sede central de la Sociedad Maryknoll.
Brenda Noriega, 30, no olvida dos momentos jubilosos de su vida, cuando habló, miró a los ojos y tocó las manos del Papa Francisco. Primero en un almuerzo privado en la Jornada Mundial de la Juventud en Panamá y luego en una audiencia en el Vaticano, después del Sínodo de Obispos sobre los jóvenes.
La plaza principal de Curepto, un pueblo rural de unas 10.000 personas, aproximadamente a 190 millas al sur de Santiago, Chile, tiene un monumento del Padre Maryknoll Joseph Cappel en una bicicleta.
Cada vez que visita el pabellón de niños del Hospital Centro Nacional del Cáncer en Tokio, Japón, la Hermana Maryknoll Kathleen Reiley se siente renovada.
El Padre Maryknoll Eugene Murray resume la esencia de sus 62 años de sacerdocio misionero en dos frases: ser amable con las personas y confiar en la gracia de Dios.
La Diócesis de Musoma, Tanzania, defiende a niñas que son abusadas y lucha contra la violencia de género. Ellas son bienvenidas en el centro Jipe Moyo.
Hace cincuenta años, en mayo 1970, Maryknoll lanzó una nueva editorial, Orbis Books. La creación del Padre Miguel d’Escoto, entonces director de la Oficina de Comunicaciones Sociales de Maryknoll, Orbis se estableció originalmente para amplificar las voces teológicas del Sur Global, o como se le llamaba entonces, el “Tercer Mundo”. Anteriormente, todos asumían que solo había un tipo de teología: producida en Europa y América del Norte, y exportada a América Latina, África y Asia. Pero los tiempos estaban cambiando.
Gregory McPhee disfrutaba su trabajo como abogado defensor penal en Syracuse, Nueva York. “Me gustaba ir a la corte, litigar, discutir y pensar de pie”, dice. Pero mientras trabajaba duro para equilibrar la balanza de la justicia del lado del acusado, sabía en el fondo que algo faltaba…
En febrero, el Papa Francisco publicó Querida Amazonía, su exhortación apostólica en respuesta al Sínodo para la Amazonía, en la que nos llamó a ser una “Iglesia misionera” que acompaña a la gente de la región amazónica.
Justo antes de comenzar la Misa por la Solemnidad de María, Madre de Dios, le di a la monaguilla a cargo del incienso un curso rápido sobre cómo balancear el incensario correctamente para producir el número deseado de “clics”: tres veces para el Santísimo Sacramento, dos para el Libro de los Evangelios, la vela Pascal y el clero, y uno para la congregación. Sin perder el ritmo, la acólita dijo: “¿Entonces, los clics son parte de la estética?”
Durante los últimos años, el Centro Misionero Maryknoll en América Latina, con sede en Cochabamba, Bolivia, ha enriquecido sus programas de formación misionera con una diversidad de recursos humanos, entre ellos jóvenes bolivianos, quienes continúan el trabajo iniciado por misioneros Maryknoll.
Cuando eran jóvenes, Rocío y Oswaldo jamás imaginaron que algún día se casarían. Aunque fueron novios brevemente durante la secundaria, ambos emigraron de Leocapac, su pueblito cerca a Cuenca, Ecuador, por rumbos distintos. Pero, eventualmente, se rencontraron en el estado de Nueva York. Dice Oswaldo: “Mi vida cambió. Viví no solo un enamoramiento sino una conversión.”